CAPITULO 25 (maratón 5/5)

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—Un compañero nos ha visto besándonos esta mañana y me ha dicho algunas cosas que no me han sentado bien.

—¿Qué cosas te ha dicho?

—Bah, no tiene importancia.— le contestó ella tratando de dejar el
tema.

—Sí estás así de seria por lo que te haya dicho el imbécil ese, sí tiene importancia. Todo lo que tenga que ver contigo me importa. Y mucho. Así
que suéltalo.

—Que no, Christian. Además ya le he dicho que no se meta en mi vida
privada.

—Ana.... —insistió él.

—Está bien.— dijo ella suspirando.

Ana le contó todo lo que su compañero José le había dicho sobre su relación con Christian, sobre cómo reaccionaría el padre de éste al saberlo y demás.   

Christian escuchó pacientemente todas las explicaciones que ella le daba, pero cuando le dijo que ella creía que su compañero tenía razón al decir que sus padres se tomarían mal una relación con una chica como ella, Christian la interrumpió.

—¿Has notado a mi padre distinto hoy o el viernes? ¿Se dirige a ti o te trata de otra manera diferente a como lo hacía antes de que empezáramos a vernos?

—No, pero seguro que en cuanto lo sepa, cambiará y es posible que me despida.

En ese momento llegaron al garaje del edificio de Christian. Una vez aparcado el coche, Christian se giró hacia ella y le confesó:

—Mi padre ya lo sabe.

Ana abrió la boca asombrada y balbuceó:

—¿Desde.....desde cuándo?

—Desde el viernes. Cuando te mandé las rosas, quise asegurarme de que te llegaban bien, así que subí un momento a la oficina. Pero tú estabas desayunando. Mi padre me vio y me preguntó qué hacía por allí, así que se lo conté.

—¡Ay, Dios, ay, Dios! ¡Qué vergüenza! —dijo Ana tapándose la cara con las manos.

Christian comenzó a reírse.

—Ana, no tienes de qué preocuparte. A él le parece bien que estemos juntos. Te aprecia mucho. Dice que, además de ser una eficiente secretaria, en estos años que llevas trabajando codo con codo con él, le has demostrado que eres una buena persona y se alegra de que yo te haya encontrado.

Ana le miraba boquiabierta. Christian le puso un dedo en la barbilla y le cerró la boca. La cogió de la nuca y acercándola a sus labios, la besó.

—No me lo puedo creer —comenzó a decir ella— ¿Lo sabe desde el viernes? ¿Sabe que he pasado el fin de semana contigo, en tu casa? ¡Ay, Dios, ay, Diossss! Y las flores...¡Qué bochorno!

El martes Ana llegó a trabajar bastante nerviosa. Desde que Christian le había dicho que su padre conocía su relación y la aprobaba, se sentía más en el punto de mira de su jefe, aunque le tranquilizaba que viera aquello con buenos ojos, no dejaba de preocuparse porque quizá cometiera algún error en su trabajo y su jefe lo achacase a la relación que mantenía con su hijo. Ahora, más que nunca, debía realizar su labor a la perfección. Sin fallos.

Nada más encender el ordenador, el señor Grey, la llamó para que pasase a su despacho. Ana entró con el estómago encogido por los nervios. Se sentó frente a la gran mesa de caoba y desviando la mirada hacia su tablet, comenzó a repasar con él la agenda del día. Al cabo de un rato, el señor Grey le preguntó:

—¿Se encuentra bien, señorita Steele? Hoy la noto un poco ¿nerviosa?

Ana levantó la vista hacia su jefe y sonrojándose contestó:

Entre Mis Brazos ( Christian - Ana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora