Siete

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Para cuando Piero regreso del baño todos ya habían pedido una nueva ronda de cervezas y en su lugar había una cerveza nueva, Anna no estaba segura de sí tomar o no, le preocupaba lo que los chicos pudieran pensar de ella, pero al cabo de un momento y de verlos tan relajados accedió. Ella estaba sentada enfrente de Gianluca y se perdía en él cada vez que sonreía, las comisuras de su rostro cuando sonreía la hacían sentir más y más enamorada, o tal vez era el alcohol lo que le afloraba tales sentimientos.

–¿Entonces estuviste en la firma de autógrafos?– Preguntó Gianluca sorprendido a Anna.

–¿Tú la recuerdas?– preguntó después dirigiéndose a Ignazio.

–No– contestó Ignazio con una sonrisa en su rostro –la verdad es que vimos a tantas chicas hermosas ese día que es imposible reconocerlas a todas.

Anna sonrió, entonces Gianluca no sabía que era ella quien le había dejado la carta, suspiró aliviada, se hubiera sentido muy apenada.

–¿Y tú recuerdas haberla visto?– siguió Gianluca con su interrogatorio, esa vez a Piero.

Piero miro a Anna quien estaba expectante por la respuesta y con una sonrisa en el rostro.

–No– dijo Piero con cierta frialdad que no pasó desapercibida –no recuerdo haberla visto–.

Anna lo miró con el ceño fruncido. Estaba molesta, era obvio que él sí la había reconocido el día de la firma, incluso había pensado en contar en aquella pequeña reunión improvisada su heroico acto, pero tuvo que abstenerse, era muy evidente que él no quería hablar de aquello.

Piero dio un gran sorbo a su cerveza, la tormenta aún seguía y la luz tenue de las velas hacían que el ambiente luciera más cálido, y él no podía evitar sentirse tenso ante la situación y la presencia de la chica.

–¡Canten! – Dijo Rocío de repente poniéndose de pie y tambaleándose sobre ella misma atrayendo a ella la atención de todos los presentes –Ustedes son cantantes, ¿no? ¡Entonces canten! Demuestren porque Anna se la vive queriendo saber de ustedes–.

Anna se levantó de su asiento para convencer a Rocío de sentarse de nuevo. Los tres chicos las miraban divertidos. –No le hagan caso– dijo ella –mi amiga ya está un poco ebria–.

Karina y Andrea también miraban divertidas aquella escena.

Cuando Anna logró que Rocío se sentara, Gianluca, a quien las cervezas ya estaban comenzado a hacerle efecto, se inclinó sobre la mesa y quedando muy enfrente de Anna pregunto: –¿De verdad te la vives queriendo saber de nosotros?–

El corazón de Anna al tenerlo tan cerca se comenzó a acelerar, por Dios, ese hombre era hermoso, era absolutamente perfecto, se quedó durante un segundo sin habla tan solo mirándolo a los ojos, sintió un intenso hormigueo en su rostro, era la señal infalible de que ya estaba ebria. No tuvo tiempo de contestar a la pregunta de Gianluca pues las risas de Ignazio y de las chicas la distrajeron, Piero estaba en el mismo sitio, apretando los dientes ante la escena, pero ella no se percató.

Alrededor de las cuatro de la mañana la lluvia seso pero la electricidad aun no regresaba, los ancianos que seguían en el bar buscaron la manera de dormirse en los asientos, y el encargado del bar sugirió a los chicos que hicieran lo mismo, como ya no había silloncitos disponibles tuvieron que buscar la manera de acomodarse en el suelo, el encargado les dio una pequeña colcha que tenía guardada en algún lugar para que la tendieran el piso y no se acostaran directamente sobre este, Andrea apenas puso su cabeza en el suelo se quedó dormida, la siguió Rocío y después Karina, después se acostó Anna y muy cerca de ella, Piero, luego Ignazio y por ultimo Gianluca.

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