38. Atletismo

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Mi respiración está normalizada. Ya podría incorporarme de esta posición, pero voy a disfrutar de unos pocos segundos más de paz. Oigo un ruido extraño, algo así como una madera golpeada, en distintos tonos, justo detrás de mí, por la zona hacia donde está orientada mi cabeza. El volumen se hace más alto y de repente cesa. Quisiera moverme para comprobarlo pero apenas tengo ánimos.

Despacio, a la distancia como de un brazo de mi cara, veo aparecer del revés, la calavera de un esqueleto completo, que se inclina a observarme. Desde aquí solo puedo ver su cráneo, que se introduce poco a poco en mi campo de visión aproximándose para mirarme detenidamente. Lleva una pañoleta roja y unos pendientes de oro donde antes debieron estar las orejas.

El susto que me da hace que, sin saber cómo, me incorpore al instante. Al brincar tan vertical, casi colisiono con él, pero describo un movimiento extraño que hace que a la vez que me levanto lo esquive, doblándome como una palmera. No sabía que podía doblarme de esta manera. Añadiré "flexible como una palmera" a mi lista de cualidades.

Cuando me quiero dar cuenta, estoy corriendo de nuevo. Podría dispararle una flecha... Espera..., ¡no he cogido el arco! No puedo volver atrás, así que retomo el verbo correr para recorrer las galerías de esta nueva zona como alma que lleva el diablo.

Mientras ejercito el verbo el día, miro hacia atrás y veo que el esqueleto se quedó completamente inmovilizado mirando en mi dirección. Podría dar la vuelta y zurrarle para recuperar mi arco pero, ¿sabéis qué? Estoy en modo cobarde. Paso.

Recorro la galería y me meto en la primera dirección de desvío. Quiero desaparecer pronto de la vista del flaquito. Entro en un pasillo bastante oscuro y amplio. Bajo un poco el ritmo para ahorrar fuerzas e intento controlar la situación. De repente, entre la penumbra, me doy cuenta de que aquí enfrente hay unos pocos esqueletos con sables en las manos. Algunos no se han percatado de mi situación, pero otros sí..., y empiezan a venir hacia mí.

Sin pensarlo, doy la vuelta y salgo pitando en la otra dirección. Corro con todas mis fuerzas, intentando no cruzarme con el esqueleto que dejé atrás. Alcanzo el cruce y pararme a localizar a mis descoloridos amigos, me encamino por el único pasillo que me queda por tomar. Sigo corriendo a todo meter. Soy presa del pánico. Veo pasar las rocas de las paredes a toda velocidad por mis laterales mientras avanzo muy deprisa.

En esta sección de los túneles hay una especie de construcciones. Son formas no naturales, pero no sé qué son o qué representan. Por el suelo veo que hay algún que otro objeto: espadas, escudos, cofres con monedas, tablas de madera, un banco de pesas... Parece que esta zona está habitada.

Continúo corriendo y el camino desemboca en una bóveda inmensa, superamplia. Espero que esta no sea la guarida de Maxitauro II. Aquí hay más luz que en el pasillo. Continúo a la carrera, mirando alrededor, y veo que... ¡hay más esqueletos! Rápido, sin parar de correr, miro a mi alrededor y localizo una zona por donde hay otro pasillo.

Doy un giro súbito y me dirijo en esa dirección, apretando más el paso para evitar que los esqueletos me tapen la entrada. Aumento mucho la velocidad. A pesar de lo que me parecía, todavía podía correr con más fuerzas. ¡Vaya día de runner llevo! ¡Con lo poco que me gusta a mí correr! solo me falta la ropa fosforito y el móvil al hombro para que me acepten en el club. Del cardiómetro paso, mi corazón hoy solo late a un ritmo: a tope.

Alcanzo el pasillo y continúo practicando este bello deporte con todas mis fuerzas. Miro hacia atrás y veo que los esqueletos me están siguiendo. Ya han entrado en este pasillo, no puedo dar la vuelta. Sigo dándole a las piernas fuerte, fuerte. El cansancio está empezando a agotarme. Veo al fondo una habitación que, corriendo para variar, alcanzo.

He llegado a una estancia donde puedo ver al fondo una barra de bar regentada por un esqueleto. Hay dos o tres mesas de billar y un puñado de esqueletos jugando en ellas. También hay una máquina de dardos y, ¡cómo no!, esqueletos con jarras de cerveza en las manos. A los lados veo mesas donde hay más esqueletos con sus bebidas. Me detengo de golpe, no hay salida de este lugar. Menuda se me avecina.

¿Quién no soñó nunca con una pelea en un bar de billares? Pronto tendré quetacharlo de la lista.

Sandwich de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora