PARTE 19

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Selena

Retrocedí aturdida. No podía terminar de creer lo que veían mis ojos: Leo no podía estar muerto.

Un murmullo de preguntas atacó mi mente: ¿qué le habrá ocurrido? ¿por qué está en esta sala junto con los demás que pertenecían a la base? ¿habrá sido asesinado? ¿por quién?

Más preguntas sin respuestas.

En un intento de alejarme de aquella sábana que cubría el cuerpo de Leo, advertí que la mujer ya no estaba ahí, cuando hace unos minutos estaba tan asustada cómo yo, mirando al cadáver que yacía sobre la metálica mesa. Ni siquiera me dijo su nombre, pero ella si sabía el mío por muy extraño que pareciera, ya que no se lo nombré en ningún instante.

Decidí mirar por última vez el cuerpo de mi amigo, estudiarlo una última vez, pero cuando me giré para hacerlo...él no estaba allí. Empecé a pensar que estaba siendo presa de un sueño: primero la mujer que desaparece de la nada y después, el cuerpo de mi compañero muerto también se esfuma. Creía estar delirando, pero entonces decidí mirar los demás cuerpos, por si también habían desaparecido. No tardé en hallar la respuesta: los demás cuerpos seguían sobre sus plataformas, inertes, como si ni el aire se atreviera a tocarlos. Con sus mismos rostros de personas durmientes, aunque sabía que estaban más que durmiendo y que nunca despertarían.

Parpadeé varias veces y me froté los párpados, deseando que todo volviera a la normalidad, que me encontrara en mi acogedora casa y que todo esto hubiera sido un sueño. Pero, cuando volví a abrir los ojos, me encontraba en la misma asquerosa sala, repleta de muertos que parecía que cobrarían vida en cualquier momento.

Decidí salir de ese lugar cuanto antes, pero cuando alcancé el pomo de la puerta y comencé a girarlo, alguien me agarró del hombro y provocó que me volviera a girar hacia la persona...o lo que antes fue una persona...

Grité con todas mis fuerzas, deseando que esa horrible imagen se borrara de una vez de mi tocada mente. Sentí que la sangre huía de mi cuerpo y las piernas me flojearon, obligándome a caer desmayada sobre el frío suelo de metal.

Leo se hallaba frente a mí, con los ojos salidos de sus cuencas y la boca llena de afilados dientes sedientos de sangre. Su rostro seguía bañado en sangre, como cuando lo vi por última vez, muerto.

Alargó un brazo con la intención de agarrarme el pelo, pero no se lo permití. Por mucho que me costó, saqué una de mis cuchillas y le rebané el brazo, provocando un fuerte aullido de dolor por parte de mi ex-compañero. Seguí con la mirada la dirección de su brazo cortado, que cayó también sobre el suelo plateado, y al chocar, dejó a su paso numerosas gotas de sangre roja. Aparté la mirada ante tan gore imagen y agarré de nuevo el pomo de la puerta. Pero, para mi gran angustia, ésta no cedió, se quedó encallada justo cuando más necesitaba huir de aquella sala. Mis lágrimas comenzaron a desbordarse de mis ojos, bajando hasta mis mejillas, para finalmente caer sobre mi ajustado traje negro. Leo continuó acercándose a mí, con la boca abierta, ansioso por arrancarme la piel bocado a bocado.

En ese momento supe que ya no tenía escapatoria, iba a morir a manos de un muerto viviente que días atrás me acompañaba en nuestro maldito viaje hacia aquí.

Cerré los ojos gritando de terror y me protegí la cabeza con las manos, cómo si eso tuviera efecto...

Entonces, cuando casi pude notar el contacto de la piel seca y sin vida del zombi, una risa malévola inundó mis tímpanos. Levanté la cabeza y por fin abrí los ojos. Aquel rostro que tanto odiábamos se alzaba frente al mío. Su pelo canoso relucía por los rayos de Sol, mientras no paraba de hacer oír aquella risa asquerosa que salía de su sucia boca. No pude contener la mueca de odio que le lancé. Mi expresión le provocó más risas aún, lo que me dio el valor suficiente para plantarme en frente de él y ponerle una cuchilla en el cuello, rozando su escurridiza nuez,y bloqueando cualquier movimiento por su parte. Al reaccionar, se le cortó la risa de cuajo, lo que me hizo a mí burlarme de él sin parar de sentirme superior.

-No te conviene hacer eso, jovencita.-Me dijo, intentando que su nuez no tocara más el cuchillo de lo que ya lo tocaba.

-Debería matarme aquí y ahora mismo. Deberías estar orgulloso de que no lo haya hecho todavía.-Le contesté sin despegar la cuchilla de su garganta.

-Si me matas, jamás podrás volver con tus amigos.

-¿Ah,no? ¿Y por qué debería creerte...viejecito?

Al decir esto, una extraña sensación de venganza me invadió por completo, tanto que casi estuve a punto de volver a reírme a carcajadas delante de su arrugada cara.

-Porque no te sabes el camino.

Al final, me reí.

-JA JA JA, ¡ni que fuera Gretel esperando a su hermanito Hansel para emprender un delicioso caminito a base de migas de pan con el infantil objetivo de llegar a una casita de dulces!

Me sorprendí por mi gracioso cumplido, y sobre todo, por mi grata valentía. Nunca hubiese sido capaz de inventarme algo así en un abrir y cerrar de ojos, esta aventura me estaba haciendo cambiar mi forma de ser hacia los malvados, y eso me provocaba cierta satisfacción. Me gustaba esa sensación lo suficiente como para seguir probándola.

Miré a Pat,que se había quedado con la boca abierta ante mi perfecta reacción, lo que me hizo sentirme cada vez más orgullosa de mí misma. Iria no se creería lo que acababa de decir. Era la típica chica calladita que dejaba que los demás le insultaran,pero en ese momento tuve claro que esa idea referente a mí iba a cambiar por completo. Pelearía por mis sueños, por mis decisiones y por mi forma de ser, y al final venceré.

Entonces caí en la cuenta: ¿Dónde estaría Iria? Debía sacarle toda la información necesaria para que me confesara su ubicación, y si era posible, también la de Sara. A Leo ya lo había encontrado...y digamos que no en muy buenas condiciones... Si el hombre que tenía frente a mí era el causante de su muerte, pagaría por ello.

-¿Dónde está Iria, eh?-Le amenacé con responder de la forma más dura que pude, apretando cada vez más el cuchillo contra su cuello, lo que le provocó un gritito de dolor.

-Si me quitas esto de encima te lo diré.

-Ni en tus sueños, viejo.

-¿Prefieres hacerlo por las malas, de verdad?-Me preguntó vacilante, enarcando una ceja y elevando la comisura izquierda de la boca.

-Cállate, estúpido.

-Está bien...tú lo has querido.

-¿Que quieres dec...?

No pude terminar de elaborar la pregunta. Un paisaje tenebroso, como salido de una película me engulló por completo. Miré mis manos esperando encontrar a Pat, pero no estaba. Era como si hubiese estado apuntando con un cuchillo al cuello de un fantasma, por la rapidez en la que éste se desvaneció.

Las luces se apagaron justo en ese instante. Corrí, buscando el interruptor de la luz, pero tampoco estaba. Todos mis recursos se habían esfumado cómo la pólvora. Giré, buscando el pomo de la puerta, pero tampoco apareció.

Entonces, me di cuenta: estaba atrapada entre cuatro paredes, que amenazaban con aplastarme cada vez más.

Algo rodó hasta llegar a mis manos. Lo cogí, lo palpé e identifiqué de que se trataba: una linterna. Sentía algo cálido,como vaho que se apresuraba en entrar en mis fosas nasales. Me tapé la nariz, temiendo de que fuera algún gas mortífero. Encendí la linterna y alumbré en la dirección proveniente del gas.

No pude parar de gritar. De nuevo, estaba Leo frente a mí. Sin ojos, ensangrentado hasta las trancas y tirándome su apestoso aliento a la cara, con sed de mi sangre.

¿Esa Soy Yo?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora