Capítulo 34

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-Despierta Bella durmiente- una mano sacude mi hombro con violencia. Estoy demasiado dormida como para abrir los ojos.

Me froto los ojos y bostezo intentando poder abrir mis pesados párpados. Entreabro los ojos y veo a William a mi lado, y que mi habitación está a oscuras, completamente.

-¿Que hora es?- me atrevo a preguntarle. Por mi dolor de cabeza y la forma en la que arrastro las palabras con voz ronca, más de 12 horas están aseguradas de mona.

-Míralo tú misma- sonríe. Es muy tarde. Muy muy tarde.

Miro la pantallita de mi reloj de pulsera y puedo ver claramente la hora: 17:03.

-¡LAS 5!- grito. Si me acosté después de la fiesta por la madrugada, es imposible que sean las 17:03 de la tarde, ya que mi media de horas dormida son 10 y eso supondría un super madrugon.- ¿Que día es hoy?- comienzo a volver a la realidad y a poder mover mis pies dormidos.

-El día en el que has de comenzar a trabajar a las 17:30.- me mueve el pelo con ternura y con un vaso de cristal me derrama agua helada sobre la cara.

Salto de la cama de un salto y comienzo a gritarle de todo menos guapo. Me acaba de tirar agua a bajo zero en pleno invierno. Si no fuese mi hermano le mataría, cortandile en pedacitos pequeños. Se ve que el motivo para congelarme la cara es supuestamente que no quiere que llegue tarde mi primer día de trabajo en el restaurante o lo que diablos sea de la propiedad del amigo de papá. Sé que en realidad solo quiere reírse un rato. Es mala persona....

-¡Corre, corre!- me aprisa aplaudiendo y siguiendome por toda mi habitación mientras voy preparándome para no llegar tarde mi primer día de trabajo. Tengo que ayudar a mi familia a salir adelante.

Salgo a y cuarto, y sin darle razones a mamá de porque me he levantado a tiempo sin saber a que hora tenia que ir a trabajar ( William habrá escuchado hablar a mamá y papá del tema y me ha avisado de la hora), me despido y salgo corriendo por la puerta.

Antes de salir, le he dado a William unas llaves de sobra que tengo por si acaso. De momento no necesita salir, pero, ¿y si sí?

Llego al lugar del que mamá me ha indicado la ubicación. Es un restaurante con manteles rojos y paredes negras, moderno pero antiguo a la vez, en el que se huele pescado desde las cocinas. El local ya tiene algunas mesas ocupadas por gente que viene a merendar algo. La barra es larga y ancha y los taburetes frente a ella indican que se pueden picar cosas rápidas.

-Hola. Soy Leah...- digo antes de que me interrumpa el hombre rechoncho que sale a la barra en cuanto me ve.

Lleva una especie de bata negra con rayas rojas, como un delantal pero sin cordones a la espalda. Será mi futuro uniforme.

-Oh, si, ya sé. Te esperábamos, pero tu madre llamó diciendo que al final no ibas a venir. - se explica.

-Pues he podido venir.- contesto con nerviosismo.

El hombre regordete entra a las cocinas y al rato vuelve a salir acompañado de un hombre joven, de unos 30 años, con espesa barba negra y el pelo rapado al zero. Sus ojos negros me miran de arriba a abajo y comenta unas cosas con su compañero. Llevan la misma ropa.

-Leah. Encantado- me estrecha la mano.- Soy el dueño de este antro, en el que he gastado cada gota de esfuerzo.- con las manos gesticula refiriéndose al restaurante.- El Lago Azul, se llama. Como la pelicula- no sé qué película es esa, pero aún así, me limitó a asentir y sonreír para parecer lo más amable posible.- Me llamo Chuck Rivers, y soy amigo de tu padre de la universidad. A partir de ahora seré tu jefe. Trabajarás de 17:30 hasta las 21:00 los fines de semana y festivos, los dias de cada día, de 18:00 a 20:00. No trabajarás todos los días, tranquila- me dice sonriendo. En cuanto me ha dicho mis horarios me he horrorizado. Adiós a mi vida social. Adiós al tiempo libre. Al menos el señor Rivers parece un buen tío, aunque su sonrisa que parece que no puede dejar de dibujar, me da miedo. Demasiada felicidad.

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