CAPÍTULO 12

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-Pues a mí me parece que de sosa tiene poco. ¿Has visto como le
sonreía y se pegaba a él cuando le estaba hablando?-replicó Kate.
-Eso le pasa a Christian con todas las chica que conoce. Ninguna se
resiste a sus encantos. Pero él tiene muy claro lo que quiere. Y Ángela
Mayor no es lo que él desea en estos momentos.

Christian se acercó a ellos tras dejar a Ángela a bordo de un taxi y
comenzó a hablar con Martín sobre los últimos detalles del desfile. El
grupo Maroon 5 actuaría en el evento. Adam Levine, el cantante, y Christian
se habían conocido en los años que Christian estudió en Europa y
seguían manteniendo la amistad, por lo cual, no hubo ningún problema
cuando christian habló con el mánager del grupo y con el cantante.
-Guauuuu, cuando Ana se entere de que van a actuar en el desfile, va
a volverse loca.-dijo Mate- Le encanta Adam. Yo creo que sus sueños más
húmedos los tiene con él.

Los chicos se rieron por el comentario. A los dos les encantaba la
forma de hablar de Kate y Ana, siempre diciendo lo que primero se les
pasaba por la cabeza. Ellas eran la alegría en persona, aunque Ana sacara
de sus casillas a Christian de vez en cuando. Se quedó unos instantes
pensando en ella y sintió el impulso de verla.
-¿Te vas ya para casa, Kate?-le preguntó Christian.
-Sí. Ana tiene que estar a punto de llegar del gimnasio y se ha
empeñado en que la ayude a preparar la cena. Sabe que odio la cocina,
pero aún así no se da por vencida. Siempre intenta enseñarme a hacer algo
porque dice que no va a estar toda la vida conmigo.
-Claro, se preocupa por ti. Pensará que qué vas a comer cuando ella
tenga su propia familia y no vivan juntas.-le contestó Chrisian.
-O qué voy a comer yo.-dijo Martín sonriendo a Kate.
-Pero si tú tienes quien cocine, Martín-le comentó Christian- Igual
que yo tengo a Matilde, que se ocupa de todo en mi casa.
-De todas formas-dijo Kate
- Ana lo hace para cuando me case yo y me vaya del piso. Para que no envenene a mi marido y mis hijos.

Los chicos se carcajearon por el comentario de Kate. Martín la
atrajo hacia él y después de darla un beso en los labios, le dijo:
-Tú por eso no te preocupes, tesorito. Siempre hay restaurantes a
los que ir a comer.
-Será con tu sueldazo de abogado, porque mi hermana y yo somos
mileuristas y no podemos ir todos los días a comer de carta.
-Aún así, no está de más que aprendas algo. Ana cocina muy bien.-
le dijo Christian.
-¡Para lo que le va a servir! Cuando se quede más sola que la una y
no tenga a nadie que pruebe sus exquisiteces, ¿de qué le servirá cocinar tan
bien?-comentó Kate sarcástica.
-¿Por qué dices eso?-preguntó Christian curioso- Ana es una mujer
muy atractiva y seguro que encuentra alguien con quien compartir su vida.
"Aunque con el carácter que tiene......" pensó Christian.
-Si no es porque le falte belleza a mi hermana, pero con lo poco
dispuesta que está a enamorarse...Vamos que la palabra Amor, le da una
alergia que flipas. Yo creo que hasta le sale sarpullido cuando la oye.-
respondió Kate.

Martín comenzó a reírse, pero Christian se quedó pensativo.
Caminaron hacia los coches de los chicos y cada cual se montó en el suyo.
Martín llevó a Kate a casa y Christian les siguió. Quería ver a Ana.
Necesitaba verla después de tres días sin saber de ella. Y como Kate
había dicho que estaría a punto de llegar a su casa, Christian pensó que quizá
tendría suerte y la encontrase por la calle.

El último comentario de Kate
sobre su hermana, aún le rondaba la cabeza. "¿Alérgica al amor? ¡Qué
tontería! Pero si todas las chicas estaban deseando que apareciera en sus cosas un príncipe azul pensó Christian.
No tuvo suerte. Cuando llegaron al piso que compartían las
hermanas, Ana ya estaba en casa, y como Kate no invitó a Martín a
subir, Christian tampoco pudo hacerlo. Se marchó de allí con una gran
decepción.

El miércoles pensó llamarla e invitarla a cenar, pero estuvo muy
ocupado con los últimos preparativos del desfile y no pudo hacerlo, por
lo que pensó que el viernes lo haría. Cada día que pasaba sin verla o
hablar con ella, aunque fuera para terminar discutiendo, para Christian era una tortura. ¿Qué le estaba pasando con aquella chica? Sentía que la
necesitaba como el aire para respirar. Por las noches se dormía pensando
en ella y por las mañanas se despertaba después de haber soñado con Ana.

A cada minuto su mente volaba y volvía junto a ella una y otra vez. ¿Se
estaba enamorando de Ana? No sabía que contestar a esa pregunta.

Llegó el jueves y la discoteca era un hervidero de actividad. El
diseñador estaba atacado de los nervios porque le faltaba una modelo y entre las demás tendrían que repartirse las prendas que debía haber lucido
la chica que no desfilaba. Christian lo contemplaba todo desde su oficina.
Con él estaban los componentes del grupo musical que actuaría durante el evento. Martín entró seguido de Kate, que al ver a los guapos chicos americanos no pudo dejar de exclamar:
-¡Ay, Dios! ¡Pero si estan más buenos que el chocolate con churros
después de una noche de marcha! No me extraña que Ana esté tan
atontadita contigo.-dijo dirigiéndose al cantante, que la miraba sonriente.
-Haberle dicho que viniera para conocerlos.-le contestó Christian.
-Pero si ha venido. Está abajo, con Richar.-respondió ella.
-¿Y por qué no ha subido a la oficina? ¿Sigue enfadada conmigo
por lo del Zoo?
-No, qué va. Es que se está probando los modelitos que tiene que
lucir en la pasarela.
-¿Cómo dices? -preguntó Christian alucinando.
-Ana va a desfilar, ¿no lo sabías?-intervino Martín.
-Pues no. Cuando Kate dijo en la chocolatería lo del desfile,
pensé que Ana vendría a verlo, no a participar en él. Pero da igual. Ahora
mismo bajo y hablo con ella. No voy a permitir que salga medio desnuda
delante de tanta gente.
Y salió corriendo de la oficina. Martín y Kate cruzaron una mirada
y ésta dijo:
-Se va a liar. Ana estaba en los camerinos prefabricados que habían instalado para
la ocasión, hablando con su amigo de la infancia Richar. Llevaban sin
verse un año, justo desde el último desfile en el que habían participado ella
y Kate.
-Sigues igual de preciosa que siempre.-le dijo Richar.
-Tú que me ves con buenos ojos.-se rió Ana- Dime, ¿qué tal
Isabel y los niños? ¿Por qué no te acompañan en este viaje?
-Uf, cualquiera saca a Isabel de París. Desde que nos fuimos a vivir
allí, cada vez le cuesta más venir o ir a cualquier otro sitio. La
ciudad la tiene hipnotizada. Ya sabes que siempre le gustó y que era su
sueño que nos mudáramos allí y una vez lo hicimos..... Además, los niños
tienen que ir al colegio y al ser el desfile entre semana.....
-Ya, ya, lo entiendo. París es magnífica. Me acuerdo del fin de
semana que nos invitastes a Kate y a mí el año pasado. Nos encantó.-
le contestó Ana a su gran amigo de la infancia.
-Ya sabes que mi casa está abierta para ustedes siempre.-
respondió el diseñador- Por cierto, me apena muchísimo que Kate no
desfile esta vez. ¿Es cierto eso de que está con Martín Díaz y que éste le ha
prohibido subirse a la pasarela? ¿No sabe que simplemente es un hobby y
que lo hacés por facilitarme a mí las cosas?
-Supongo que Kate se lo habrá explicado, pero debe ser un
celoso de tomo y lomo y no ha habido manera. Menos mal que yo no
tengo novio. -se carcajeó Ana.
En ese momento, Christian entró en los vestuarios y oyó el final de la conversación. Se enfureció más de lo que ya estaba y cuando se acercó a
Ana, la agarró por un brazo y tras disculparse con el diseñador, la sacó de allí.
-¿Se puede saber qué haces así vestida? O mejor dicho, medio
desnuda.-le espetó con furia.
-¿Y a ti qué te importa?-le contestó Ana de malos modos.
-¿Qué qué me importa? No voy a consentir que nadie, me oyes,
¡nadie! te vea así.
-¿Pero tú eres tonto o qué te pasa? Y suéltame el brazo. Me estás
haciendo daño.
Christian, en lugar de soltarla, la cogió del otro brazo y la apoyó contra
una pared acorralándola con el metro noventa que medía su cuerpo.
-No voy a dejarte subir a la pasarela-siseó- Así que ahora mismo
entras ahí, te vistes y te vienes conmigo a la oficina.
-¿Pero tú de qué vas, tío listo? A mí no me das órdenes, que no soy
ninguna empleada tuya.-se encaró con él- ¿Qué te has creído? ¿Qué por
ser Christian Grey estás por encima de todos y tienes derecho a decirle a la
gente lo que tiene que hacer y lo que no?
-Ana, no me hagas enfadar. Vístete y olvida esa tontería de lucirte
delante de todos en ropa interior.-masculló Christian cada vez más
enfurecido.
-¡Ja! ¡Ni lo sueñes! Richar es amigo mío desde que éramos niños y
siempre ha contado conmigo y con Kate para alguno de sus desfiles. Si
la idiota de mi hermana le baila el agua a Martín y acata todas sus órdenes, peor para ella, pero yo no tengo que hacer lo que tú me digas, ¿y sabes por qué? Porqué tú y yo no somos nada, ¿lo entiendes? ¡Nada! -le gritó Ana fuera de sí. Christian la observó unos instantes. Estaba muy sexy con el conjunto de
seda negro que llevaba puesto. Le realzaba el pecho y al mirar la braguita,
recordó el tatuaje que en ella se escondía. Comenzó a excitarse. Dirigió la mirada hacia sus carnosos labios mientras Ana seguía gritándole que no eran nada y en un acto reflejo, la besó. Al principio ella se resistió pero tras unos segundos aceptó el beso de Christian y le hizo lo que tanto le gustaba. Le succionó el labio inferior, le mordió con fuerza y le pasó la lengua para mitigar el dolor. A Christian le encendió más todavía y se aplastó contra ella como si quisiera meterse en su interior. Comenzó a acariciarla y lentamente sus manos fueron subiendo hasta su rostro,
cogiéndoselo con ambas manos y besándola con más ardor.

Entre Mis Brazos ( Christian - Ana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora