11. Arquería

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Llevamos mucho tiempo rebotando en nuestros artefactos sin tener la menor noticia del gigante loco. Lo dejamos atrás hace bastante tiempo. A estas alturas seguro que se ha rendido de la idea de seguirnos o se ha buscado otras pulgas a las que cinetizar.

—Aquí hay un refrán que dice: "Está más enfadado que Churrispi" —dice el caballero.

—No me extraña. ¡Qué carácter!

—Pues siempre es así. Si lo ves, corre.

—Me gustan los pogos, tenías razón — le comento.

—Son geniales, ¿verdad?

Llegamos a un sitio donde las casas están construidas en un material parecido al granito, de color marrón. No están próximas entre sí como en la ciudad portuaria, sino que se encuentran separadas a una distancia de aproximadamente cien metros unas de otras. Hay muy pocos árboles en el paisaje. Ahora mismo, de un golpe de vista, puedo contar un total de cinco. Lo más curioso de todo de este lugar es que hay una torre inmensa. Está construida en el mismo material que las casas, tiene planta circular y acaba en un tejado cónico de color rojo. En la parte más alta —de lo poco que llego a ver— hay unas ventanas, igual que a lo largo de su ascenso, supongo que serán para proporcionar luz a quien tenga que subir, porque no hay escaleras en el exterior, así que sólo pueden ser interiores. Las ventanas del trayecto vertical no están alineadas, sino que se van distribuyendo en espiral. Calculo que si se subiese del tirón, se tardaría alrededor de dos horas en llegar arriba. Es realmente alta la torre esta.

—El artesano se encuentra en aquella casa —dice el caballero señalando una muy alargada, con una especie de estructura auxiliar de planta cuadrada mucho más pequeña.

Llegamos a la puerta de madera y el caballero llama con los nudillos. Se hace por unos momentos el silencio mientras miramos fijamente la puerta. Miro alrededor y veo alguna que otra gallina.

—No está. Debe de haber ido a la posada.

Nos dirigimos a otra de las casas. Este lugar es una llanura inmensa y no veo a ninguna persona. Sin embargo, no parece un sitio deshabitado, supongo que están dentro de sus casas o en otras partes. Llegamos a una construcción con el tejado recubierto de paja seca amarilla aunque por debajo de ésta se ve una estructura de teja. Las ventanas tienen alrededor un marco grueso de madera.

Entramos directamente sin llamar. Dentro hay bastante gente muy alegre y ordenada. A pesar del aspecto rústico del lugar, aquí la gente se comporta con mucha clase. A la derecha, delante de unos barriles y otros recipientes, hay una barra. En una mesa hay personas comiendo, en otra un grupo reunido con frutas.

Vamos hasta otra mesa en la que un grupo personas están mirando unos pergaminos y escribiendo en ellos. Parece que trabajan o planifican algo.

—¡Hola! —saludan los que están sentados a la mesa—. Sentaos, por favor.

Cogemos unos taburetes libres y nos sentamos con ellos. Yo me pongo entre dos de ellos y el caballero entre otros dos.

—¿Qué tal estáis? —saluda el caballero.

—Bien —responden la mayoría de ellos en tono tranquilo. Parece gente muy sencilla.

—Necesito armas —dice mirando a uno de ellos.

—Estupendo, vale —responde el hombre en un tono muy calmado y amigable.

Se tratan con confianza, como si se conociesen de tiempo. El hombre se levanta de su taburete y mira a sus compañeros.

Sandwich de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora