Ese sonido espantoso otra vez me despierta. Siempre pienso que tengo que cambiar el tono de despertador del teléfono, pero al final nunca lo hago. No sé qué tuvo en mente el fabricante al poner ese ruido como predeterminado, pero está más que claro que él no lo usa. Me incorporo de golpe y, como esta parte es la típica que todos sabéis, voy a hacer un salto al futuro y os ahorro la descripción de cómo me hago las tostadas y me las como.
Así que aquí me tenéis, de camino al trabajo. Lo hago en una oficina, al igual que la mayor parte de la población de la sociedad moderna. Es una de esas típicas oficinas donde tienes una mesa y un ordenador. Un teléfono, papeles, una grapadora y demás artefactos componen el resto de la decoración. Una de esas oficinas donde todos los días son el mismo y lamentablemente suelen ser días bastante malos.
El decorador de la oficina debió ser un tipo majo. Ha puesto unos muebles preciosos grises y negros a juego con nuestros trajes y ordenadores. Un buen detalle por su parte. Seguro que cuando esta persona tiene pesadillas, sueña con unicornios.
Mi oficina pertenece al típico edificio de cristales negros -otro punto más, esta vez para el arquitecto- de oficinas alquiladas. La empresa para la que trabajo tiene las plantas de la 13 a la 21. Las demás pertenecen a otras compañías. Hay algunas empresas que tienen sólo una, otras dos o más; la mía es de las importantes. Este edificio es una especie de lasaña empresarial.
El ambiente de esta empresa es bastante curioso. Lo normal aquí es que la gente compita por ascender. En nuestro caso, el ascenso es metafórico y literal. Aquí se asciende en todos los sentidos: los altos cargos están en las plantas superiores. Así que la recompensa por ser un trabajador eficiente es que te suban de piso o pongan tu mesa cerca de la ventana. Creo que también te pagan más, pero no tengo el gusto, así que no podría contaros de qué va el tema ese de ascender. He oído que incluso te conceden el don de tener tu propia máquina de café. Eso ya son palabras mayores.
Enciendo mi ordenador -ordenata para los colegas- y me pongo a mi tarea. Pasa el jefe por delante de mí y de mis compañeros con su típica cara de "debería cobrar más" saludándonos a todos con indiferencia. Pero para cuando él aparece, yo ya estoy en faena: escribo cosas en programas, abro ventanitas, pongo clips y grapas, hago y recibo llamadas de teléfono..., así durante tres horas. En ese momento alcanzo el punto muerto.
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Sandwich de dragón
Adventure¿Alguna vez has probado un sándwich de dragón? ¿Has luchado contra piratas o bebido cerveza fantasma? ¿Creíste posible crear un golem o bailar con zombis mientras tienes que soportar los insorportables versos de La Muerte? Surfea con los protagonist...