Once

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La mañana era bastante fría, los chicos almorzaban en el restaurant del hotel, su vuelo a Estados Unidos en donde culminarían la gira promocional saldría en cinco horas, aun les daba tiempo para preparar sus cosas si es que no lo habían hecho.
Piero había dejado sus maletas listas desde la noche anterior, se puso a empacar cuando se dio cuenta de que no lograría conciliar el sueño, le había dejado un mensaje a Anna en su buzón de Facebook y hasta la hora del almuerzo dicho mensaje seguía sin ser visto, se sentía muy ansioso e inquieto, incluso se había atrevido a enviarle una solicitud de amistad que aún no había sido aceptada. En su habitación revisaba su portátil una y otra vez con la esperanza de encontrar una respuesta, pero no había ninguna novedad. Pensó en escribirle otro mensaje, pero la idea de parecer imprudente se lo impidió. Se consolaba a sí mismo diciendo que seguramente por fallas de su servicio de internet ella no tenía acceso a Facebook.

Ignazio también había empacado sus cosas la noche anterior, y en su habitación mataba el tiempo charlando por teléfono con su hermana Nina, le contaba lo que había sucedido en el bar, era una charla que no había podido tener lugar debido a que su hermana aún seguía molesta con él por haberle dado el susto de desaparecer del hotel aquella noche, pero al cabo de una amena platica ambos terminaron riéndose de aquella situación.

Gianluca, quien no había sido tan precavido como Ignazio y Piero, no había hecho sus maletas, por eso estaba a toda prisa guardando sus pertenencias cuando encontró en un cajón por lo menos una docena de cartas y tarjetas, tomo una al azar y la leyó:

"Amor de mi vida.

Tú no sabes de mi existencia, o quizá sí. Nace desde lo profundo de mí ser escribirte, no tengo palabras para expresar lo que tu voz me hace sentir. Eres un ser tan perfecto, tan especial, tan único. Creo que estoy obsesionada contigo y eso me hace sentir apenada, jamás en la vida le había escrito a ningún hombre declarándole mi amor, lo juro. Sin embargo, supongo que has de recibir cientos de cartas de este tipo, de chicas que al igual que yo te aman, ojalá tú te enamoras de mí. No permitas nunca que la música de Il Volo y tu voz dejen de sonar en el mundo. Il Volo es lo mejor que puede existir en el universo y tu dentro de él.

Con mucho amor, Anna L. Duarte.

Pd. Si escribo tan poco no es por falta de inspiración, es que tengo tantas cosas que decir que temo que me creas una loca."

Y lo mismo que hubiera sido con cualquier otra carta sonrió de satisfacción, la carta le producía ternura y recordó que ya la había leído días atrás, se dispuso a regresarla a su sobre cuando leyó de nueva cuenta el remitente, y se le ocurrió la idea de que aquella Anna Lorena Duarte podía ser la misma Anna que ellos había conocido en él bar, y dado que la carta tenía la dirección completa se dispuso a contestar.

–Podría mandar a un mensajero a dejar esta carta dos horas después de que partamos, señorita? –preguntó Gianluca a la joven que atendía en recepción–.

–Por supuesto– contestó la mujer embelesada ante la galantería de Gianluca –¿Puedo ayudarle en algo más?–

–Eso es todo bella, gracias– dijo mientras se disponía a regresar a su habitación.

La mañana había sido bastante larga para Anna que no había podido volver a conciliar el sueño, se había quedado mirando la serie Little Dorrit en su computadora y pensando en cuan bello seria haber nacido en aquella época, de alguna manera debía de entretenerse en algo y reprimir los sucios y amenazantes mensajes de Sergio, todos decían lo mismo. Encerrada en su edificio se sentía tranquila, el portero no dejaba entrar a nadie ajeno al edificio a menos que tuviera autorización de algún inquilino, y estaba completamente convencida de que si Sergio, tal como decía en sus mensajes se atrevía a entrar, llamaría a la policía. En ese momento había algo más que la inquietaba, tenía un mensaje sin abrir de Piero Barone, y una solicitud de amistad de él. Después de un largo rato de meditación lo abrió:

Anna, perdona que te escriba a esta hora, sé que es poco apropiado, me quede un poco inquieto por la manera tan apresurada con la que partiste hoy del parque, espero no haberte incomodado, y de verdad espero que podamos vernos mañana en el mismo sitio, resulta que nuestro vuelo saldrá a las 3pm, me resultaría enormemente grato verte antes de irme.
Un beso.

01:25 am

Anna hecho un vistazo a la hora, ya eran 11:49 am, miró la solicitud de amistad y decidió ignorarla.

De entre los muchos vistazos que Piero daba a su computadora vio que por fin Anna había leído su mensaje, pero eso había sucedido hacia siete minutos y no había obtenido respuesta aun, se sentó sobre la cama decidiendo si escribir de nuevo o no, cuando apareció el tan esperado escribiendo... de repente un mensaje llego:

Piero, agradezco que te hayas tomado la molestia de escribir, me fui rápido porque tenía cosas importantes que hacer, Sergio me estaba esperando para hacer las paces. En cuanto a verte hoy, no puedo, ya tengo planes. Como sé que quizá esta sea la última vez que hablemos quiero agradecerte por tomarte tantas molestias conmigo, no eran necesarias y también quiero decirte que ha sido un honor conocerlos. Les deseo mucho éxito y muchas bendiciones.

Ella creyó que una respuesta así era lo mejor.

Piero se quedó boquiabierto ante tal contestación, no podía creer lo estúpida que era Anna, hacer las "paces" con un tipo tan nefasto como aquel. Se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación, riéndose, no porqué le causara gracia, sino porque estaba tan molesto y decepcionado que no sabía que más hacer. ¿Enserio estaba dispuesto a pelearse con Sergio para defenderla aunque eso significara poner en riesgo su carrera? Sí, estaba dispuesto. Y se sentía más estúpido cuando lo admitía. Ella era absolutamente nadie y él era Piero Barone, un gran cantante, famoso y con toda una exitosa vida por delante, además decenas de chicas morirían por recibir de él las atenciones que Anna había tenido.

A la una de la tarde ya estaban en el aeropuerto registrando el equipaje, Piero no podía dejar de pensar, estaba muy molesto, y aunque no lo admitía para sus adentros, estaba dolido de haber sido rechazado de manera tan sutil, nunca había sido rechazado de ninguna manera.
A las tres y quince ya estaban en el aire.

–Hice algo malo– dijo Gianluca obteniendo la atención de sus dos amigos.

–¿Algo malo?– le cuestionó Ignazio –¿qué cosa?–

–Respondí una de las cartas que me dieron.... Fue una cosa al azar, tenía el remitente en el reverso y se me hizo fácil...–

–¿Estás loco?– dijo Ignazio –¿te das cuenta qué eso te puede comprometer?–

–Quizá– contestó Gianluca –pero es una buena chica, hemos hablado con ella y...–

–¿Quién es esa chica?– preguntó Piero, quien había estado toda la tarde sin decir una palabra.

–Anna–.

Piero sintió una leve punzada en el estómago. Recordó al instante que la carta de agradecimiento que le había dado a él se quedó en un cajón en el hotel, aunque, dada la situación, tampoco es que le importara mucho.

–Vaya– le dijo Piero con una sonrisa –la chica ebria del bar, suerte–.

–¿Te molesta que le haya contestado? –preguntó Gianluca, a quien el hecho de haberlos encontrado solos el día anterior le había despertado sospechas.

–¿A mí? para nada– dijo y se puso los audífonos.

Gianluca e Ignazio se miraban extrañados y al cabo de un rato cada uno se concentró en sí mismos.

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