—Tenemos que hablar.—Dijo Samuél. Esas tres palabras que a toda persona vuelve loco y paraliza.
—¿Sobre qué?
—¿Te vas Freddi?—Este solo asintió y salio de la sala.—Quiero que hablemos sobre nuestra relación.
—¿Que tiene?—Lo seguí hasta la sala y se sentó en el sillón y yo lo arremede.
—¿Realmente quieres seguir con esto?
—¿A que viene esta pregunta?
—A que me has rechazado y en mi mente pasan muchas cosas, como las de que ya no me quieres, o que quizá le temes a algo.—Puso su codos en sus muslos, en sus enormes muslos y cruzó sus manos.
—Te quiero. Es más, te amo, pero...—Me quede pensativo.—Le temo a nuestro matrimonio.
—¿Por qué?
—No nos conocemos, daddy, mi madre se divorcio de mi padre porque no se conocían, y cuando quisieron conocerse y lo hicieron, se dieron cuenta que no eran lo que buscaban y se separaron.—Suspire pesadamente.—No quiero que nos pase igual.
—No nos pasará igual, Guille. Se que nos nos hemos dado el tiempo para conocernos, pero en nuestro matrimonio podríamos intentarlo.
—No estoy listo. —Lo mire, tenia tristeza en sus ojos. Se veía de esa manera, triste y desolado.
Esta noche Samuél durmió conmigo, sus brazos rodeaban mi cintura. En varias ocasiones habíamos hecho la cucharita, pero esta realmente era incómoda. Muy incomoda, algo así como "no me quiero casar contigo pero hagamos la cucharita" normalmente, bueno en las películas, dormiriamos separados cual pareja peleada, pero no, era distinto y eso me gustaba.
Samuél roncaba, pero hasta sus ronquidos eran lindos, al igual que sus ojos, sus pestañas su nariz respingada, sus dulces labios, su barba de candado que hace días se había rasurado pero ahora crecía, sus cejas pobladas, su pecho subía y bajaba, su cuerpo que cualquiera desearía y envidiaría.
—Guillermo—Susurro, tenia sus ojos cerrados.
—¿Samuél?
—¿Cuanto me quieres?
—Demasiado, ¿Cuantas veces tengo que repetirlo.
—Todas las necesarias, demuestra lo.
—Mañana, duerme Samuél. —Sonreí. —Feo
—¿Eh?
—No es cierto, guapo.—Reí y le di un beso en sus dulces labios.
...
Estábamos desayunando, y como era costumbre, Samuél miraba el periódico y tomaba jugo de naranja.
Tenia su traje elegante con el cual iba todos los días a trabajar.
—¿Vas a ir hoy?—Pregunte comiendo un trozo de fruta.
—¿A trabajar? Sí.—Dijo sin despegar la vista del periódico.
—No entiendo como siendo jefe de todo ese imperio, vas a trabajar —Suspire.
—Porque ahí, nadie sirve para nada. Son una completa mierda.—voltee los ojos y seguí comiendo.
—¿Me vas a dar amor esta noche?—Me vio y sonrió pícaramente.
—Sí llegas temprano igual y sí.—lo mire y sonreí de lado.
—Bien—Se paro de la silla y agarro su maletín dejando de lado el periódico.—Me voy que quiero llegar temprano.
Me dio un beso en los labios y se fue.
