Trece

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Por fin se llegó el tan esperado miércoles para Anna, sus maletas ya estaban hechas desde la noche anterior, y el vuelo reservado para las 11am, la noche anterior no había podido dormir, por la emoción o por el miedo, esa mañana a ella ya le daba igual. Sacó la basura y desconectó todos los electrodomésticos, llamó un taxi y espero con ansias.
Su vuelo despego exactamente a las 11 con 5 minutos, el corazón le latía acelerado pues por fin volvería a ver su papá después de tanto tiempo, sentía mucha nostalgia por el ciclo escolar que había dejado atrás, y sobre todo por esas cosas increíbles que le sucedieron la última semana, sin embargo trataba de serenarse respecto a Piero, y más aún respecto a Gianluca, cuya carta lleva en su bolso de mano y cuyo contenido ya había memorizado.

Dos horas después de haber despegado ella ya estaba en la entrada de su casa tocando la campana. Estar a la entrada de la pequeña hacienda familiar la emocionaba en exceso. Por fin abrieron la puerta, era su padre quien ya había estado esperándola.

–¡Mi niña!– exclamó el hombre emocionado –¡Cuánto tiempo sin verte! Te extrañé–.

Ella hubiera querido contestar con la misma emoción que él, pero no pudo. Vio a su padre cansado, flaco y con más canas de las que corresponderían a un hombre de su edad, las bolsas de sus ojos parecían haber ganado muchísimo volumen, como si en los meses que tenían sin verse el hombre hubiera envejecido diez años.

–Papá– dijo ella mientras lo abrazaba –¿Cómo estás? ¿Has estado enfermo?–

–¿Enfermo? No, para nada. Anda entra, debes estar agotada, ahorita meterán tus maletas. Cuéntame todo, que tal la escuela. María esta muy emocionada por tu regreso, la sorpresa que hemos estado preparando te la daremos juntos después de la comida. Ella ya esta preparado la mesa, cuando escuchamos la campana supimos que eras tú–.

Anna sonrió por complacencia con su padre, y caminaron juntos hasta la casa, al llegar hasta el comedor estaba María, de pie a la cabecera de éste como toda una ama de casa, con una exquisita comida al centro. Extendió los brazos y con una hermosa sonrisa se acercó hasta Anna.

–Anita– dijo –mi niña, cuanto te he extrañado–.

–Yo también te he extrañado mucho, María– dijo Anna intentado no morderse la lengua –¡muero de hambre!–

Se libró del abrazo de María y comenzaron a comer, Anna estaba dispuesta a tratar de llevar las cosas en paz con ella, no quería darle un disgusto a su padre, y sobre todo quería disfrutar de su estancia en la Hacienda de Grana, que sería de poco más de un mes. Cuando terminaron de comer Anna se fue a su habitación para mudarse de ropa y desempacar, pero antes de terminar se quedó dormida sobre la cama.
La despertaron unos golpes en la puerta, era su papá, quien, con la promesa de llevarla a ver la sorpresa que le tenían preparada, le vendo los ojos, el hombre se veía tan emocionado que ella no pudo negarse. Bajaron las escaleras y caminaron a través de un camino de piedra, Anna estaba realmente emocionada, el misterio de su padre le hacía sentir cada vez más curiosidad por la dichosa sorpresa. Cuando se detuvieron él preguntó a María: - ¿está listo?

–Está listo– contestó ella con el apacible tono de voz que la caracterizaba.

Su padre le quitó la venda.

Anna se quedó petrificada ante el animal que tenía enfrente, era un caballo negro, miró a María que tenía una sonrisa demasiado bien ensayada además de una mirada de satisfacción, y luego miró a su padre, al hombre le brillaban los ojos de genuina emoción.

–¿Qué te parece Anna?– preguntó –a María se le ocurrió la idea de que te regaláramos un caballo. Pero yo elegí el color–.

¿Qué si qué le parecía? ¿Sería posible que su padre olvidara que el accidente de madre había sido por un caballo? Anna detestaba esos animales por asociarlos directamente a la muerte de su madre. Y María lo sabía.

–Es hermoso papá– dijo acercándose al animal para tocarle el lomo, mientras reprimía las náuseas que la situación le causaba. Miró a su padre que en ese momento se acercaba a María con una enorme sonrisa en el rostro y por primera vez sintió lástima por él.

El resto de esa semana y la siguiente pasaron sin mayor novedad, Anna evitaba de la mejor manera posible a María y casi ignoraba al animal por completo, con excepción de las veces en que su padre le recordaba la existencia del mismo.
Pasaba los días haciéndole compañía a las empleadas o dando largos paseos por toda la zona arqueológica, fingiendo ser guía de turistas para entretenerse, lo cual no estaba tan mal si tomamos en cuenta que ella conocía a la perfección la cultura Tolteca.
Chateaba con sus amigas todo el tiempo, y revisaba con mucha frecuencia sus redes sociales, no había dejado de pertenecer al club de fans de Il Volo en México y se enteraba de todo lo que hacían, sentía nostalgia al recordar todo lo que había pasado, y, hasta cierto, punto comenzaba a arrepentirse de haber desperdiciado ciertas oportunidades, fantaseaba con el "hubiera" mucho más tiempo del que ella desearía, pero hasta cierto punto sabía que estaba en lo correcto.
Tampoco había tenido ya noticias de Sergio, y se había olvidado casi por completo de su existencia.

A miles de kilómetros de distancia en Sicilia, Italia, estaba Piero sentado a la mesa con su familia, era la hora de la cena, hacía ya una semana que había terminado la gira promocional. Él disfrutaba enormemente de ese pequeño placer, estar reunido con su familia, disfrutar de sus amigos, la comida, estar en su tierra y nadar en su mar no podía compararse con nada; ni siquiera con conocer decenas de países con gente hermosa y diferentes culturas, no existía para él sitio más hermoso que Sicilia, ni mujeres más hermosas que su madre y su hermana. Eso era estar en casa, y era un sentimiento que tanto Gianluca como Ignazio compartían perfectamente.

–¡Ya, Francis!– dijo su hermana ansiosa –¿a dónde has decidido que vallamos este año?–

–Sí– dijo su padre –¿ya lo has decidido? Recuerda que hay que hacer reservaciones y estamos en pleno verano, todo se satura–.

–Dejen les muestro– dijo Francis sacando su teléfono –el último semestre estuvimos estudiando algunas culturas, y uno de los países que analizamos fue México...–

Piero sintió una leve tensión, no creyó que fuera a regresar a México tan pronto, había ciertos episodios que aún lo incomodaban.

–Sí– continuaba hablando Francis explicándoles a sus padres los planes para sus vacaciones –ahí hay una zona arqueológica excelente y es un destino turístico de primera, estoy seguro de que todos nos la pasaremos genial–.

Sus padres analizaban la propuesta.

–Tu madre y yo– dijo su padre –estábamos pensando en un sitio más tranquilo, o por lo menos uno en donde tu hermano no sea conocido...–

–También pensé en eso– dijo Francis interrumpiendo –muy cerca de la zona que deseo estudiar hay unas fincas, son sitios muy tranquilos, y están en renta para turistas... ¿Qué dicen?–

Después de discutirlo durante un rato más acordaron que pasarían sus vacaciones en México, tendrían todo listo para salir en cinco días, aunque a Piero no le agradaba del todo la idea de ir a México tan pronto, termino concluyendo que sería prácticamente imposible encontrarse con cierta muchacha llamada Anna en el sitio al que Francis había decidido ir.

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