Todos los esqueletos se quedan completamente paralizados al percatarse de mi presencia. Los observo inmóviles, en la misma postura en la que estaban cuando irrumpí en esta habitación. Tan solo han girado su cabeza para dirigir sus ojos —o el lugar vacío donde alguna vez debieron estar— hacia mí. En una mesa de billar, hay uno de ellos con el taco en la mano, mirando hacia mí con interés. Ninguno sonríe, aunque tampoco sabría decir cómo es la sonrisa de un esqueleto.
Pasan unos escasos segundos en los que estamos todos inmóviles, yo observo a mi alrededor y ellos me miran a mí. El tiempo en esa sala transcurre muy despacio, ¿alguien se ha olvidado de darle cuerda? Los esqueletos comienzan a moverse y empiezan a venir hacia mí con lentitud. Yo camino de espaldas, despacio, en dirección a una esquina para que no me rodeen. Coloco una mano en la espada y me preparo, camino despacio hasta que topo con una pared, o algo, y me detengo. Miro a los lados. No hay salida. Los esqueletos avanzan despacio, sin dejar de mirarme.
Algunos llevan sables, otros no. Ninguno ha desenvainado todavía, así que yo tampoco lo hago, intentando buscar algo que pueda calmarles. Tal vez si tuviese un hueso que lanzarles...
Los esqueletos se detienen frente a mí formando un semicírculo, a una distancia de unos tres metros. Se quedan quietos, observando, alguno incluso ladea la cabeza. Es como si yo fuese algo que nunca hubiesen visto. La situación es intimidante, pero no parecen querer moverse, ni hacia delante ni hacia atrás.
Sigo en la misma posición. No me atrevo a hablar, ni a moverme, por lo que nos quedamos todos así. Esto es un tiempo muerto. Al menos estoy recuperando el aliento.
Entre los esqueletos se va haciendo un pasillo. Por el hueco que le han cedido, aparece un esqueleto caminando. Es el primero que encontré hace un momento en la cueva, lo reconozco por el pañuelo y los pendientes. Ahora viene hacia mí de nuevo, parece como si fuese el líder de todos. Él rompe la distancia establecida y se acerca hasta que se queda a escasos centímetros de mí. Trago saliva. Tengo el cuerpo rígido por completo.
El esqueleto se inclina hacia mí, concretamente hacia mi pecho. Creo que está anonadado con mi colgante. Me parece que le gusta. Una idea rápida se me viene a la cabeza, voy a descolgármelo lentamente y se lo ofrezco. Empiezo a mover mis brazos muy lento, de manera que sea imperceptible para el esqueleto.
De repente, el esqueleto se incorpora y se pone recto. Me da un susto terrible y dejo de subir los brazos al instante. A continuación se cuadra y me hace una reverencia. El resto de esqueletos da dos pasos hacia delante y se golpean el pecho, bueno..., las costillas, con sus "manos esqueletas". Sí, "manos esqueletas". Sé muchas palabras chulas, pero no sé cómo se llaman los huesos de la mano, lo siento.
Acto seguido se arrodillan todos menos el líder. ¿Y ahora qué hago? Espera. Ahora que me fijo, el líder lleva pañoleta, pendientes de oro, chaleco, sable, esos pantalones... ¡Son piratas! ¡Reconocieron mi colgante! Me están mostrando sus respetos. Reconocen el símbolo de honor que me dio Monigote y que supone una alta distinción entre el mundo pirata. Me fío de mi intuición y, con cierto miedo, extiendo la mano al esqueleto líder. Me la toma, aprieta bastante fuerte y la sacude chocándome los cinco. Creo que tengo un nuevo amiguito.
El camarero trae una bandeja enorme llena de cervezas y se acerca hasta mí para que coja una. El jefecillo de los huesitos coge otra y el camarero comienza a caminar por delante de los demás esqueletos, que se incorporan y se abalanzan a la bandeja para hacerse con sus propias cervezas. Como la cantidad de esqueletos es enorme para este espacio reducido, el ruido que hacen sus huesos a moverse hiela la sangre. Es como el que he escuchado antes, parecido a la madera. Los esqueletos brindan entre ellos y levantan la cerveza mirándonos a nosotros dos.
Mi nuevo colega pone su cerveza delante de mí y yo la golpeo con la mía. En ese momento todos los esqueletos se sacuden, como si se hubiesen puesto muy contentos y mueven los brazos. Mi anfitrión sube la cerveza y empieza a beber. Odio la cerveza, la he probado una vez pero no me gusta nada. Como cortesía y sin pensármelo, hago lo mismo, la subo y pego un gran trago. ¡Puag! ¡Es asquerosa! Es como una cerveza normal pero rancia. Intento mantener una cara al menos de dobles parejas, pero creo que me es imposible y el farol no podría colar. Los esqueletos parecen no haberse dado cuenta y empiezan a montar jolgorio en la sala. Uno de ellos descuelga un acordeón que llevaba a la espalda y empieza a tocar. Algunos comienzan a bailar y darse golpes entre ellos produciendo su característica música de huesos.
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Sandwich de dragón
Adventure¿Alguna vez has probado un sándwich de dragón? ¿Has luchado contra piratas o bebido cerveza fantasma? ¿Creíste posible crear un golem o bailar con zombis mientras tienes que soportar los insorportables versos de La Muerte? Surfea con los protagonist...