•Indiscreciones•
Guillermo comía sus cereales de flotecitas de colores. Ay Guillermo, a él como le encantan sus cereales.
—Daddy—Decía el menor algo sonrojado por el frío.—Hace frío aquí.—Comentaba, su nariz al igual que sus ya antes mencionadas mejillas están rojas.
—Te ves demasiado hermoso con tus mejillas y nariz roja. —Sonrió el mayor.
—Daddy.—Río. Antes de continuar hablando, el teléfono de Samuel sobresaltó.—¿Quién es, Daddy?—Preguntó curioso.
—Frank—Rodó los ojos y dudó en si contestar a su "amigo".
—¿No va a contestar?—Pregunta Guillermo mientras se lleva una cucharada de cereal a la boca.
—Quizá.—Suspiró y tomó la llamada. Guillermo escuchaba atento la conversación. Después de unos minutos de intercambiar palabras, colgó. —Necesitamos ir a casa de Frank. —Dijo el mayor preocupado por lo que sea que le pasó a Frank.
Guillermo estaba preocupado, había escuchado cada una de las palabras que el amigo de su Daddy y Daddy habían dicho, Alex no estaba en casa y Frank se sentía fallecer.
En unos minutos llegaron a la casa del pelinegro, este estaba sentado en las escaleras de la entrada de su enorme mansión, fumaba un cigarro, su mirada estaba perdida en algún punto. Se le veía demasiado mal.
—¡Frank!—Gritó Daddy y corrió hacia él.
Guillermo estaba que se vomitaba por la situación de Frank, los nervios comenzaban a comérselo vivo, tan sólo esperaba que no lo cuestionaran.
—¿Cómo vas con lo de Alex?
—Mal tío, no sé donde mierdas puede estar.—Apagó el cigarro y se tallo la cara desesperado.
—¿Has intentado comunicarte con él?
—Sí, pero no contesta el móvil, las empleadas me han dicho que se ha ido, se ha pirado.—Sus lágrimas escurrían por su mejilla, Guillermo se comenzaba a sentir fatal.
Las palabras faltaban, Samuel no mencionaba nada y para colmo Guillermo sabia todo la verdad, pero no tenia que decir nada, se lo juró a Alex.
—¿Estás bien, pequeño? Has estado serio.—Comentó samuel tomándolo de la barbilla y alzando su mirada cabizbaja.
—¡S-si! Estoy bien, Daddy.—Volvió a bajar la mirada
—¿Sabes algo, cierto?—El menor no quería más preguntas, no quería que el secreto saliera a la luz, no de esa forma.
—¡No!—Dijo seguro—¡No se nada!
—¡Joder!—Refunfuño Frank.—Tendré que iniciar una investigación.
—¿Qué? ¡No!—Samuel y Frank se miraron desconcertados. No sabia el porque la desaprobación del menor.—Digo, ¿Para que arriesgarnos? Seguro volverá.
—¿Por qué estarías tan seguro de eso?—Frank y Samuel miraban al pelinegro, quien ahora mismo quisiera que la tierra se lo tragase.
—Porque el me dijo que volvería.—Decidió hablar.—Alex al igual que yo extrañamos a nuestra y nada nos haría más feliz que volver a abrazarlos, se que en algún momento nos tuvimos que separar, esto tenia que pasar. Es un ciclo, pero no teníamos porque alejarnos de esta forma, ellos nos han de extrañar, nos han de buscar por todos lados, sin embargo no nos encontrarán y eso de alguna manera nos lastima. Se que quizá no tuve la menor vida, y quien sabe si Alex la tuvo, pero la familia es la familia y ellos serán los únicos que meterán las manos al fuego por ti, y por eso es que queremos volver, queremos abrazarlos y sentir ese amor de madre y de padre, pero en mi casa de madre y hermana. Lo siento, Señor Frank—Una lágrima se escabulló. —esperaré en el coche, Daddy.—Avanzó hasta el coche y se adentro en éste.
De alguna manera, Guillermo, tenía razón, pero son ciclos.
—Chiqui—Dijo samuel metiéndose en el coche después de una larga charla con su gran amigo Frank.—¿Estás bien?
—Claro—Jugaba con sus dedos nervioso, después seco las lágrimas que salían.
...
—¿Quieres hablar de eso?—Dijo samuel. Guillermo jugaba con la comida que se encontraba en su plato.
—¿De que, Daddy?—Tenía un enorme hueco en su corazón.
—De tu familia.—El menor suspiro.
—No creo que haya algo de que hablar.—Trago saliva, tenia un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos.
—Tarde o temprano tendremos que hablar.
—Mejor que sea tarde, no estoy de ánimos Daddy.
—¿Quieres volver a verlos?
—Siempre voy a querer verlos.—Suspiró y apoyo su brazo en la mesa.—Pero seguro y han de pensar que estoy muerto.
—Ó a lo mejor te han de estar buscando. —Negó.
—Una persona como yo no vale la pena.—Una lágrima calló en la mesa.—¿Podemos irnos? No quiero hablar más, Daddy.
Samuel asintió y en un par de minutos volvían a estar en el coche. El silencio incómodo.
—¿Dónde esta la casa de tu madre?—Preguntó samuel sin despegar la vista de la carretera.
—¿Qué?
—Lo que has escuchado, ¿Dónde vive tu madre?
—No te lo diré. —Se cruzó de brazos e hizo un puchero, de esos que le salen tan bien.
Y no se volvió a hablar del tema. Llegaron a casa y Guillermo volvió a vestir sus colores pastel y Samuel lo siguió consintiendo.