Capítulo 49

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Pego el papel a mi pecho y la respiración se me entrecorta. No hace mucho que la bolsita ha sido colgada al árbol. Su buen estado lo confirma. Alguien sabia que iba a estar en el bosque y que me encontraría ese trozo de papel. Igual que sabe donde estoy ahora mismo. Miro a mi alrededor temblando con miedo en los ojos, preparada para cualquier cosa. No me importaría morir ahora mismo, pero depende de la forma la cosa cambiaría.

Me quedo quieta, en silencio esperando a que alguien aparezca, pero el silencio cada vez parece ser más extenso.

Dejo la bolsita donde la he encontrado con el papel dentro, y me guardo la piedrecita en el bolsillo lateral de la chaqueta de lana roja que me he puesto para no morirme de frío a la hora de ir a investigar.

Comienzo a caminar despacio hasta la figura de lo que parece ser el local, intentando no hacer ruido con los palos del suelo que crujen al ser pisados.

-¡¡¡¡Aaaaaah!!!!- grita alguien a lo lejos.

La sangre se me hiela. No he logrado saber si venia de cerca o de lejos y si era de furia o de frustración pero al segundo grito no dudo en salir corriendo. Alguien me esperaba en el bosque, en efecto. Corro y corro como la nota me había ordenado, y justo en el punto en el que antes había tropezado y caído vuelvo a caer por mirar a tras a ver si me seguían. Flexiono los brazos para levantarme lo antes posible pero el tercer grito me lo impide. No es un chillido de frustración ni furia. Es de dolor.

Giro mi cuerpo al levantarme para ir directamente hasta el lugar de donde proceden los gritos pero han dejado de sonar. Espero en silencio en medio  de la nada para que me ayuden a guiarme hasta donde vienen. Suena un cuarto grito y consigo orientarme de donde proceden.  Están lejos pero se oyen. Algo demasiado doloroso le están haciendo a la persona que los grita. La desesperación de que al llegar sea demasiado tarde para quien esté sufriendo me hace correr saltando entre los altos árboles a brincos. Quinto grito.

Esta demasiado lejos la procedencia de quien este sufriendo pero una cosa tengo clara. Pienso llegar. Al final llego y lo que menos me esperaba era encontrarme frente a la casa abandonada a la que me llevaba Cameron. Me la quedo mirando, con la melancolía y el recuerdo de sus manos acariciando mi piel mientras aprieto los ojos. Mis manos sin darme cuenta me rodean a mi misma como en un abrazo y mi cabeza se apoya en mi hombro. Mi mente me juega una mala pasada poniendo su imagen en el video de Internet mientras le dan con el cuchillo.

Un espasmo me levanta y los gritos se oyen aun más fuertes del interior de la casa. Con valor y sin miedo entro y subo a la tercera planta, hasta mi habitación favorita.Ya no son gritos, sino gemidos de dolor. Camino muy cuidadosamente así no se oye crujir la vieja madera. Mi habitación favorita se ve al final del pasillo y antes de que pueda llegar, unos pasos que no son míos se oyen a lo lejos. Automáticamente corro hacia las escaleras sentandome para que no se me pueda ver ni desde  arriba ni desde abajo. Cuando desaparecen, vuelvo a subir comprobando que no hay nadie y voy de puntillas apresuradamente hasta la habitación y cierro la puerta detrás de mí sin importarme el ruido que haga ya que me puede proteger de lo que haya detrás de sí. Sin abrir los ojos me apoyo en la madera de la puerta y mis rodillas se van doblando hasta quedar sentada con las rodillas en el pecho en medio del suelo con la cabeza apoyada en la puerta. Respiro profundo y abro los ojos para que lo que vea me vuelva a dejar sin aliento con el corazón acelerado.

De rodillas repto hasta la otra punta de la habitación para abalanzarme sobre los brazos atados de Cameron. Tiene las muñecas atadas con cadenas a una especie de palo grueso y saliente del suelo. Al enterrar mi cara en su hombro las lágrimas comienzan a caer sin parar y todas las palabras que me gustaría decir no salen, se quedan en el rincón del corazón en el que han quedado todas las discusiones y enfados: en el olvido.

Al ver que no dice nada, que pocas veces pasa, le miro a la cara a pesar de que me de vergüenza que vea mi cara roja y llena de lágrimas en mis mejillas. Tiene una cinta en la boca que le impide hablar, solo hacer ruidos. Tiene los ojos ensangrentados y la cara blanca. Esta sentando en el suelo con una pose que a cualquiera le rompería la médula,  con los tobillos atrapados con cadenas que cuelgan desde la otra punta de la habitación manteniendolo imobil. Comienza a hacer ruidos,  que son palabras que no acaban de salir por sus labios como para  que las entienda. Le señaló con el dedo en mis labios que no siga hablando. No lo entiendo y ahora mismo tampoco me podría contestar con más de una frase coherente.

Le quito la cinta de la boca y su primer gesto es lanzarse a mis labios en un duradero beso.

-Lo siento- sollozo.

Le querría decir más cosas, pero antes de hacerlo me mira con ternura y pone su mano sobre mi boca. El silencio que queda me deja escuchar los pasos que se dirigen con velocidad hasta nuestra posición.  Miro a Cameron fijamente. Acabaré como él. No me se defender y él no puede defenderme a mi. Lo que quiera que sea que esta acercándose provoca que a Cameron se le ponga la cara pálida y la mirada con miedo.

¿Y ahora que?

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