Treinta y cuatro

348 26 1
                                    

¡No! - dijo Piero exaltado ante un monitor en la habitación de un hotel en la Ciudad de México - ¡Lo que me pides no es posible, Barbara! Amo a Anna, la amo, y no pienso alejarme de ella solo para evitar un escándalo, por favor, debes entender que lo que me pides es imposible.

Escuchame - contestó Barbara tratando de mantener la calma - sé que lo que te estoy pidiendo es difícil, pero es por el bien de todos, una relación con Anna jamás podría funcionar, al menos ante la vida pública, la reputación de ella está demasiado... manchada... sabes bien que cuando una pareja se expone de la manera en que los expusieron a ustedes la más perjudicada siempre, y la más juzgada siempre será la mujer...

- ¿Qué diablos dices?

- Lo que estoy tratando de decir, es que, ¡Oh Dios!... bueno, ustedes, por ejemplo, han sido invitados en más de una ocasión a la ciudad del Vaticano, han estado en presencia del Papa, ¿por qué crees que han tenido tal distinción, Piero?

Él guardó silencio.

¡Exacto! -  respondió Barbara - porque siempre han demostrado tener la calidad moral como para estar en ese tipo de eventos. Son excelentes muchachos, Il Volo siempre había estado apartado de escándalos y de todo tipo de situaciones inmorales...

- Barbara, yo la amo...

- Lo sé, Piero, sé que de no amarla no habrías hecho el viaje que hiciste. Los muchachos ya me han contado lo mal que estuviste antes cuando se alejaron después de conocerse, pero por favor, entiende que ella no es buena para ti... no ahora, quizá en otro momento pudo serlo, si cuando su nombre comenzó a sonar en las redes, cuando te ofrecí que la presentáramos como tu novia hubieras accedido nada de esto estuviera ocurriendo... ¿dónde está ella ahora?

Esta abajo - dijo él de manera apenas audible - esta abajo comprándonos un poco de ropa.

- Toma una decisión, Piero, tomala pensando en que todo, absolutamente todo por lo que has luchado podría venirse abajo, y no solo para ti, para Gian e Ignazio también. Sé cuánto amas la música, sé cuánto te ha costado llegar a donde estas, he sido testigo de las pesadas giras y de tus frustraciones cuando creías no tener la voz o el temple suficiente como llevar la vida que llevas ahora... Piénsalo muy bien, los chicos y tu familia opinan los mismo que yo, pero creo que sabremos entender si la elijes a ella... te llamaré por la mañana. Ciao.

La llamada se cortó, Piero se quedó sentado, inmóvil en el borde la cama. De pronto todo su mundo estaba sobre sus hombros y no sabía si sostenerlo o dejarlo caer, Barbara tenía demasiada razón, había soñado toda su vida con una vida como aquella, la música era su más grande pasión, no podía imaginarse dejando de hacer música, dejando de cantar, no podía imaginar que él fuera la causa del declive de Il Volo, el desprecio de sus amigos era algo que simplemente no podría soportar y temía, incluso, ser señalado por su propia familia. Escuchó el sonido de la puerta, supuso que era Anna, no quería verla, no en ese momento, se apresuró a entrar al baño y abrir la ducha.

¿Piero? - le llamó Anna al entrar a su habitación - te he encontrado unas playeras hermosas, y me compré un vestido precioso, ¡combina!

Ya era tarde, puso la ropa sobre la cama y encendió el televisor, quería callar sus pensamientos, quería ignorar lo que fuera que estuviera ocurriendo. Era imposible para ella no darse cuenta de que algo ocurría, lo sentía, todo el camino hasta la ciudad de México él había estado distante, ausente, pensativo, al principio creía que era simplemente la situación el hecho de haber huido a caballo, lo pesado del día en sí, después calló en cuenta de que quizá todo aquel suceso le había traído problemas con los chicos, "todo esta bien", había dicho él cuando ella intento indagar sobre el tema. Anna necesitaba sentir que todo estaba bien, su pequeño mundo se había desmoronado por completo y Piero era el único pilar que la sostenía en ese momento, lo amaba, demasiado. Estaba tan segura de su amor que no había nada que ella no pudiera hacer por él, aún y cuando no se lo había expresado.

Piero salió de la ducha, con el semblante aún endurecido, miraba a Anna, quien estaba acostada en la cama, muy fijamente, intentaba descifrarse así mismo, intentaba saber qué hacer, no quería tener que elegir, no quería dejarla ni quería arruinar a Il Volo.  Se sentía muy culpable también, sabía que si él no la hubiera ido a buscar un par de noches atrás nada de lo que estaba pasando hubiera ocurrido.

- Pagaría por tus pensamientos - dijo ella.

Él reaccionó, la miró, de pronto tenía una inmensa necesidad de besarla, de tocarla, de hacerla suya. Caminó hacia ella todavía envuelto en toalla. La levantó de la cama y comenzó a besarla, con la misma pasión y la misma necesidad que un principio, ella respondió de la misma manera, como si fuera la primera vez que se besaban después de un largo, largo tiempo, él bajo a su cuello y sus manos comenzaron a recorrerla, la deseaba, necesitaba hacerla suya. Ella acariciaba su cabello, su cuello, sentía sus manos sobre su cuerpo. Él quería dejarse llevar, lo deseaba con todas las fuerzas de su alma, pero una voz dentro de su cabeza le decía que si lo hacía de nuevo, que si le hacía el amor otra vez ya no habría marcha atrás, la decisión estaría tomada e Il Volo se hundiría para siempre.

- ¿Qué... qué ocurre? - preguntó ella con la respiración agitada cuando él poco a poco comenzó a alejarse, estaba demasiado excitada, también lo deseaba.

- No... yo no puedo - dijo él luchando contra sí mismo, contra el amor y el deseo y contra la responsabilidad que creía que tenía.

- Por favor, quiero saber que pasa - le contestó ella mientras se acercaba a besar su espalda. Él se levantó de golpe, sabía que si permitía el contacto un poco más ya no podría detenerse.

- No puedo... no puedo hacerlo - dijo llevándose las manos a su cabellera negra.

- ¿Por qué? ¡Dime por qué! ¿Qué sucede?

- No lo entiendes... - dijo él parado cerca de la ventana. Ella se puso de pie.

- Quiero entender, por favor, yo necesito saber que tienes para poder ayudarte - estaba luchando por contener las lágrimas.

- Solo hay una forma en la que puedes ayudarme, y no quiero que suceda, Anna, comprende que todo lo que he hecho ha sido porque tengo por ti sentimientos demasiado fuertes, porque te amo y a veces creo que te necesito hasta para respirar, cuando estaba lejos de ti el corazón me dolía, pero este amor me ha hecho mal. Sé muy bien que el qué dirán no debería importarme, lo sé, y si solo estuviera en juego yo no me importaría te lo juro...

- No entiendo...

- Perdón, Anna. Necesito pensar.

Tomó la ropa que estaba sobre la cama y salió de la habitación.

Ella se quedó allí, sin saber que pensar, sin saber que hacer o a quién recurrir. El único pilar que le quedaba se estaba desmoronando y no sabía ni él porqué... "este amor me ha hecho mal" ..."sé muy bien que el qué dirán no debería importarme" aquellas frases aparecían en su mente una y otra y otra vez, y la atormentaba aún más.

Piero bajó al lobbie del hotel sintiéndose una basura, estaba confundido, no respecto a sus sentimientos, esos los tenía muy claros, pero no sabía qué hacer, lo que sea que eligiera definiría el rumbo de su vida futura. Solo tenía dos opciones, el amor o sus responsabilidades. Deseaba tanto tener a un amigo consigo en ese momento, alguien que le ayudará a decidir a encontrar una solución en las que ambas partes estuvieran bien.

Seguramente había un punto intermedio, pero él no podía descifrarlo, no podía pensar. No había nada claro en su cabeza, de repente sus dos pasiones se estaban enfrentado y no quería tener que decidir. Enamorarse nunca había estado en sus planes, vivir su vida junto a alguien nunca pareció como algo que estuviera hecho para él, y, aún así, las poquísimas veces que leyó historias de amor siempre le parecía absurdo que los protagonistas no estuvieran juntos, creía que si dos personas se amaba el resto del mundo no debería importar para nada... pero, justo en ese momento, él estaba comprendiendo que nada era tan fácil como parecía.

Il LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora