Capítulo 35 Me has roto el corazón.

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Julieta
                  

Había sangre por toda mi ropa, el dolor no cesaba, añadido estaba el miedo y la preocupación por mi hija.

Entre gritos y desgarros por el nacimiento de ella por fin acababan. Me sentía afortunada, ni siquiera preste atención cuando callaron las voces de los demonios que me atormentaban.

Y así se daba el nacimiento de mi hija y la hija de un demonio; sentía como se desplazaba por entre mis piernas, Hilario la tomó en brazos, enseguida la acuno rodeándola con una frazada, pero el llanto aún no se escuchaba, entonces me la entrego, ...

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Y así se daba el nacimiento de mi hija y la hija de un demonio; sentía como se desplazaba por entre mis piernas, Hilario la tomó en brazos, enseguida la acuno rodeándola con una frazada, pero el llanto aún no se escuchaba, entonces me la entrego, una mirada de preocupación se reflejaba en su rostro, pero me desvió la mirada y cortó el último vínculo <<cordón umbilical>> que me mantenía físicamente unida a ella.

Observaba su pequeño rostro, con mi mano derecha acariciaba su cabecita, con las yemas de los dedos roce sus mejillas, —despierta mi niña— le hablaba quedo, le suplicaba que no me abandonara, pues ella es mi única razón de existencia, —por favor mi niña, despierta— algunos sollozos empezaba a salirme, quería gritar, pero me estaba conteniendo, la necesitaba y yo necesitaba mantenerme calmada, no quería que me sintiera alterada.

Hilario se acercó con una perilla en mano, —deja intentarlo de nuevo— me pidió y  volvió a expirar algún resto de flemas que podrían estar en su boca y nariz.

Intentó resucitar a ese pequeño cuerpecito que yacía inmóvil, intentó muchas veces pero no dio resultado, entonces entendí que esto era una venganza de Astaroth, esto era la representación del odio que me tiene y que culminaría con la muerte de ella.

Extendí mis brazos y miré con súplica a Hilario, —dame a mi hija— mi voz se escuchaba entrecortada, él me tendió a mi niña sobre mi pecho.

—Lo siento, Julieta— dijo con una pena en su voz.

Besé la frente de mi niña, también a su pequeña nariz y la abrace más fuerte. —Aún esta cálida su piel— le dije a Hilario, tenía una esperanza de que eso resultara algo positivo.

Hilario se acercó y tocó un bracito de mi hija, después su mejilla con el dorso de la mano, —es cierto, pero...

Extrañamente un suspiro mostró mi hija e Hilario y yo nos miramos sorprendidos y alegres.

—¡Mi hija está viva!— expresé emocionada mientras una sonrisa adornaba mi rostro.

Hilario murmuraba una plegaria, agradecía con sus manos entrelazadas.

Yo estaba contenta, mi hija respondía a mis caricias, con su pequeña mano apretó mi dedo pulgar y sonreí aún más.

—Gracias mi vida, te agradezco que seas tan fuerte y no te hayas dado por vencida— era tanta mi dicha que me olvide de todo, me olvide de la situación en que estaba, me olvide de Amon, me olvide del engaño de Nicolás y del odio de Astaroth.

La Confesión De Un Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora