❁Capítulo 29

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Narra Harry

Me desperté con dolor de cabeza. A través de la ventana noté que era un hermoso día, pero no para mí. Todos disfrutaban este día mientras yo estaba aquí encerrado, con hambre, dolor y sufrimiento.

Me atreví a girar el pomo de la puerta de la habitación para verificar si estaba abierta, y para mi gran sorpresa, sí lo estaba. Mi corazón latió otra vez al ver otro lugar de la casa que no fuera esta maldita recámara.

Salí con pasos silenciosos y caminé a través del pasillo hasta llegar a la sala, la cual estaba muy cerca de la cocina. Mi estómago rugió violentamente y con debilidad me dirigí a la cocina, pues tenía un día sin comer. No comer no me afectaba mucho, ya que hubo un período de mi adolescencia en el que no comía nada porque me sentía gordo; es decir, era anorexico.  Me acostumbré a esa vida tanto que, ahora adulto, no me afecta mucho el no comer. Pero ya no pienso igual que antes, ahora sé que está mal. Y necesitaba comer ya para no hacerle daño a mi hijo.

En la cocina no había mucho. Sólo vi una bolsa de pan recién comprado de ayer. Recé que no tuviera veneno o lo que sea, y empecé a devorármelo. Estuve así por unos diez o quince minutos hasta sentirme satisfecho. Luego me di cuenta que la bolsa ya no tenía ni un solo pan.

—Veo que te has acabado el desayuno —una voz detrás mío casi me da un infarto.

Me volteé y vi a Justin con una camisa blanca básica y pantalones cortos. Su cabello rubio estaba despeinado y se veía de un buen humor; eso me asustaba.

—Y parece que te dejó mudo ese pan, ¿eh? —dijo sarcásticamente—. ¿Qué haces por aquí? Debería castigarte, ¿sabes? Pudiste haberte escapado de mis manos, pajarito. Pero igual no volarías tan lejos, así que te lo perdonaré esta vez. Pero... ¿Qué tal si damos un paseo? —Justin mostró su blanca dentadura y mis manos temblaban del miedo. Él extendió la suya y sabía que si no la tomaba, le haría daño a mí y a mi bebé.

Le ofrecí mi mano y su sonrisa mostraba lo satisfecho que estaba con mi respuesta. Éste me arrastró junto a él afuera de la casa y comenzamos a caminar por el bosque.

Hoy era un día caluroso, indicios de que el verano estaba cerca. Ya teníamos casi diez minutos caminando. Justin hablaba puras tonterías que yo no quería escuchar, pero lastimosamente no podía evitarlo. Mis pies estaban cansados. Yo olía terrible y ahora olía peor. Me detuve un momento y me apoyé sobre mis rodillas para tomar aire. Justin dejó de hablar y me lanzó una mirada de molestia.

—¿Cansado tan rápido? —reclamó—. ¿Ves? Otra razón por la cual deberías abortar.

—Eso es estúpido. —de mis labios salieron las palabras como si tiraras una granada sin pensarlo.

—¿Qué has dicho? —éste entrecerró los ojos y me miró esperando a que repitiera.

—Que mejor sigamos caminando.

Sonreí hipócritamente y él me miró con cara de «más te vale».

—Así me gusta. Ya estamos cerca.

Con la palma de mi mano tapaba el sol que iluminaba mi rostro molestamente. A lo lejos escuché agua correr como en un río; y no estuve equivocado: a medida que avanzábamos, estaba más cerca del río.

Finalmente llegamos y nos quedamos cerca de la orilla.

—¿Por qué me has traído aquí? —pregunté con el ceño fruncido. Éste era un lindo paisaje, pero la situación era un puto desastre.

—¿Qué, no te gusta, amor? —arqueó una ceja y yo me limité a responder—. Quiero que te bañes allí.

Justin señaló el río y ahora yo arqueé una ceja. Noté que atrás del tronco de un árbol sacó un lienzo de tamaño mediano. No esperaba ver eso, ni tampoco pintura y pinceles que también sacó de en medio de la nada.

Química Perfecta {Larry Stylinson} [M-PREG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora