Capítulo 5 El trance

1.8K 107 4
                                    



Por fin llegamos a la casa, Julieta se quedó dormida enseguida y mientras yo veía a Jessy la cérdita que había hecho de nuevo un tiradero con su caja de arena, así que tenía mucho que hacer.

Suspiro mientras observo al mamífero enano, —¿qué haré contigo?— le hablaba a la cerda, ella sólo movía su cabeza de una lado a otro, como tratando de entender.

Cuando terminé de levantar el desastre y me senté en el sofá de la sala, prendí el televisor, le puse en las noticias amarillistas, la mini cerdita se acomodó a mi lado y empecé a acariciar su panza.

—Vamos a ver...— decía para mí mismo mientras buscaba un canal televisivo, cuando lo encontré cerré los ojos, inhalé y contuve el aire. Este proceso era como si quisiera matarme por falta de oxígeno, algo así como los berrinches de los niños, la diferencia es que a mí me servía para activar más mis sentidos.

Necesito encontrar y saber quién es el demonio que observaba muy atento a Julieta, pero sobre todo, necesito saber qué es lo que pretende.

Escuchaba la voz de la reportera del noticiero, la sirena de una patrulla, gritos de personas peleando...los sonidos se hicieron más bajos hasta llegar a ser inaudibles. Pero aún sentía la piel áspera por el pelaje de Jessy, mi mano instintivamente se movía, después...sólo se desapareció de mi tacto ese pelaje, ahora era como una sensación de vacío sin sentidos. Había una habitación muy grande y obscura, el piso reluciente y color negro que extrañamente reflejaba unas lámparas colgadas que no estaban ahí.
Una sombra negra se acercó rápidamente a mí, pero no retrocedí ni tuve miedo, lo que hice fue todo lo contrario, levanté mi mano derecha, espera su cuello llegar para destrozarlo y así fue. La sombra negra ahora se había quebrado, es como si se rompiera un jarrón de cristal, bajé un poco, apoyé mi rodilla derecha en el suelo, levante un fragmento y corte mi cuello. Empecé a sangrar, pero no intente cubrir la herida, me sentía liberado, es como una sensación de estar muriendo, sientes que te desprendes de este plano, pero ahora pasaba algo mejor, podía ver al demonio, su nombre es Matt y su rostro ya se está descubriendo mejor, sus facciones son tan familiares, hasta podría decir que es...¡¿Mi hermano?!

—Jack, Jack—  agitaban mis hombros, —¿estás bien?— la voz de una mujer preocupada pronunciaba mi nombre y de pronto, sentí una mordida en un dedo.

Abrí mis ojos, me sentía un poco aturdido, pero cuando vi a Julieta me relajé, —Julieta— dije con una sonrisa en mis labios, vi también que la causante de la mordida había sido Jessy.

Ella se alejó un poco asustada, pero enseguida regresó a mí y tocó mi rostro, —¿estás bien, amor?— estaba confundido por su pregunta y un poco incómodo por la forma tan brusca que me apretaba mis mejillas.

—Gi, egstoi ien— hablé como pude, pues sus manos apretaban tanto mis cachetes que mis labios no podían juntarse.

—Sí, ya veo— y por fin me soltó, yo por lo pronto sólo sobaba mis mejillas, —perdón, amor. Lo que pasa es que tus ojos estaban amarillos con una línea roja rodeando tu pupila.

¡Mierda!, —pero qué cosas dices Julieta— reí nervioso, —¿cómo crees?— me levanté del sofá y caminé hasta la cocina.

Julieta iba detrás de mí, —amor, de verdad, yo sé lo que vi, ¿estás seguro que no te cayó alguna sustancia?

Me serví un poco de leche en un vaso de cristal, -estoy bien- y di un sorbo.

—Amor, pero es que no sólo es eso— dijo preocupada, después rodeo mi cuerpo con sus brazos y su rostro lo acercó a mi pecho.

Dejé el vaso con leche en una de las mesas y  la abracé también, —¿entonces qué más sucede?

Ella levantó su rostro y me miró preocupante, —no estabas respirando, estabas muy frío y no te movías ni un milímetro, es como si fueras una estatua— besó mi mentón y se apretó más a mi cuerpo.

Ahora ella había visto uno de mis trances, todos estos tres años jamás me vio así, siempre fue muy fácil esconderlo, pero en esta ocasión me preocupé y apresuré por saber la identidad de aquel demonio. <<soy un estúpido>> me maldecía internamente, pues sabía que no había tenido precauciones y que sobre todo estuve muy vulnerable, que si hubiera estado cerca otro demonio, probablemente no dudaría en atacarme.

—Amor, tú eres una loquita— empecé a bromear, tratando de no tomarle importancia al tema, para por fin desviar el tema y que ella lo olvidara.

Le hacía cosquillas, ella se reía muy fuerte, su cuerpo parecía que se estuviera electrocutando, corrió a la sala, se arrojó en el sofá y se tapó con un cojín, —Ya, pido clemencia— decía mientras reía, tratando de recuperar aliento.

La mini cerdita corría y brincaba cerca de nosotros, quería unirse al juego, pero siempre terminábamos aventando su cuerpo pequeño sin querer. Aun así cargué a Jessy, se la acerqué a Julieta, —mira a tu hija, está hecha una cerda— y empezamos a reírnos.

—Dámela, deja a mi hija— la tomó en brazos y la acunó.

Yo veía a Julieta y a Jessy, me trataba de imaginar cómo sería con nuestro bebé, trataba de imaginar cómo sería nuestra vida con un hijo, pero sobre todo trataba de imaginar cómo sería nuestra familia sin secretos...


________________________________________________

Sigue leyendo.

16/10/2015

La Confesión De Un Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora