•Adiós•
—Creeme Guillermo, a ellos les encanta que te vistas con colores pastel, que parezcas niña, tú por lo tanto, puedes hacerte el inofensivo, el inocente, él caerá rendido a tus pies, no podrá aguantar el verte vestido como una linda señorita, él caerá en tu trampa, lo tendrás comiendo de tu mano.—Me límite a asentir y anote eso en mi cuadernillo. Era información valiosa.
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Guillermo se mecía en aquel viejo columpio rojo claro. Veía las nubes moverse y se vez en cuando hallaba figuras en estas. Pensaba en Alex y en su regreso. Alex había sido su único amigo desde entonces, no conocía a nadie, le daba vergüenza que alguien lo viera en la calle vestido como una niña. Pero por lo tanto tenia que ser así. O hasta que en un ataque de irá le confiese todo a samuel y este lo deseche a la calle cual perro.
De alguna manera Alex lo ayudó a lidiar con su "Daddy". Guillermo no lo detesta, no detesta a Samuel, lo admira por lo trabajador que es, y porque lo saco de una pobreza. Guillermo no detesta a Samuel, Guillermo lo adora.
Adora lo que hace por él. Adora que sea tan atento, pero Samuel no lo seria si Guillermo no hubiese seguido los consejos que su amigo le dio.
—Es hora de irnos pequeño. —Dijo Samuel en un susurro. Guillermo dejó aquel columpio y camino junto con Samuel.
Subieron al coche y todo era silencio. A Guillermo ni a samuel le incomodaba eso, no era un silencio incómodo. A Samuel le gustaba pasar los ratos con Guillermo, aunque fuera en silencio.
—Te quiero, Guillermo.
El menor sonrió, no supo que contestar ante la confesión del mayor. ¿Lo quería? O, ¿Sólo lo adoraba?
Llegaron a casa y lo primero que hizo Guillermo fue salir a toda prisa del coche y correr hasta llegar al interior de la casa. Temía que Samuel le dijera "Te quiero" sobretodo si se lo decía tan fácil, casi sin sentimiento.
Se recostó en su cama y tomo su celular, pensó dos veces antes de marcar el número de Alex, al final lo hizo; dos tonos, tres, nada, volvió a intentar, otros tres tonos y nada, una ultima vez, la tercera es la vencida.
—¡Contesta!—Dijo furioso.
Otros tres tonos, y después una voz eufórica detrás de la línea.
—¿Qué cojones quieres?—Guillermo suspiro y continuó.
—Puedes contestar con más amabilidad.
—¡Claro! Después de que fuiste de chivato con Frank diciéndole que me escape para ir con mis padres.
—Dijo que iniciaría una investigación, no quería que hiciera el problema más grande, así que opte por decirle la verdad, debería de agradecerme.—Rió y Alex lo arremedo.
—Vaya por dios, ¿Qué quieres Guillermo?—Preguntó amargado.
—¿Cuándo volverás? Tengo tantas cosas que contarte.—Decía el pelinegro.
—Empieza, pero antes necesito que me mandes 40,000€, tu sabes, se me acabó el dinero.
—¡Es demasiado Alex! —Exclamó Guillermo.
—Bueno, olvidalo, dime que es lo que me quieres contar.
—Seguí todos tus consejos. He estado bajándole dinero a Samuel, me visto como una muñequita, ya me acosté con él, se fingir muy bien, pero quiero terminar con esta farsa.—Suspiré.
—Si terminas con esto, Samuel te desechará como basura.
—A eso le temo.
—Guillermo—Una tercera voz se hizo escuchar en la habitación de Guillermo. El pelinegro volteo con el miedo de que el mayor haya escuchado algo.—He encontrado una libreta que dice: "consejos a seguir" y entre ellos está el sacarme dinero, ¿Qué rayos es esto?—A Guillermo se le congeló la sangre. Frío recorrió por su espalda, sus manos se helaron.
—Daddy...—Dijo nervioso.
—¿Guillermo?—Se escuchó detrás de la línea.
—Te llamó luego, Alex.—colgó el teléfono nervioso por lo que le podría hacer samuel.
—¡Quiero una explicación y la quiero ya!—Gritó haciendo que la piel del menor se estremeciera.
—Y-yo...—Miro el piso, samuel fue hasta él y lo jalo del brazo, causándole dolor. —¡Me duele!
—¿Y tú crees que a mí no me duele que me utilices? Esto es una tontería. —Suspiro—Trate de ser mejor para ti, para que me quisieras, ¡Joder! Yo te hice ver mis sentimientos, te lo di todo, y tu, bueno tu sólo me sacas dinero mientras que Alejandro te aconseja como hacerlo, sois gilipollas, no te quiero ver nunca más Guillermo.—Limpió sus lágrimas. —Me dirás donde vives, te vas de mi casa.
Samuel salió de la habitación y Guillermo se quedó sollozando. No pasó a mayores, Guillermo no sabia que decir.
Al caer la noche, Guillermo y Samuel subieron al coche. Todo el camino fue en silencio, ninguno cruzaba palabras y mucho menos miradas, todo era silencio, silencio incómodo.—Hemos llegado, Sr. De Luque.—Dijo el chofer.
—Bajate.—Dijo seco Samuel, Guillermo suspiro y abrió la puerta del coche, salio de esté y el coche avanzó. Guillermo sintió un fuerte dolor en el pecho, samuel se había ido y no había dicho nada, no cruzó ni siquiera la mirada con él, y Guillermo se sentía mal.
Guillermo había perdido todo. Tenia a Samuel, a alguien que lo quería, que le prestaba atención. Lo tenia todo, pero ahora estaba perdido.