10. Cachiporra cinética

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El barco llega a puerto. Península de Jolu. Cogemos nuestras cosas y nos bajamos. Nos despedimos del patrón y de algunas personas que se quedaron alojados en el barco taberna tras la fiesta de ayer, tal y como nos explicó el patrón.

—Necesitamos armas —me dice el caballero—. Si vamos a cazar un dragón así, estamos fastidiados. Con los puños es complicado — hace una breve pausa y continúa—. Por aquí cerca hay un artesano del metal muy conocido. Tiene espadas y todo tipo de armamento —dice mientras señala en una dirección—. Iremos por ahí. Llegaremos pronto.

—De acuerdo —contesto.

Salimos del puerto y nos adentramos a través de la villa. Es una zona con mucha actividad. Hay gente de todas las etnias aquí. No se observa división por grupos sino que se relacionan todos entre sí. No podría deciros las etnias, porque no son como las que yo conocía. Sus rasgos son diferentes a los que había visto hasta ahora. Además, la observación no es mi virtud, no puedo describir bien los matices que hacen que esta gente parezca diferente. No es una cuestión de narices más largas, ojos rasgados, estatura o color del cabello. Se basa más bien en la distribución de las proporciones. De algún modo son parecidas a las personas de China, África..., pero son diferentes en algunos aspectos. En cualquier caso, este es un lugar donde se nota el ambiente viajero y de comercio, pues hay mucha variedad de personas colaborando juntas.

Hay gaviotas subidas a postes de amarre, también se ven cajas apiladas por todas partes. Apenas se puede caminar en línea recta a pesar de ser un puerto amplio y muy bien adecentado. Por delante de nosotros, a unos cuantos metros de distancia, veo pasar a un hombre con un tigre de bengala a su lado, atado con una correa, en dirección a un barco amarrado. En dirección contraria, hay una mujer que lleva una caja del tamaño de una persona y muy ancha, empujándola con un carro.

Justo delante del apeadero, de espaldas al mar, hay un bardo cantando gestas. Un momento, ¿qué demonios está cantando?

"...y la ola creció.

Los piratas se estrellaron y pronto se dispersaron.

El capitán se enfureció, y sus prisioneros quiere.

Cien monedas de oro a quien se los entregue debe,

¡oh el pirata! ¡Ha tenido mala pata!"

No puede ser. ¿Eso va por nosotros?

—¿Estás oyendo eso? —pregunto al caballero.

—Sí. —Se ríe a carcajadas—. Somos la noticia de la semana.

El caballero continúa hablando con total tranquilidad, mirando a su alrededor. Claramente disfruta mucho de los ambientes de actividad y de la gente en movimiento. Es un lugar encantador, aunque a mí, la canción del bardo, me deja pensando.

—¿Qué hacemos?

—Nada, se le pasará al pirata mala pata —contesta en tono de indiferencia con una sonrisa en la cara, como si le pareciese entrañable mi preocupación—. El capitán apenas ha tenido tiempo de vernos, le costará recordarnos. Además, a los piratas les gusta mucho el ron. Beben demasiado, tienen los sesos fritos de tanto alcohol. Son de memoria volátil.

Continuamos caminando y tomamos una ruta que se aleja del puerto. Vamos por una calle ancha que discurre en línea recta y que tiene continuas intersecciones con otras calles. A lo lejos se ve una plaza, con una fuente en el medio. El caballero vuelve a hablar.

—Creo que tendríamos que deshacernos de Monigote, liberarlo —dice pensativo—. Somos dos personas acompañadas por un Monigote mal hecho. A pesar de la mala memoria de un pirata, nuestro grupo es demasiado fácil de recordar. Será más difícil de ser reconocidos por ellos si viajamos sin tu engendro. Es más seguro así.

Sandwich de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora