25. Guillermo Tell

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Un pirata se acerca a mí y me coge del brazo. Me arrastra a la plaza, haciéndome pasar entre el público que vive el evento en una estruendosa algarada, maravillosa palabra digna de un crucigrama que indica ambiente ruidoso y festivo. La gente está dispuesta mirando hacia el interior de la plaza y observan con atención a los concursantes. Seguro que acaban de apostar por mí.

El pirata me lleva hasta una zona que tiene una línea pintada en el suelo, desde donde puedo ver una diana. Está lejísimos.

Cientos de ojos se clavan en mí. Ahora sí que estoy como un flan. De repente, el bullicio cesa y se hace un silencio sepulcral. Al fondo veo tres dianas y el público describe un círculo alrededor de la zona de lanzamiento.

—Tienes tres lanzamientos. Los tres tienen que dar en la diana para pasar a la siguiente fase —dice mi acompañante mientras señala hacia la diana que tengo enfrente, a la que yo tendré que disparar—. Son tres fases, si las pasas todas, ganas el premio. La última fase es eliminatoria contra los piratas finalistas.

Me coloco en la zona donde me han indicado que realice el lanzamiento, detrás de la línea. Miro a la diana, ¡se ve pequeñísima! Cojo una flecha y la coloco en el arco que empiezo a tensar. Tiro con fuerza porque para esta distancia me hace falta mucha tensión o la flecha no llegará. Al hacer tanta fuerza con el arco, es muy difícil apuntar, los movimientos se amplifican mucho y con esta distancia, una pequeña variación en mi postura supondrá mucha distancia de diferencia en la zona de llegada de la flecha.

Intento concentrarme. Centro la flecha y apunto un poco más alto, pues en esta longitud ya se tiene que notar la fuerza de la gravedad en la trayectoria. Lo sé bien, todavía recuerdo la fórmula de física del tiro balístico, aunque jamás pensé que tuviera que usarla para nada. La flecha golpeará un poco en caída, su recorrido será un poco parabólico. Tengo que prever eso. Aguanto la respiración para reducir al mínimo mi movimiento e influir todavía menos en la dirección del disparo y, sin pensarlo, suelto la flecha.

Sale disparada a una velocidad impresionante, produce tras de sí un ligero silbido amenazador. Se desplaza tan rápido que proceso su recorrido después de haberlo visto, cuando la flecha ya no está. Después del disparo, todavía necesito unos segundos para saber qué ha ocurrido. ¡Bien, ha impactado en la diana! Robin Hood a mi lado es un principiante.

El público aplaude en aprobación a mi lanzamiento. Lo he hecho bien, más bien perfecto. Están sorprendidos de ver a alguien como yo, sin aspecto pirata, lanzando tan bien. Me dispongo para el siguiente lanzamiento, así que saco otra flecha del carcaj.

—Puedo hacerlo —me digo mentalmente. Este lanzamiento me ha dado confianza, disparar así está dentro de mis posibilidades, me lo acabo de demostrar. ¿Alguien que quiera ponerse una manzana en la cabeza?

Me concentro. Coloco la flecha sobre la mano que apunta, la apoyo en el pulgar. Tenso el arco y repito todos los pasos anteriores, con toda la concentración que puedo mantener. Vuelvo a contener la respiración para un último ajuste de puntería y suelto la flecha.

La flecha sale disparada. ¿Qué ha pasado? Salió muy desviada y a la velocidad del rayo, le quitó el sombrero a un pirata y lo clavó a toda velocidad en una puerta de madera de una casa de la plaza. El pirata está congelado del susto, y se empiezan a oír abucheos y risas. En breve se forma un estruendo inmenso en la plaza donde los piratas, completamente descontrolados, gritan contra mí, algunos incluso se revuelcan en el suelo sin estar borrachos del todo.

El pirata encargado de la organización del concurso viene a mi lado, se acerca también riéndose.

—No has pasado ni la primera ronda —dice—. Tendrás que servir de tripulación a algún capitán de la isla. Te vienes conmigo a ver al Rey de los Piratas para que decida a quién tendrás que servir.

—¿No puedo escogerlo yo? —pregunto intentando ganar algunas opciones dentro del lío en el que me he metido.

—No va de ese modo. Muchos capitanes están deseando tripulación nueva gratis. Para evitar trifulcas, se ha decidido que sea el Rey de los Piratas quien decida qué capitán se queda con cada nuevo tripulante.

El pirata me hace seguirle y yo me limito a hacerlo. Hay cientos de piratas en toda la isla, creo que en este momento es mejor hacer lo que me digan.

¡Vaya panorama! No he conseguido el dinero y además me he endeudado con unaño de servicio para un capitán pirata. Espero que los cocos del árbol delcaballero sean entretenidos. Creo que voy a tardar en volver a verle.

¿Sólo eso Marc? Sí, ya sé que este capítulo es bastante cortito

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¿Sólo eso Marc? Sí, ya sé que este capítulo es bastante cortito. Pero no me digas que no te dan ganas de seaber qué es lo que va a pasar... ¡Mañana otro!

Sandwich de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora