•Mi vida con él •
Narra Frank.
Recuerdo cada una de los detalles, cada una de las cosas que pasamos juntos. Recuerdo el día en que te conocí. También ese mismo día, fue el peor, para ti.
Mis días como una persona solitaria ya habían acabado; hace apenas unos dos meses deje a Ricardo, un pésimo sumiso. Hoy, una nueva diversión vendría a casa y me encargaría de educarlo al máximo.
Toda la vida me la pase yo solo; solo en esta enorme mansión que fue comprada gracias a Samuél, mi mejor amigo.
El siempre me ha apoyado en todo, todo el tiempo nunca me ha dejado solo.
Mi familia me abandonó al igual que mi ex-esposa, se fue con, según ella, "uno mejor", aunque después el fue un bastardo, sin fortuna y lo que ella quería era dinero, vivir bien, llena de cosméticos y cirujias. Una mujer plástica, creo que al final fue mejor nuestra separación. Porque con ella, jamás lo hubiera conocido.Necesitaba compañía, alguien que estuviese a mi lado como pareja o como sea que lo quisieran llamar.
Anteriormente había escuchado algo acerca de un lugar, una empresa (por así llamarlo) en donde jóvenes vírgenes, máximo de diecisiete años, los vendían a personas adineradas. Ese pequeño lugar cerrado y alejado de casi todo llamado Daddy, sus letras eran enormes, brillosas y de color rosa; la gente llegaba a cada rato, los carros estacionados afuera de este local y el enorme eslogan llamativo para cualquiera, "Nuevos cada día" y es que era verdad, según las personas que iban seguido, aseguraban que cada día traían a uno nuevo, nunca repetían a las personas.
Desde hace un año había entrado a ese lugar, de ahí saque a Ricardo y sabia desde el principio que si me adentraba ahí, no habría escapatoria.
Y ahora, estaba ahí de nuevo. En busca de una compañía.—¡Señoras y señores! Un nuevo sumiso para vosotros. ¿Cuanto daréis por él? Se llama Antonio y tiene dieciséis años, ¡Pasa Antonio!
La gente aplaudía. Debía de admitir que estaba demasiado bueno como para tener dieciséis años.
La gente apostaba por él, en realidad a mi no me llamó mucho la atención. Hasta que fue vendido.
—¡Excelente!—Dijo el voceador.-Es hora de presentaros a uno muy nuevo, acaba de llegar recién salido del horno. Denle un aplauso a el joven de diecisiete años ¡Alejandro Bravo!—La gente aplaudía y tan pronto como salió, tan pronto es como la gente empezó a dar dinero por él.
Escuchaba ofertas de todos lados, grandes cantidades y cuando estaba a punto de venderse grité.
—500,000€.—La gente empezó a murmurar y siguieron apostando.
—700,000€—Dijo uno.
—850,000€—Tanta era la emoción de mi cuerpo que hizo que subiera la apuesta.-¡Y seguiré subiendo el precio si usted lo hace!
—¡Vendido a aquel señor de traje!-Dos personas subieron al escenario y bajaron a Alex. Se veía triste, como todos los que estaban aquí. Los que Vestían de meseros, según murmuraban que eran profesionales, chicos ya no vírgenes y que la gente se interesaba poco en ellos.
Cuando lo lleve a casa se sorprendió al ver todo, una sonrisa se escapo de su boca; se veía tan tierno, su estatura y su barbilla; tan frágil, tan fácil de romper, tan, tan hermoso.
—Y, esta es tú casa; soy Frank y tu eres mi sumiso y estoy dispuesto a Educarte como se debe, ¿Entendido? Harás lo que te pida y como te lo pida.—La sonrisa se borro de su rostro. Su pequeño rostro.—Ahora, vamos a mi cuarto, que sera tuyo también, quiero un buen comportamiento, si no es así, serás castigado en aquella celda durante una semana, sin comida.
—Y-yo.
—No pedí tú opinión.
—¡Yo no quiero estar aquí!-Gritó, su rostro se lleno de lágrimas.—¡Quiero que esto sea una pesadilla y que cuando despierte estar con mi familia, con mi novia y volver a aquel infierno, la escuela, cumplir mis metas y ser feliz, no quiero estar aquí!—Su rostro reflejaba furia y sus ojos tristeza. La vena de la frente y la de la garganta se hicieron notar.
—¡No me hables así!—alce mi mano y le di una bofetada. Sin sentimientos lo agarre de su delgado brazo y lo tire al piso.—Aquí se respetan mis reglas, y tú no lo has hecho; eso merece más que un castigo.—Un vaso sobre la mesa, lo estampe contra el suelo y este callo en trozos pequeños de vidrios, agarre uno corte su espalda; la sangre escurría y pedí que lo limpiaran y después lo llevaran al cuarto de castigo.Esa noche, como muchas otras, me sentí victorioso; pero eso se acabo tan pronto en cuanto note que le hacia daño, y no solo le hacia daño a el, también a mi, lo alejaba cada día más de mí y lo único que quería era tener a alguien a mi lado y hacerlo feliz.
Hice lo posible para que me perdonará, lo consentía, lo que el me pedía lo hacia hasta que note que me volví en su sumiso, y se suponía que era al revés.
Una noche, cuando llegue de trabajar en la oficina con Samuél, lo primero que hice fue ir a verlo en el cuarto, creí que dormía, pero me equivoque; tenia su teléfono en su mano, hablando con alguien más, palabras hermosas salían de su boca al igual que unas cuantas carcajadas; cuando me vio en la puerta fue cuando colgó. Mis ojos se empeñaron de lágrimas, nunca había llorado y menos por un sumiso. Nunca.
Lo tome del brazo y le maltrate; hecho todo por la borda, tome su celular y lo estampe contra él suelo, con un látigo comencé a pegar en su espalda hasta que sangró; sabia que me arrepentiría y que le pediría perdón y me volvería sumiso, pero lo que ahora tenía era furia recorriendo mis venas y cuerpo.
Y luego, volvemos hasta aquí, en donde soy sumiso con él, le hago pensar a los demás que el es mi sumiso y yo no soy de él, pero es que sus palabras, su sencillez, su comportamiento y su forma de ser conmigo hace que me vuelva un imbécil. Más.
Estábamos desayunando en el patio trasero.
—¿Te apetece hacer algo hoy?—Pregunté.
—Quería ir de compras, me hacen falta cosas.
—¿Prefieres ir de noche? Es que ahora tengo que ir a trabajar.
—Claro, esta bien—Dijo comiendo su fruta.—¿Puede venir Guillermo?
—Samuél y yo tuvimos una discusión muy fuerte y prefiero que así lo dejemos, hasta que nos arreglemos lo veras pequeño.—Acaricié su mejilla.—Ahora me tengo que ir.-Le di un casto beso en los labios y me retiré.Estar con él era lo más lindo que podía existir.
....
Por fin había llegado del trabajo; Samuél me dejo más de lo normal, estúpida pelea de niños.
—¡Cariño!—Grité. Él bajo corriendo las escaleras con peligro de caerse de ellas y fracturarse algo.
—¡Daddy!-Me abrazó.-Te extrañe.Se acerco a mi y me beso; sus manos las paso sobre mis hombros. Sus piernas las paso al rededor de mi cadera y yo lo cargue; subí con delicadeza las escaleras y en cuanto llegamos al cuarto comenzamos a quitarnos las prendas.
Poco a poco nuestros cuerpos quedaban desnudos; nuestras erecciones, bajo las telas crecían, cada roce hacia mi piel erizar.
—Voy por condones.-Susurré.
Regrese y me puse uno lo más rápido que pude; segui besándolo, nuestras respiraciones se volvieron agitadas y nuestras ganas por sexo aumentaban.
—¡Hazlo!—Gimió
Metí mi miembro en su cavidad; lo metía y sacaba despacio y con cuidado.
La habitación se llenó de gemidos y también de ese olor a sexo.
Alex daba pequeñas estocadas y mi velocidad aumentaba cada ves más.
—Te amo.—Dije mientras lo besaba.
—Te amo más. —Dijo ente gemidos Alex.—Ah, me vengo, daddy.—Gimió. Empecé a masturbarlo para hacer que acabará pronto.En un par de segundos se corrió y después me corrí yo.
Caímos en la cama, cansados y llenos de sudor.
Era la primera vez que lo hacia con Alex. Pero sin embargo, fue la mejor.
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