Capítulo 51

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- Voy a ir a tu casa, a no ser que prefieras quedarte en la mía.- me dice, con una media sonrisa que me da ganas de sonreír a mí también, pero no lo hago ya que parecería que me lo estoy tomando a broma.

- Mi casa, mi casa- le respondo después de un rato, dándome por vencida.

Sin dejar de lado su media sonrisa, pone su brazo sobre mis hombros, estrechándome contra él hasta salir de su casa. No había nadie en casa, y aunque me extrañe, no le pregunto nada por si acaso eso provoca un cambio de humor por su parte. 

Andando de su casa a la mía hay un buen cacho y en todo el camino no para de hacerme reír, haciéndome olvidar todo lo que ha pasado en los últimos días, recuperando así el tiempo perdido sin él.

- ¿Y sabes cuánto tardé con tres años en aprender a montar en bici?

- Sorpréndeme.- digo casi sin poder hablar de la risa.

- Nunca he aprendido.

- ¿No sabes montar en bici?- pregunto realmente sorprendida.

- No. Y mira lo poco que me ha hecho falta.

- Nunca sabes cuando vas a tener que huir con bici. Fíjate tú las películas del Spielberg, jamás habrías podido formar parte de uno de sus grupitos de amigos aventureros. 

Se ríe a carcajada limpia, dejando que escuche por primera vez ese ruido que todos hacemos cuando no podemos reír aun más y acabamos pareciendo que nos ahogamos. 



A lo lejos puedo ver mi bloque de pisos.Hemos andado tanto que no siento mis dedos de los pies. No soy partidaria del ejercicio.

- Mi casa, hogar de alojamiento- digo, refiriéndome a William, en quien ya confío para que entre y salga del piso sin que nadie se de cuenta.

- Por primera vez entraré en tu castillo.

- Castillo castillo... de unos 90 metros cuadrados...

- Da igual el tamaño.

Me lo quedo mirando, a ver si se da cuenta del comentario que acaba de hacer y que malpensados (como yo) puedes cambiar su significado.

- El tamaño del piso- rectifica dándome un golpe en el hombro para hacer que pare de reír.

- ¿Cómo pretendes entrar?- le pregunto abriendo el portal y picando al botón del ascensor. 

- Me quedo aquí, tu subes, y luego yo entro.

- Pero te van a pillar.

- No si entro por la ventana.

Frunzo el ceño y salgo de nuevo a la calle sin importar que el ascensor acaba de llegar. Me separo lo suficiente de la portería como para que se pueda ver la ventana que da con el comedor, en el quinto piso, un poco de difícil de escalar.

- Vivo en el quinto, eh.

- Lo sé. 

-¿ Cómo...?- una cara familiar que a pesar de mi miopía reconocería a km de distancia se nos queda mirando a mí y a Cameron. Para en seco en medio de mi calle de enfrente, seguramente saliendo del cine que hay una manzana de mi piso, y con los ojos achinados y los labios apretados se queda quieta. Julia. Julia me mira fijamente, desviando su mirada de Cameron a mí, y de mí a Cameron mientras tira algo al suelo y lo pisa repetidas veces apretando sus puños. Al fin ha visto porqué Cameron la dejó. Ahora mismo lo que me asustan son las consecuencias de ello. Se me para el corazón y cuando me vuelve a latir, lo hace demasiado rápido. Ahora la retorcida Julia sabe que estoy de algo raro con su ex. Algo raro es la palabra, porque no sé de qué otra forma llamar lo que tenemos, porque no es relación pero tampoco algo informal, así que algo raro es la palabra. 

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