Después de haberme desahogado en frente de mi madre hablando del tema que más odio, me fui a la cama. No hacía más que dar vueltas en el colchón, por lo que no dormí mucho más de cinco horas. Soñé que iba en busca de los cámaras del estadio y los torturaba a todos hasta que al final morían, cómo hacían en el tribunal de la inquisición que me enseñó mi maestra de historia en el instituto, solo que la tortura consistía en quemar una a una las extremidades de sus cuerpos, empezando por los pies, las rodillas, las caderas, el cuello, la cabeza...hasta que el corazón les dejaba de latir. No tengo ni la más remota idea de por qué motivo tuve un sueño tan macabro, todavía quedaba guardada parte de ira que no la había dejado escapar, de haber sido así, esos tíos ahora mismo estarían en sus tumbas bajo tierra, si es que fue posible encontrar los cuerpos o no me había pasado de grados.
A la mañana siguiente, cuando me desperté, mi madre no estaba en casa. Supuse que había ido de nuevo a comprar o a visitar a su hermana, pero caí en la cuenta de que no había falta de comida y que a mi tía fue a visitarla ayer. Iba a prepararme el desayuno cuando vi una notita en la repisa de la cocina:
''He salido un momento. No te preocupes, estoy bien. ¡Llego lo más rápido que pueda!''
Se me escapó un suspiro. Mamá estaba bien, no tenía de qué preocuparme.
Subí de nuevo las escaleras y escogí la ropa que quería ponerme: unos vaqueros, un top naranja y un par de deportivas de color blanco. Me recogí el pelo en una trenza que me llegaba casi hasta la cadera. Y, como siempre, dejé las dos mechas azules libres del recogido. Seguidamente, encendí la televisión y me puse a ver mi programa favorito. Estaba recostada en la cama cuando escuché algo que me indicó que algo no iba bien. Sonó el timbre de mi casa, me asomé por la ventana y pude ver a Patrick acompañado por tres guardias, como los que vimos en la entrada del estadio, armados. Me dio un vuelco el corazón. ¿Qué demonios hacían allí? ¿Y cómo sabían mi dirección? Estuve segura de que mamá no se la dio. El timbre siguió sonando, pero yo tenía claro que no iba a abrir. Intenté seguir viendo la televisión como si no hubiera pasado nada, cómo si mamá estuviera ahora mismo en casa. Hasta que se cansaron de esperar... Escuché unos pasos y el repiqueteo de unas llaves.
-Mierda, hicisteis mal la copia de las llaves. Esta no responde a la cerradura.-Dijo una voz que no conocía y que no había escuchado antes.
-Dejádmelo a mí. Os dije que no hacía falta ninguna llave.-Esta segunda voz era mucho más ronca y agresiva.
Tras decir esto, se escuchó un fuerte estruendo en la planta de abajo.
<<Oh no ,no, no, ¿no se habrán atrevido a echar la puerta abajo verdad?>>
-Sara, ¿dónde estás?-Estaban llamando a mi madre.
-Vamos, sé que estás aquí. De nada sirve esconderte o huir tan rápido como tú solo sabes.-Estaba segura, esta era la voz de Pat.
¿Qué?¿Sabía que mi madre era diferente? No entendía nada.
Me levanté de la cama y me tiré al suelo. Avancé a gatas hasta el mueble de debajo de la tele y me cubrí con él.
-Sara, sal de donde estés, Solo queremos hablar contigo.-Siguió insistiendo Pat.
Yo estaba temblando. No sabía si debía bajar y enfrentarme a ellos o esperar a que viniera mi madre, aunque lo más probable era que me encontraran antes de que ella pudiese llegar. Gateé hasta llegar a un palo de béisbol que me regaló mi padre dos años antes de su muerte, y lo apoyé en mi regazo, preparada para usarlo si era necesario. Me armé de valor y me asomé por las escaleras, todavía en el suelo. En efecto, habían reventado la puerta. Esa era una pista de que por lo menos uno de ellos era demasiado fuerte como para hacerle algún rasguño al pegarle con un bate de béisbol, pero para los demás que lo acompañaban, podía servir. Me deslicé hacia el primer escalón, luego al segundo , después al tercero, hasta llegar a la puerta caída. Quise salir corriendo, ya que tenía la puerta más que abierta, pero me dije a mí misma que si estaban buscando a mi madre, también me buscaban a mí. Guardé el bate detrás de mi espalda y caminé varios pasos hasta que los vi. Estaban rebuscando en los cajones del salón. Eran tres, y todos iban vestidos con un extraño uniforme de color negro, muy ajustado. Cuando menos me lo esperé, se giraron en dirección mía y me identificaron.
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¿Esa Soy Yo?
Science-FictionElla era una chica normal, incapaz de manejar su furia. La buscan, pero ella se esconde. Le hablan, pero ella calla. La encuentran, pero ella escapa. Él era un chico normal, capaz de enfrentarse a la ira de ella. Lo manejan, pero él corta las cuerd...