Capítulo 14 Prisionero.

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¿He muerto? Fue el último pensamiento que se me cruzó por mi cabeza antes de perder el conocimiento.

—¡Julieta!— grito, me levanto agitado, toco mi pecho, pues un dolor opresivo se hace presente, —Estúpidos religiosos, me la han hecho buena,— paso mis dedos por la piel levantada de mi pecho, también se ve un color negruzco, ¡me ha quemado esa maldita agua!

Giro mi cabeza hacia todos lados, estoy en una pequeña celda sin luz, sólo hay una cama y un pequeño baño. No hay otros objetos.

Me acerco a los barrotes dorados, veo a través de ellos, hay un pasillo iluminado, esta misma luz es la que ilumina un poco mi celda. ¿Pero qué es este lugar?, todo está impecablemente limpio, los pisos reluciente, todo se ve tan...

—Jack, has despertado— aparece Hilario en una de las entradas que dan hacia estas celdas, —¿cómo te encuentras?— pregunta con una preocupación sincera.

Sonrió, después toco mi pecho, —creo que me han dado una buena paliza— digo entre broma, trato de hacer menos amena esta situación.

Por su parte Hilario me mira con un poco de lástima, —Jack...— dice con tono bajo.

—Tranquilo Hilario,— lo veo con admiración, pues a pesar de que es un religioso, nos hemos hecho buenos amigos, —no estoy sufriendo, digo, no es que sea un humano— bromeo y él sonríe.

Hilario se aclara la garganta, —¿sabes que es este lugar?— pregunta cambiando un poco su tono de voz.

—Ni idea, parece una iglesia, pero no estoy seguro, ¿por qué?— ahora me encuentro confundido.

—Esta es una de las sedes del Vaticano, te han traído aquí, Julieta está en otro lugar pero está bien.

—Está bien, sólo eso me importa— le sonrió ligeramente y me siento en el suelo, me cruzo de piernas como un Buda e Hilario hace lo mismo.

—Está bien, sólo eso me importa— le sonrió ligeramente y me siento en el suelo, me cruzo de piernas como un Buda e Hilario hace lo mismo

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—Jack, mañana estas personas te ejecutarán, lo he escuchado de uno de los altos mandos.

—Si ellos me aseguran que no dañarán a Julieta y a mi hija, que hagan conmigo lo que quieran— digo restando importancia al asunto, en cambio Hilario se tensa y frunce su entrecejo.

—Jack, aun no entiendo cómo es que llegaron hasta ti— veo a un Hilario confundido al hablar, se ve preocupado, se podría decir que más preocupado que yo.

—No te preocupes santucho, no te culpo— le digo con voz vacilante.

—No, Jack, no es eso...— se queda pensativo, —se supone que nadie más sabía de tu existencia, sólo yo, a mí me convenía tenerte cerca y ni siquiera me han avisado que detendrían a un demonio, ¿Por qué actuar así, por qué jamás vi señales de que te estaban espiando?

Yo niego con mi cabeza y lo veo a los ojos, —Hilario, ellos no me espiaban, alguien les aviso repentinamente, seguramente alguien que se enteró de mi identidad y no perdió tiempo en delatarme.

La Confesión De Un Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora