Capítulo 1 El Comienzo

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Si pudiera morir tan fácil diría algo así...

Estaba que me moría de la risa, lo digo metafóricamente, porque como dije no es tan fácil morir para mí como para un simple humano. Pero esto te lo explicare más adelante.

¿En qué estaba?

¡Ah si, ya recordé!

Me estaba muriendo de la risa. Pues un hombre decidió dejar a su esposa y a sus hijos, todo esto porque resulto que la infiel de su mujer lo estuvo engañando con el vecino y para rematar ninguno de los tres niños era de él. Lo que me dio más risa fue que ya se iba, pero hice acto de presencia, ¿cómo vas a dejar que se burlen así de ti?, mátalos, mátalos a todos, que aprendan una lección. Todo esto escucho en su cabeza aquel pobre hombre, lo que me divirtió más es que fue débil, su creencia de ser bueno era sólo eso, una "creencia", él creía ser bueno por asistir a la iglesia, él creía ser bueno por dar una limosna, él creía ser bueno porque decía que nunca sería capaz de dañar a su familia... Claro que todo esto se puede desvanecer muy rápido cuando te enteras que tu familia no es tu familia.

Después de que el hombre no resistiera su culpa y se suicidará, me aburrí, así que decidí irme. Caminaba por la acera cuando noté que mi amigo Joz me esperaba en la cafetería de siempre.

—¡Vamos, Jack!— me gritaba Joz desde el otro lado de la acera.

—Ya voy— no aceleré mi paso. Caminé despreocupadamente como siempre, sin importarme nada.

Había llegado aquí hace poco más de 130 años, mi amigo Joz llegó el mismo día que yo, unos diez años después llegaron otros dos amigos, sus nombres son Drave y Manuel.

Casi todas las semanas nos reuníamos en aquel café, nos gustaba ver por la gran ventana a los humanos, desde ahí podíamos ocasionar múltiples "accidentes". La avenida que quedaba enfrente de la cafetería era de las más peligrosas, pues ahí habían muerto muchos por los conductores irresponsables...si, los "conductores irresponsables".

—Por fin llegas, ¿qué tanto hacías?— preguntó Joz mientras se sentaba en una de las mesas que quedan afuera del café.

—Ya sabes, sólo un trabajo matutino— dije mientras veía a una joven mesera acercarse. —¿Y esa preciosura?— apunté a la joven chica que se disponía a preguntar nuestras órdenes. No es que me atraiga, sólo lo decía para fanfarronear y aparentar ser un imbécil como muchos humanos jóvenes.

—Buen día,— dijo la mesera mostrando una gran sonrisa, —¿ya saben lo que ordenaran?

—Mmm, sí, a ti en mi cama— dijo Joz con una exageración mientras la observaba de arriba abajo.

—Cállate, Joz. No queremos que los empleados de aquí poco a poco mueran,— y así debía ser, pues sí empezaban a tratarnos mal por la culpa de Joz, tendría que hacer que murieran y no me gustaba que me tratarán como una basura, —además nos atienden muy bien— nos miramos con complicidad Joz y yo para después soltar una risa escandalosa.

—Sshh— nos calló repentinamente alguien y enseguida volteamos a ver de quién se trataba. —¿Qué acaso no pueden comportarse normal?— la voz arrogante con aires de grandeza de Drave se escuchaba en toda la acera. Como siempre, haciéndose el importante.

—Estúpido Drave— exclamó Joz.

—¿Dónde dejaste a tu novia?— le pregunté a Drave en broma, refiriéndome a Manuel.

—Donde tú dejaste a tu madre— me contestó enseguida Manuel, este iba llegando justo detrás de Drave.

Nos saludamos escandalosamente, después de unos minutos más la joven mesera se notaba desesperada y volvió a preguntar nuestra orden.

La Confesión De Un Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora