4. Oposiciones para zombi

4.3K 925 924
                                    

Ya hemos llegado al Valle de los Zombis. Es un sitio bastante aterrador. Se oyen gemidos continuamente. El suelo tiene hierbas negras y los árboles son oscuros y retorcidos. Algunos de ellos tienen ojos, boca y brazos, con una expresión estremecedora. De esos árboles con boca y brazos puedo vislumbrar a un pequeño grupo de cuatro jugando al póker y fumando puros. Parece que se divierten en la partida, pero con ese aspecto tan siniestro no me atrevería a participar. Tienen pinta de pocos amigos.

Hay una especie de neblina que no deja ver demasiado. Más allá de los veinte metros de distancia solo puedes ver siluetas. A veces, entre esas siluetas, veo alguna antropomórfica que para caminar arrastra los pies lentamente. Sí, antropomórfica es otra de esas palabras cultas que conozco y quedan tan bien en mi vocabulario de oficinista.

—No hagas ruido —susurra el caballero.

Asiento con la cabeza y me dispongo a seguirle.

Avanzamos a través de un camino entre árboles. Alguno de ellos gira sus ojos para mirarnos fijamente. Incomoda bastante. Mi coleguilla se da cuenta de que me asusta.

—¿A que no te atreves a quedarte mirando fijamente? —susurra entre risas.

—Pues no —respondo. Sólo de imaginarme haciendo eso, tiemblo. Después me recupero un poco del miedo—. ¿A que no le tiras tú de esa narizota larga que tiene? —le invito respondiendo a su desafío sin sentido.

Me quedo de piedra. Veo que el caballero echa a correr hacia él, salta para alcanzar la nariz y le tira con las dos manos. El árbol pega un grito con una voz grave que me hiela la sangre. Mi amigo echa una carcajada mientras se suelta, esquiva los brazos del árbol que intenta atraparle y se va corriendo mientras no para de reír.

Me rehago de la parálisis del susto y empiezo a perseguir al caballero. Mi corazón late a mil por hora. Corro con todas mis fuerzas, tan rápido que no entiendo cómo no tropiezo. Mientras, oigo al caballero riéndose a carcajadas. Durante todo el trayecto voy por detrás de él. Después de mucho correr, paramos en un área cualquiera. Estamos aquí sencillamente porque no podemos correr más. El caballero, se apoya en las rodillas con las manos, doblando la espalda mientras jadea. Gira la cabeza, me mira y se ríe.

—¿Ha estado bien verdad?

Me siento en el suelo. Bueno, más bien me sienta el cansancio. Empiezo a reír a carcajadas yo también.

—Estás fatal —digo.

Nos quedamos sentados en el suelo mientras recobramos el aliento. Tardamos varios minutos, porque recuperarse de correr mientras te ríes es muy difícil. Veo pasar un cuervo enorme por el cielo a toda velocidad.

Ya con el corazón y la respiración a un ritmo reposado, el caballero se levanta y me mira.

—Vamos.

Me levanto yo también y le sigo. Continuamos nuestra ruta entre los árboles siniestros de mirada penetrante hasta que llegamos a una zona muy iluminada con mucho ruido. En ese sitio veo un montón de zombis reunidos, inmóviles, mirando todos en una dirección.

—¿Qué ocurre? —susurro.

—Están viendo un torneo de boxeo zombi.

—¿Boxeo zombi?

—¿Por qué me preguntas siempre repitiendo lo último que te dije? —inquiere riendo en tono de chiste—. Boxeo zombi es un deporte en el que dos zombis se ponen un guante mullido y se pegan. Es bastante aburrido porque los combates son muy cortos, duran un solo golpe. Gana el que golpea primero porque al que lo recibe se le cae la cabeza al suelo. Se pasan más tiempo yendo al ring y recogiendo la cabeza que peleando.

Sandwich de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora