• Viaje en el Yate •
Guillermo.
El cielo soleado y azul. La brisa golpeando nuestras caras y en ella una sonrisa estúpida de felicidad.
El agua color Azul, pero un azul hermoso. Un azul vivo.¿En que momento acepte venir aquí? Sus palabras me convencieron de haber venido a este Yate.
¡Tenía su propio Yate! Nunca había estado en uno. Mientras este avanzaba sobre el agua, provocando olas, yo miraba fijo el agua, sabia que él, que se encontraba sentado en un borde del yate, me veía muy fijamente, tratando de adivinar que pasa por mi mente, analizando cada parte de mi, tratando de conocerme y revelar secretos que nunca le diré.
Me veía. Sentía su mirada y unas cuantas sonrisas de parte de él. Me encantaba que hiciera eso. Por una parte no, su mirada me incomodaba y sentía que no podía respirar porque en cuanto hiciera esto reiría y no quería eso.
-Ya puedes respirar, no te vayas ahogar y aún no has entrado al agua.-Dijo tras notar mi aguante de respiración.
-lo mire fijamente y luego Sonreí.-Me admiras, daddy.-Volví mi vista hacia la marea.
-Demasiado.-Pude ver su sonrisa.
Me distraje la mitad del día viendo las olas, las mareas y el agua.
Algunas veces veía a Samuél viendo su celular, hablando por teléfono o simplemente dando vueltas por todo el Yate. Parecía nervioso o algo así.
-Chiqui.-Se acerco a mi y luego se puso de cuclillas quedando enfrente mío. -¿Te puedo preguntar algo?-Puso un rostro serio que daba miedo.
-Pensé un momento antes de contestar, ¿Por qué esta así de nervioso? O serio.-Mhmhm, claro.-Pregunté con cierta indiferencia.
-¿Algún día te quisieras casar?-Alzó sus cejas.
-¿Que?-Su pregunta fue imprevista para mí.
-Si algún día piensas casarte, sí no es conmigo con otra persona, sabes.
-No, no sé. -Me pare de mi lugar.-De que me quiero casar sí, pero no se sí ahora, ¿Me entiendes?
-Claro Chiqui. -Se puso detrás de mi y me abrazo por la cintura.-Te amo.
-Yo más.-Me volteé, lo agarre del cuello y lo acerque a mi para fundirnos en un beso.
-Joven Samuél. -Fuimos interrumpidos por un mayordomo.-¿Necesita algo?-Un condón tal vez.
-No, gracias James.-El mayordomo asintió y desapareció.-¿Que tal he? Pim, pam, pum, bocadillo de atún, todos al pendiente de nosotros, bueno Guille.-Sonrió.
-Tonto.-Reí.
-Pero soy tú tonto.-Se acercó y me beso. Me encantaba que hiciera eso. Que me besará después de decir algo romántico o tonto. Que no importará quien estuviera en la casa.
...
Ya era muy tarde, era media noche y yo seguí admirando el mar.
Siempre había dicho que seria socorrista, pero con tan solo ver la profundidad del mar me daba pánico.
Empezaba a pensar en Samuél, quien se había adentrado al yate para contestar una llamada de Frank, a quien había dejado a cargo.
Su sonrisa, su media sonrisa, sus ojos adornados de hermosas y mascar pestañas, sus cejas un tanto pobladas, su cabello que no se acomoda con nada, sus manos, su nariz, sus brazos, su cuerpo, él. Su forma de ser conmigo, su romanticismo que en él nunca pasará de moda. Su forma de hablar y de ser tan cuidadoso conmigo. Cuando me abraza, cuando me dice en un susurro o en voz alta un te amo.
Había salido del yate y ahora estaba afuera contestando otra llamada o la misma.
Su ceño fruncido, su forma de hablar y de arreglar las cosas. Sus manos se movían de un lado a otro como si alguien lo estuviera viendo aunque no fuera así.
Simplemente me encantaba. Un amor de persona.
-Listo, era Frank, que quería papeleo de la empresa e información para una nueva compañía.-Suspiro y dejo su celular de lado.-¿Me extrañaste?
-Siempre te extraño, estés o no a mi lado, cada segundo que pasa, cada minuto y cada hora.-Sonreí.-¿Tu me extrañaste a mi?-Alce una ceja.
-¿Quieres saber?-Alzo sus dos cejas tres veces, tomo mi mano y me llevo a una habitación.
Esta se veía elegante y muy hermosa. Olía a fragancia de lavanda. Había una cama matrimonial, una enorme pantalla y una música de velada.
-¿Y bien?-Lo mire arqueando no ceja.
-Hay que jugar sucio.-Puso una sonrisa pícara y me tomo por la cintura.
Me beso lentamente y apasionadamente, sus labios estaban en los míos, sus manos en mis cintura y las mías rodeaban su cuello.
-Lo siento.-Dijo James abriendo la puerta de la recámara, Samuél me tenia en la cama.-¿Desean algo?
Samuél, quien ya casi tenia los pantalones abajo, tuvo que subirlos y con cierto rubor dijo.
-No James, gracias. -Sonrió y se sentó a mi lado. Comencé a reír.
Samuél estaba rojo de vergüenza, y yo, bueno yo también tenía el rojo subido a la cabeza, pero por la risa.
James, eres grande.