Capítulo 36 El límite del plano.

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Julieta

Cuando eres pequeña jamás crees que morirás, y si esa idea se cruza por tu mente sólo piensas en que tu mamá no se aleje de ti, que si es posible ella tome tu mano y viajen juntas a donde tengan que ir.

No he visto esa luz resplandeciente llamándome, de la cual las personas dicen que supuestamente ven los que mueren, ¿pero qué saben ellos? Tampoco he visto ángeles y no he visto a nadie esperando por mí del otro lado. Pero es porque no tengo a nadie, sólo es mi madre y mi hija. Aunque esta última está en el infierno...

¿A dónde iré?

¿Será al cielo? No lo creo.

Estoy en la habitación donde he muerto, veo a Hilario llorando junto a mí, el médico ha llegado, pero ya es tarde.

Sólo una delgada y muy fina especie de velo me limita físicamente con ellos, no puedo tocarlos, ni siquiera puedo tocar al que fue mi cuerpo.

Me causa nostalgia ver a Hilario tan abatido, es como si se sintiera culpable por mi muerte, ha puesto un rosario en mi mano, el médico se limita a quitar todo residuo de sangre de mi piel, unas monjas enfermeras lo ayudan, sacan los restos de lo que fue mi parto.

No se sí el tiempo transcurre más rápido desde donde me encuentro, pero ahora puedo observarme tendida en una cama limpia, estoy vestida con una bata blanca larga que me llega casi hasta los tobillos, mi cabello largo y peinado posa a mis costados, mis ojos se mantienen cerrados, podría decir que estoy dormida, sólo por el hecho de que estoy tan perfectamente recta en la cama.

Camino alrededor de mi cuerpo, ¿Por qué aún no me voy? ¿qué falta?

—Tus pecados están absueltos, bla, bla, bla— exclama con tono burlón Astaroth. Yo volteo rápidamente, pero ya no tengo miedo, sé que ha venido por mí, <<esto es lo que faltaba>> pienso para mis adentros, me llevara al infierno, ¡jah!, quién diría que una monja como yo terminaría enamorada y embarazada de un demonio, pero sobre todo, quién diría que mi cuñado me odiaría tanto que él mismo me llevaría a mí, a la monja, para pasar todos los días de la eternidad en el infierno. Creo que los problemas en las familias siempre existirían y esta familia no es la excepción.
Al menos no me odia mi suegra, y eso sólo porque no la conozco.

—Creo que lo único bueno de esto es que estaré un poco más cerca de mi hija— y claro, eso es verdad, ir al infierno significa estar cerca de ella.

—Ja ja ja ja— pero Astaroth vocifera una risa que me hace temblar, —en verdad eres una idiota— dice mientras camina hasta mí y me sujeta bruscamente del cabello, —¿acaso no escuchaste? tus pecados los pasare por alto, lo que quiero es que desaparezcas, largate al plano celestial o quédate vagando, no me importa que pase contigo de aquí en adelante, pero las puertas del infierno están cerradas para ti, si allá— y apunta con la mirada hacia el techo refiriéndose al plano celestial, —no te aceptan, pobre de ti, irás a vagar por el resto de la eternidad, recordando tus errores, tus pecados y la pérdida de tu querida hija— se burla y goza al recordarme eso, pero yo siento que a pesar de todo, Amon cuidara bien de nuestra hija.

De pronto siento como algo se me desprende de la piel, mi cuerpo tendido en la cama también lo resiente, es como una especie de capa que rodea mi cuerpo, como si lo soltara, dejándome libre.

Ahora siento como si me hubieran quitado un bloque de concreto muy pesado de encima, como si dejaran de oprimir mi pecho, como si mis hombros estuvieran sueltos y poder levantarlos con agilidad; esto es libertad, me siento tranquila, hay una serenidad en mi interior.

Veo como mi cuerpo físico ha tomado un aspecto más iluminado, como si en algún momento fuera a despertar, aunque sé que eso ya no es posible.

Recuerdo a Astaroth, se por qué ha hecho esto, así que vuelvo mi mirada rápidamente hasta él, pero...

Astaroth se fue, sólo así, sin decir nada más.

Camino hasta donde se encuentra Hilario, me alegra que trajera a Jessy con él, pareciera que ella si siente mi presencia, pues se ha puesto muy inquieta. —Me da gusto que hayas encontrado a una buena persona para que cuidara de ti, mi pequeña cerdita consentida— le hablo y pareciera que en verdad me entiende, pero sobre todo, que me oye.

Y como si fuera un sueño, me traslado al lugar donde se halla mi madre; la casa es desconocida para mí, pero tiene un aspecto muy de campo, hay flores secas en un jarrón adornando la entrada, mi madre se encuentra sentada en un sofá grande de color rojo, en sus manos tiene unas hojas de papel, que por el color amarillento pareciera que tienen tiempo guardadas, me acerco más y veo que se tratan de cartas, pero.. ¿A quién están dirigidas y quién las ha escrito?

Mi madre aún no sabe de mi muerte, sé que sus creencias la llevaron a actuar no de la mejor forma, pero a pesar de todo me ama y yo a ella.

Ha dejado las cartas en la mesita de té, pone sus manos en sus rostro, como si estuviera conteniendo un llanto, parece algo frustrada, así que me acerco más y veo lo que contiene escrito una de las cartas.

Carta

Han sido tantas las cosas maravillosas que pasamos juntos, sabes que te amé, pero somos muy jóvenes, yo aún tengo un largo camino por recorrer y tú igual. Ojalá me comprendas y hagas lo que tengas que hacer, te dejo dinero para que te ayude con la decisión que tomes.

Richard

Observé otra carta y lo que pude leer era sobre arrepentimiento, pero sólo era para que lo ayudara con dinero, en verdad no seguía amándola, ni siquiera me quería conocer, sólo le interesaba el dinero y seguir como un eterno jovencito que apenas está trazando su futuro o como si no tuviera una responsabilidad como padre.

Pobre de mi madre, ahora que no está Nicolás se sentirá muy sola, pero cuando se entere de mi muerte estará muy triste, eso la destruirá, sólo espero que se reponga de todo, ella es fuerte, lo sé.

Camino hasta una ventana, veo el cielo y las nubes, algunas aves cruzan alineadas perfectamente y los rayos del sol llegan ya con más intensidad hasta tocar la madera de la casa.

No sé cuántas horas han pasado, pero esta tarde es bonita, cierro mis ojos y los abro lentamente después de unos segundos, pero ya no estoy en la casa de mi madre, ahora estoy en un camino de flores, mis pies descalzos pisan el fresco césped, siento cálida mi piel y una felicidad inexplicable que crece dentro de mí, así que sólo sigo mi instinto y camino para llegar a mi destino.

No sé cuántas horas han pasado, pero esta tarde es bonita, cierro mis ojos y los abro lentamente después de unos segundos, pero ya no estoy en la casa de mi madre, ahora estoy en un camino de flores, mis pies descalzos pisan el fresco césped, sien...

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El camino se está acabando, sólo un destello muy grande de luz casi cegador está creciendo mientras me acerco más, y probablemente ya sé qué lugar es ese...

—No te vayas— y de nuevo esa voz que me estremece me está llamando.

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05/01/2016

Gracias por leer.

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