Capítulo 32 Un paseo para despedirse.

1.1K 72 0
                                    



—Así que la quieres exorcizar— dice con desconfianza Astaroth, al parecer no es una pregunta, es una confirmación.

—Así es— digo inexpresivo y cortante. Astaroth bufa molesto.

—Y se puede saber por qué harás eso, ¿acaso tienes planeado liberarla de mí?, porque sabes que eso es imposible. Esas estupideces pueden hacer efecto en un demonio común, pero en mí, ¡Jah!— y suelta una risilla irónica y un tanto molesta. —Sólo te digo una cosa, espero que no me quieras sacar del juego, sino yo mismo matare a la humana y no será nada rápida su muerte....

—Ya basta de estupideces, Astaroth,— lo interrumpo fastidiado, —ya te he dicho que a ella la puedes matar cuando quieras, al fin que sólo es un recipiente— digo sin importancia.

.
.
.

Astaroth por fin se largó al palacio, yo estoy llegando a mi castillo, aún tengo una cita pendiente...

Al entrar a los jardines nada comunes que poseo, camino tan sumido en mis pensamientos, veo como el polvo se levanta del suelo al dar paso firme, algunas flores están más coloridas y vivas que nunca. Últimamente el jardín y el castillo han tomado un aspecto más animado, es como si agradara la presencia de una alma viva, o como si tuvieran una extraña conexión que los hace mantenerse estables y así soportar todo a su alrededor.

Entro al castillo, después subo rápidamente las largas escaleras, me dirijo a mi alcoba y abro lentamente la puerta.

Al llegar a la alcoba me recargo en el marco de la puerta y observo a Julieta, parece que está muy ocupada, —tal vez si le doy un obsequio se relaje— pienso. Así que hago aparecer una serpiente en su bolso, —espero le agrade la sorpresa.

—¡AAAAHH!— un gran grito es lo que exclama Julieta al ver aquel espécimen. Toma a la serpiente en un impulso de adrenalina y la arroja hacia donde sea, pero que este lo suficientemente lejos de ella.

Tengo que confesar que estoy complacido, así que decido acercarme a ella, y no es que me burle, pero ella necesita una mascota, así que, qué mejor que una serpiente. Mis favoritas.

—Ey, tú— le digo y coloco mi mano en su hombro. Julieta se tensa por un momento, después se relaja y gira su cabeza. Me observa con una ligera sonrisa.

—Una fea serpiente estaba entre mis cosas— dice con angustia. Yo la observo y asiento con mi cabeza indicándole que entiendo.

—Yo la coloque ahí— confieso, —es un obsequio que quise darte— digo con sinceridad, a lo que ella gira totalmente su cuerpo quedando frente a mí.

—¿Que te he dicho sobre los obsequios?— me pregunta y suspira frustrada. —Sabes que agradezco tus detalles, pero aún no sabes distinguir qué es lo que nos agrada a los humanos...o al menos a las mujeres.

—Tú dijiste que extrañabas a Jessy, así que quise darte una nueva mascota— le digo recordándole sus palabras. Ella niega con la cabeza, cierra los ojos como meditando en un largo suspiro y pone su mano derecha en su cintura.

—Jessy no es una mascota, es mi familia...

—¿Cómo un cerdo enano puede ser familia tuya?— interrumpo enseguida, pues sus palabras no tienen coherencia. Ella me mira con los ojos entrecerrados.

—Lo mismo digo de tu hermano Astaroth— y sonríe de lado al momento que alza una ceja.

—No entiendo.

Ella ríe a carcajadas mientras toca su gran barriga, yo la observo mientras hace eso y recuerdo que pronto nacerá esa niña, así que tengo que apurar el plan.

La Confesión De Un Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora