Bloque tres

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Dicen que los humanos somos tan complicados que nos aferramos tan fuerte a lo que nos hace felices, pero dentro de nuestra cabeza existe un hilo que nos mantiene cuerdos a la cólera, hasta que perdemos aquello a lo que nos aferramos y nos volvemos un monstruo de nosotros mismos.

Como si el dolor fuera una estulticia y los nudos que creíamos inquebrantantables se rompieran con unas tijeras afiladas sin poder reaccionar.

Gabriel se encontraba tendido en su propia melancolía. Esperando que todo fuera un sueño y su amada se acurrucara a su lado en esas tardes de primavera.

Tal vez su corazón estaba tan herido que lo dejaba mirar a su alrededor y solo podían caer sus lágrimas de desesperación.

Si tan solo aquel estúpido no hubiera conducido ebrio y su esposa hubiera usado el cinturón de seguridad...

Pero el hubiera no existe y no se puede regresar el tiempo de lo perdido.

Gabriel no podía de dejar de recordar la última vez que vio aquellos ojos aceituna por última vez en aquel baile de gala en la residencia de los Bourgeois.

―Papi ¿Estas triste? ―El pequeño Adrien había entrado a la habitación de su padre y había escuchado llorar a su padre desde afuera.

Hoy no era un día soleado como otros días de primavera. Una camioneta esperaba a la familia y vestían un color oscuro.

Adrien odiaba el negro...

Adrien se preguntaba porque todos lloraban y su padre e hermano lo ignoraban encerrándose...

Pero lo que más le preocupaba era por qué no había visto a mamá y nadie le decía donde estaba.

―Adrien sal afuera, en un momento salgo ¿Bien?.

―Papi...

―¡Te he dicho que salgas Adrien! ―El adulto levando la voz haciendo que el pequeño saliera asustado.

El niño se había escondido debajo de la mesa de la sala acostando su cabeza en el frío suelo mientras trataba de secar sus lágrimas con sus dedos.

En ese momento Felix se agachó para encontrar a su hermano en aquel lugar.

―Adrien ¡Sal de ahí! ¡Te va a picar una araña!.

―No...

―¿Por qué no? ―pregunto su hermano mayor tratando de sonar tranquilo ya que pudo notar lo asustado que se encontraba su hermano menor.

―Nadie me quiere Felly...

―¡Claro que si Adrien! Solo eres muy pequeño para entenderlo.

Era cierto y aunque Felix también era muy joven, era demasiado maduro para su edad. Algo que podría terminar siendo su debilidad.

―Extraño a mamá...

―Yo también, pero debemos ir a un lugar ―Felix extendió su mano a su hermano.


La camioneta había llegado al salón donde resguardarían las cenizas de la difunta.

Felix agarraba fuertemente de la mano a Adrien y Gabriel se encontraba hablando con varias personas importantes.

Es gracioso como cuando moriremos revivimos más flores que cuando estamos con vida. Después de todo el arrepentimiento es más fuerte que el amor al igual que la hipocresía.

Adrien jugaba con su inseparable peluche mientras su hermano había abandonado la sala para saludar a unos parientes.

Hasta que una pequeña niña rubia se paró enfrente de él.

―No sé cómo puedes estar feliz en este momento ―El niño levanto la mirada sin entender las palabras de la niña.

―Tu madre ha muerto y jamás la volverás a ver ―Parecía que la rubia escupía fuego con cada palabra que salía de su boca.

―Eso no es cierto... ―Dijo Adrien tapándose los oídos tratando de no dejar que ninguna lágrima saliera.

―¿A no? ¿Entonces donde esta? ¿Cantando en un concierto de los Beatles?.

Adrien salió corriendo del lugar sin querer aceptar aquellas palabras de la rubia.

Felix vio cómo su hermano salía corriendo y fue detrás de él.

―¿Que tienes Adrien? ―Dijo tomándolo fuertemente del brazo.

―Quiero ir a casa... Quiero que mamá me cante mi canción favorita.

―Oh.. Adrien ―Felix lo miro con tristeza.

―Felly ¿Crees que mami este en el cielo?.

Felix se había sorprendido ante aquella pregunta, pero de todas maneras se tenía que enterar en cualquier momento.

―No lo dudes Adrien.

―¿Crees que si pido de navidad irme con ella santa me llevara? ―Felix abrazo con todas sus fuerzas a su pequeño hermano y sin darse cuenta ya estaba llorando.

Felix había tratado de ser fuerte y no llorar, pero su corazón no se había inundado y sin aquellos llantos se hubiera ahogado.

―No vuelvas a decir eso Adrien, no puedes dejarme solo ―Dijo su viéndolo fijamente con un tono entre cortado.

―A partir de ahora solo seremos nosotros dos.


Hola escribí esto a las tres de la madrugada y probablemente lo suba en el transcurso del día.

En fin, quiero darles las gracias por la aceptación a esta obra...

Al principio tenía miedo de no contar con el apoyo para motivarme a seguir sin en cambio me siento muy feliz.

Para aquellas que se preguntan cuándo comenzarán los enredos amorosos les responderé que muy pronto, solo que necesitaba iniciar la novela de esta forma sin dejar cabos sueltos.

Sin más preámbulo nos vemos pronto con el cuarto capítulo :)

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora