20. Suavidad y fortaleza

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—¡Vamos!

Aila me despierta con la suavidad que la caracteriza. Por la luz que entra por la ventana puedo deducir que hoy el día está un poco nublado. Me levanto suavemente y en el proceso, me doy cuenta de que no llevo nada de ropa en la parte de arriba. Me da un poco de vergüenza, pero no aprecio en Aila un gesto de incomodidad por verme así, así que me borro cualquier pensamiento al respecto y termino de levantarme.

—¡Qué piel más bonita tienes! —exclama con naturalidad.

—¡Gracias! —contesto con ilusión. A pesar de llevar puesta tan poca ropa, su piropo parece una situación muy natural. Siempre me ha dado un poco de vergüenza que me viesen el cuerpo. Con esta chica no me ocurre eso.

—No sé si te parecerá buena idea, pero te he traído ropa interior nueva. Quizás me equivoqué con la talla, pero supuse que querrías cambiarte.

—¿De verdad? —No me lo puedo creer. ¡Me viene estupendamente!, ¡Ropa interior nueva!—. Muchas gracias. ¡Eres genial! —A esta chica le brilla tanto el corazón que se ve preciosa.

—Están todos abajo, te están esperando. ¿Te importa si bajo yo y les hago compañía mientras te vistes? —me pregunta.

—Desde luego que no, vete. Bajo enseguida —contesto mientras me preparo para vestirme con rapidez.

Aila sale de la habitación sin hacer ningún ruido. Sigue descalza, como siempre. Avanza con su estilo característico, como si no pesase más de cien gramos. No es porque sea delgada, sino por su ligereza, sus formas de hacerlo. Es como si la mayor parte de su cuerpo fuese aire. Parece que el mundo está aquí para ella. Ahora que me fijo... tengo una piel estupenda. ¡Qué suave!

Bajo las escaleras y al llegar a la planta baja me encuentro que Aila mantiene una conversación con una chica del grupo, la misma que estaba ayer cenando con nosotros. Es bajita y un poco gordita. Monísima, sonriente y con pinta de tener mucho coraje.

—¿Cuándo vais a salir? —pregunta Aila.

—Ahora mismo, tan pronto...—Gira la cabeza y me ve llegar—. ¡Hola! —me saluda efusivamente con la mano.

—¡Hola! —contesto saludando con la mano también.

Aila le vuelve a preguntar.

—¿Qué puerto vais a coger?

—Vamos al puerto de Cadelva —contesta la chica cuyo nombre no conozco, aunque querría acordarme.

—Ah. Es un camino rápido —contesta Aila—. ¿Pero no es un poco peligroso?

—Supongo que no —responde la chica con gesto indiferente. Entonces vuelve a girar la cabeza para mirarme al tiempo que me ofrece una sonrisa de complicidad, como si fuese una vieja amiga.

—¿Tú has visto qué brazos fuertes? —pregunta la joven mientras me señala y mira con orgullo. Después de una breve pausa, continúa—. Además, lleva un arco y una espada. No, el camino no debería ser peligroso —sentencia.

—¡No tan fuertes como los de Churrispi! —contesto riéndome.

—Eso ya sería un problema —responde mientras se ríe a viva voz, con la boca muy abierta.

¿Tengo los brazos fuertes? Nunca me había visto de ese modo. En cualquier caso, tengo brazos fuertes y una piel muy suave. Soy irresistible.

—¿Vamos? —dice el bicho peludo, el que ayer estuvo con nosotros. El primo del Yeti también está en la casa.

—Sí. Vamos —contesto con ilusión.

Avanzo hacia la puerta y, justo antes de salir, me giro hacia Aila, que está justo al lado de la puerta, a mi derecha. Me mira con sus ojos llenos de vida y una leve sonrisa se dibuja en ese momento en su cara.

—Ven a verme alguna vez —dice.

—Claro que sí. No lo dudes. Muchas gracias por todo —respondo.

De repente me da un abrazo breve y sincero.

Salimos de la casa y Aila se queda en la puerta para ver cómo nos alejamos. El grupo que me acompaña está compuesto por el Yeti, dos mujeres, un hombre y el enano. Al verme los que esperaban en el exterior me hacen un gesto de bienvenida y empiezan a andar. Yo emprendo la marcha con ellos, a su lado.

—Hemos pensado que iremos por la ruta más rápida, aunque tiene ciertos riesgos —dice la mujer que hablaba con Aila. La que me hace sentir como si fuese mi amiga.

—¿Cuáles? —Imposible no preguntarlo, ¿verdad?

—La ruta que hemos escogido es la ruta más directa. Suponemos que tienes prisa por llegar lo antes posible junto a tu amigo. Sin embargo, ese camino está lleno de esqueletos vivientes que no son nada amigables. Aunque no es del todo preocupante, tenemos un modo de cruzar la zona sin que los esqueletos se molesten con nuestra presencia.

Esqueletos vivientes. ¡Vaya planazo! Yo prefiero hacer un Sudoku.

 ¡Vaya planazo! Yo prefiero hacer un Sudoku

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Seré breve. Estoy encantado de veros por aquí. Así de sencillo. ^_^

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