Capitulo 17

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-Mi padre siempre ha querido que me dedique al mundo de los seguros, como hizo él, mi abuelo y mi bisabuelo, pero no me va.-le confesó Christian a Ana mientras degustaban un delicioso flan de café.

-Pero algún día la empresa será tuya, ¿qué harás entonces?-quiso saber Ana.

-No lo sé. De momento, vivo el presente y el futuro más cercano, pero a largo plazo no me planteo nada. Cuando murió mi hermano, me di cuenta de que en esta vida, nada es seguro y que hay que vivir cada día como si fuera el último.

-¿Cómo se llamaba tu hermano?

-Elliot.-dijo Christian suspirando- El día de Navidad hará nueve años que murió.

-Vaya, en qué día más señalado... Ana, al ver la tristeza reflejada en los ojos de Christian, le tomó de la mano y le acarició el dorso con el pulgar. Intuía de qué había muerto su hermano por el comentario que le hizo a la pequeña Mia cuando ésta preguntó, así que no quiso continuar con el tema. Estaba pensando cambiar de conversación, cuando Christias comenzó a hablar de nuevo:

-Se había puesto hasta arriba de droga y su corazón no lo soportó más. Sólo tenía diecinueve años-a Christian se le quebró la voz, carraspeó y continuó- Habíamos intentado en varias ocasiones que se rehabilitara, pero no conseguía pasar más de dos meses limpio.

-Christian..... Lo siento muchísimo. Tuvo que ser muy duro para todos.

Ana se levantó de su silla y sentándose en el regazo de Christian, lo abrazó y lo besó dulcemente queriendo borrar con sus labios las tristes palabras que habían salido de la boca de Christian.

-Desde entonces -continuó él- en mi casa no celebramos la Navidad. Es un día triste para todos...Pero bueno -dijo recomponiéndose

- no hablemos más de penas. Acaba el postre y vámonos. Tengo mucho que hacer contigo.

La besó en el cuello y dándole un pequeño azote la hizo levantarse de sus piernas. Una vez terminada la comida, se dirigieron al ático de Christian.

Cuando aparcaron el Aston Martin en el garaje del edificio, Ana se quedó impresionada por la cantidad de maravillosos coches que había. Además, del Mercedes negro que ya conocía, Christian tenía también un Jaguar y un Maserati descapotable, pero lo que más le llamó la atención fue una moto BMW K 1200GT plateada. Se acercó a ella y sin poder evitarlo la acarició lentamente siguiendo las líneas de la moto.

-¿Es tuya?-le preguntó a Christian.

-Sí. ¿Te gusta?

-¿Qué si me gusta? ¡Mataría por tener una moto así!-contestó ella sonriendo.

-Bueno, tu Honda no está nada mal. Y cada vez que te recuerdo subida a ella con el mono de cuero negro y rojo...¡Uf! No te imaginas cómo me pongo.

Mientras Christian le decía esto, se había acercado a Ana y la abrazaba por la espalda, apretándola contra su pecho. Aspiró el dulce aroma de su pelo y cogiendo un rizo que se había soltado de su recogido, se lo llevó a los labios y lo besó. Ana se volvió entre sus brazos y le besó en la boca con avidez.

Deseaba sus caricias, su dura polla entrando y saliendo de su sexo...Cada vez estaba más excitada. Llevó su mano hacia la entrepierna de Christian y comprobó que él se encontraba en el mismo estado que ella, por lo que sin pensarlo más, se apoyó en el capó del Aston Martin y le dijo a Christian mirándole fijamente a los ojos:

-Hazme tuya. Aquí y ahora.

Christian le desabrochó el abrigo a Ana y metiendo sus manos por dentro, comenzó a subirle la falda gris que llevaba, mientras no dejaba de besarla y ella de acariciarle.

Puso sus manos en los muslos de Ana y soltó un gruñido de satisfacción al comprobar que llevaba medias con liguero.

Se separó de Ana unos instantes para mirar hacia sus piernas y aquella visión hizo que su pene se endureciera más todavía. Ardía en deseos de poseerla. La miró a los ojos y vio el brillo de la excitación en ellos y cómo Ana, mordiéndose el labio inferior, le incitaba a que no esperase más y la penetrase.

Ella comenzó a desabrocharle los vaqueros a Christian y éste, sacando un preservativo del bolsillo trasero, se lo puso una vez que su miembro quedó libre de ropa.

Cogiéndola de las caderas, la acercó más al borde del capó del coche, y separándole las braguitas a un lado para dejar su mojada hendidura al descubierto, colocó la corona rosada de su pene en el principio de la vagina de Ana y se fue introduciendo en ella lentamente, centímetro a centímetro, saboreando cada instante hasta que la llenó por completo y comenzó a moverse con un ritmo cadencioso que les hizo a los dos jadear de placer. Ana no podía dejar de besar a Christian.

Sabía la manera en que a él le gustaba que lo hiciera y cuando sintió que ambos estaban llegando al clímax, le besó así una y otra vez hasta que sus cuerpos se relajaron después de haber estado en el cielo aquellos minutos.

Continuaron abrazados hasta que Christian le susurró en el oído:

-Saluda a la cámara, preciosa.

-¿Qué cámara? -preguntó Ana sorprendida.

Christian señaló unas bolas negras situadas en el techo del garaje y con una sonrisa dijo:

-Tenemos videovigilancia en todo el edificio-y al ver la cara de estupefacción de Ana, se apresuró a decir- Pero no te preocupes, le pediré la cinta al vigilante y la destruiré.

-¿Has permitido que follemos aquí sabiendo que nos estaban grabando?-preguntó Ana enfadada.

-Lo siento, cielo, pero controlar mis impulsos cuando estoy contigo no es mi punto fuerte.-le respondió Christian sonriendo.

-Eres....Eres....¡Diossssssss! ¡Qué vergüenza!

Y apartándole de un empujón, se bajó del capó del Aston Martin y se colocó bien la falda y el abrigo, dándole la espalda a las cámaras mientras no dejaba de maldecir. Chritian, divertido por la cantidad de insultos que salían por su boca, se quitó el condón y se recompuso la ropa. La cogió de la mano y se dirigieron al ascensor, mientras ella seguía con su enojo.

-Te voy a matar-continuaba Ana mientras salían del ascensor y se paraban frente a una gran puerta de roble oscuro.

-Bienvenida a mi casa -le contestó Christian ignorando su comentario y abriendo la puerta.

A cada paso que daba Ana dentro del lujoso ático, se maravillaba más por la grandiosidad del mismo y la calidad de los muebles, cuadros y esculturas que encontraba. El suelo y las paredes estaban forrados completamente de madera y mullidas alfombras amortiguaban el sonido de los tacones de los zapatos de Ana. Boquiabierta llegó al salón, donde un enorme televisor de plasma de la marca Loewe presidía la estancia.

Frente a él un gran sofá de cuero negro y una mesita con varios periódicos perfectamente alineados. En el otro extremo del salón había una mesa de cristal con ocho sillas y detrás de ella una barra con varios taburetes, que separaba la enorme cocina del salón. Unos grandes ventanales daban acceso a una terraza llena de plantas, con jacuzzi y dos hamacas de madera.

-¡Qué maravilla de cocina! Lo que disfrutaría yo en una así. ¡Pero si tienes una Thermomix y todo! -exclamó Ana ilusionada.

-Se la compré a Matilde hace poco. Es el último modelo. -dijo Christian riendo.

-¿Matilde? ¿Quién es Matilde?-preguntó Anafrunciendo el ceño.

-Es quien se ocupa de que la casa esté limpia, que no falte comida en la nevera, en fin de todo.

Digamos que es como mi segunda madre. A parte de cuidar de la casa, cuida de mí desde que tenía ocho años. Al principio vivía con nosotros, donde residen mis padres ahora, pero cuando me independicé, me la traje conmigo.

-Entonces, no estás solo.-afirmó Ana.

-Te equivocas. En el ático sólo vivo yo. Matilde vive en el piso de abajo con su marido. Ven, sigamos viendo la casa.

Entre Mis Brazos ( Christian - Ana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora