Capítulo 12 La misión.

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Narra Julieta...

—Aaooh— despierto bostezando, levanto los brazos para estirar todo mi cuerpo. —¿Dónde estoy?— me encuentro en una cama muy cómoda, las sábanas son de colores pasteles, todo se ve tan femenino, pero, ¿dónde rayos estoy?

—Julieta— una voz femenina me hace girar hacia una esquina de la alcoba, —que bueno que ya has despertado— me dice sonriendo, se acerca a mí y me da un gran abrazo.

Yo no respondo a su abrazo, de hecho me siento muy confundida, trato de alejarla un poco, la veo a los ojos y empiezo a hablar. —¿Que hago aquí, Sofía?— pregunto molesta y ella me mira con rareza por mi actitud.

—Julieta, ya ha terminado tu misión— me dice con una leve sonrisa dibujada en sus labios rosas.

Mi corazón empieza a latir muy rápido, miles de cosas pasan por mi mente, —¿dónde es...— ni siquiera puedo hablar, me siento agitada y nerviosa, —¿dónde está Jack?— pregunto rápidamente.

Sofía ahora camina vacilante, mete sus manos a los bolsillos del pantalón, ese estilo de pantalón que mucho tiempo use yo también. Viste una camisa de manga larga color blanca, un chaleco café con rojo, enfrente lleva una cruz dorada bordada, pantalones cafés, un poco holgados y unas botas color negras que le llegan arriba de las rodillas, dentro de estas está la parte inferior del pantalón.

—¿Aún recuerdas este uniformé?— me dice Sofía sacándome de mis pensamientos.

La miro con mi entrecejo fruncido, —¿dón-de esta Jack?— le digo lentamente, ahora estoy enojada, me molesta que quiera desviar el tema.

Ella en cambio toma una posición rígida, como si estuviéramos en la escuela, donde todo era rectitud y obediencia. Pone sus manos detrás, me observa con una mirada que jamás creí verla en ella, <<repudio>>. —El demonio ese— habla con desprecio, —está muerto— suelta sin más. Yo me quedo helada y siento que mi corazón se parte.

Veo el rostro de Sofía, tiene una cara de satisfacción, es como si estuviera feliz por la situación, yo en cambio no puedo más, me levanto rápidamente de la cama y la golpeo en el rostro. —¡NO TE BURLES!— le grito furiosa mientras ella cubre su nariz, se la he roto y está sangrando demasiado.

Sofía sale huyendo de la alcoba, intenta cerrar la puerta, pero me acerco rápidamente hasta ella y trato de detenerla.

—¡Ayuda!— ahora grita ella, está pidiendo ayuda, pero eso a mí no me importa.

Escucho unos pasos, alguien se acerca, está corriendo, —¡detente Julieta— me dice con tono alto un hombre.

Lo observo y lo reconozco enseguida, —¿Papá?— lo veo confundida. Él en cambio me abraza, yo lo abrazo también y sin poder evitarlo unas lágrimas ruedan por mi rostro empapando la camisa de mi padre.

—Todo está bien, ya has cumplido tu misión mi niña— me dice en un susurro.

Entramos a la alcoba de nuevo, Sofía se ha ido dejándonos solos a mi padre y a mí. Me indica que tome asiento en la cama y lo hago, él hace lo mismo y suspira, —Julieta, todos en el Vaticano te damos las gracias por ser el sacrificio para domar a una de las bestias, durante tanto tiempo tuviste que aguantar estar cerca de un demonio como...— hace una pausa, como si decir el nombre de Jack fuera una maldición.

—Papá, se llama Jack— digo un poco dolida, pues sé que todo esto ha sido mi culpa.

Aún recuerdo cuando asistía al Instituto Saint Vatëll, ese es su nombre, es una escuela que acepta a niñas de nueve años, al terminar a los quince años, ingresamos al convento de monjas.

La Confesión De Un Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora