Llegamos al lado de una caravana tirada por unos animales parecidos a un burro. Su aspecto es muy similar pero son de un tamaño mucho más grande y muy cabezudos. Su color es marrón y tienen crines que les cuelgan de los laterales de la cara.
En la cima de la caravana —y digo cima porque los burros son muy altos—, hay un banco del que salen las riendas de los animales. Allí están sentados dos hombres, uno de raza negra y otro de aspecto caucásico.
—¡Anda mira! Hay gente en esta zona —dice uno al otro al vernos llegar.
—Vamos a preguntarles si quieren algo —contesta su compañero girando su cabeza para dirigirse a nosotros—. ¡Hola! ¿Necesitáis que os llevemos?
—Eso mismo veníamos a pediros —responde el caballero.
—Claro que sí. Subid, subid...
Escalamos la caravana por un lateral hasta que llegamos a su techo. Los hombres tienen su pelo como con rastas, trenzado. Se les ve muy sonrientes y tranquilos.
—¿A dónde vais? —pregunta el hombre de raza negra.
—Vamos hacia aquí —indica el caballero señalando un punto en el mapa.
—Pasaremos cerca —contesta el buen hombre mientras pone el dedo en el mapa—. A partir de este punto nuestra ruta se aleja de vuestro destino. Ahí más o menos podréis bajaros.
—¡Gracias! —exclama el caballero.
La caravana se mueve despacísimo, mucho más que cuando caminábamos. Alrededor, todo es desierto. Arena, rocas y algún que otro cascote y cactus componen el paisaje apenas accidentado. El horizonte está por todas partes. Se hace muy aburrido viajar aquí, aunque a estos hombres parece irles muy bien. De algún modo se encuentran cómodos en este sitio.
Aquí arriba el lugar es espacioso. El caballero está a mi lado, tumbado boca arriba con las manos detrás de la cabeza. La verdad es que nos venía bien un poco de descanso, me duelen los pies de tanto caminar. Me descalzo para dales a mis pies un poco de libertad. ¡Qué alivio! Pongo los zapatos en el techo del habitáculo, con cuidado de no tirarlos hacia fuera de la caravana. Yo me tumbo boca abajo, en posición de esfinge, sobre los codos. Me gusta mirar hacia delante, aunque con lo poco que avanza esto no hace falta que preste demasiada atención. El sol nos achicharra, sacude con una fuerza increíble. No llega a quemarme mi suave piel, pero seguro que obtengo un buen bronceado, digno de mis poderosos brazos.
—¿Hacia dónde os dirigís? —pregunto a los conductores.
—No tenemos ni idea —contesta el hombre de raza caucásica girando la cara hacia mí para responderme. Tiene una voz muy amable y una actitud muy tranquila. Está claro que no les importa demasiado hacia dónde van.
Ha sido una buena respuesta. La verdad es que yo tampoco sé a dónde voy. Los hombres no parecen tener mucha conversación, así que esa frase da por terminada la charla. Miro hacia el caballero y veo que él está completamente dormido y yo voy a aprovechar para hacer lo mismo. Mucho plan no parece que haya, salvo esperar a que los Burros Cabezudos nos acerquen a Alguna Parte, tierra donde ocurren algunas cosas, algunas veces. ¡Todo un planazo!
¡Hola! Sé que ha sido muy corto pero os prometo que el siguiente será largo. Forma parte del estilo de Sándwich de Dragón. De hecho, os recomendaría que la leyeséis toda de golpe para ver qué sensación general os produce. El tener este tipo de capítulo tiene un por qué. Esta novela tiene dos formas de entenderse. Una es capítulo a capítulo y la otra es por tramos gordos. Los capítulos funcionan solos, pero también imprimen un ritmo en conjunto. ¡Haced la prueba y me decís! =)
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Sandwich de dragón
Adventure¿Alguna vez has probado un sándwich de dragón? ¿Has luchado contra piratas o bebido cerveza fantasma? ¿Creíste posible crear un golem o bailar con zombis mientras tienes que soportar los insorportables versos de La Muerte? Surfea con los protagonist...