Bloque veintiocho

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Para Marinette esta mañana había pasado demasiado rápido. No era normal que sus padres la levantaran para hacer sus maletas, aún menos ver un guardaespaldas en la sala para recogerla e ir a la mansión Agreste.

Hoy llegaría su prometido, era demasiado vergonzoso recordar la última vez que lo vio.

¡¿Cómo soportaría volver a verlo mientras ella entraba como si fuera Pedro por su casa?!

Las últimas semanas trataba de comportarse normal al escuchar la voz de Felix en una llamada o mensaje de voz.

¿Cómo querían que ella a partir de ahora lo escuchara la mayoría del día?

Al llegar no se encontraba ninguno de los Agreste solo la secretaria de Gabriel la cual comenzó a mostrarle el interior de la casa.

Sin duda entre más se viera aquella casa, más te enamorabas de toda su estructura. Pero, sin en cambio esta no podía evitar transmitir soledad. Algo o alguien importante para dar alegría a aquella casa había dejado un vació notable que podía percibir la ojiazul.

―Por ultimo debo mostrarle su habitación señorita Dupain―Marinette siguió a Nathalie hasta el final de un enorme pasillo.

Pararon frente a una hermosa puerta de madera tallada como si fuera una valiosa obra de arte. Nathalie giro la perilla y Marinette trataba de callar sus impulsos de gritar de emoción como una niña pequeña.

―En un momento traerán sus maletas y estoy segura que los dueños llegarán―Nathalie empujo sus lentes con uno de sus dedos sobre el arco de su nariz.

―Gracias, emm...―Marinette intentaba encontrar la manera de llamar a la asistente del señor Agreste, pero al no saber su nombre era aún más complicado. No era como si la llamara secretaria todo el tiempo.

―Puede llamarme Nathalie―Respondió la segunda mano de Gabriel con una voz cortante, después de todo no le importaba la estadía de la nueva nuera de su jefe.

―Espero no causarle problemas Nathalie―La ojiazul hizo una inclinación en simbolizo de respeto. Nathalie salió de la habitación para continuar su trabajo antes de que llegara su jefe.

Felix recogió las maletas y se dirigió al estacionamiento del aeropuerto. Afuera ya se encontraba el chófer de su familia esperándolo. James quería permanecer más tiempo en Londres ya que había encontrado algo interesante; una linda chica.

Al llegar a casa pensaba en dormir un poco por lo cansado que había sido todo el viaje pero la silueta de una chica de cabello negro brillante lo hizo querer cambiar de planes.

Camino cuidadosamente hasta llegar a la parte trasera del sillón. El rubio no pensó dos veces antes de hacer una voz terrorífica a los oídos de su prometida, aquello hizo que Marinette gritara fuertemente.

Felix no paraba de reír y la azabache comenzó a golpearlo con uno de los cojines del sillón.

―Eso fue muy cruel!―Marinette acuso a Felix con su dedo, pero en ningún momento el rubio dejo de reír.

―¡Fue lo más divertido que he hecho en un largo tiempo!―Felix se sentó a su lado y trato de reincorporar su postura pero algunas lágrimas se encontraban en sus ojos. Marinette cruzo los brazos haciendo un mohín.

―¡Vamos, deja de estar enojada! ¡Deberías darme la bienvenida!―El rubio abrió sus brazos e hizo un gesto a la azabache para que fuera a abrazarlo.

―¡No mereces nada por el susto que me diste! ¡Ahora tendrán que venir a rezarme!―Marinette cruzo su pierna y siguió en su papel, no estaba tan enojada con Felix, sin en cambio quería jugar a hacerse la enojada con él.

―¡No puedes estar siempre enojada conmigo! ¡Tú me quieres!―Felix imito la postura de la azabache cruzando sus piernas y brazos, mientras la miraba con una sonrisa burlona.

―Ya no―Ella volteo hacía el lado contrario de la cara del rubio. El rubio sin pensarlo dos veces sonrió de una manera traviesa y comenzó a hacerle cosquillas a su prometida.

―¡Basta Felix! ¡P-para de una buena vez!―Gritaba la azabache mientras no podía parar de reír.

―¡Dime que me quieres!―Felix comenzaba a contagiarse de la risa de Marinette.

―¡Ño!―Contesto como una niña pequeña y el rubio siguió haciéndole cosquillas en la barriga.

―Entonces seguiré haciéndote sufrir―Felix planeaba seguir haciéndole cosquillas pero escucho a la azabache rendirse.

―¡Te quiero mucho, ahora déjame ir!―El rubio dejo de hacerle cosquillas a la azabache pero entonces noto la cara de inconformidad de Marinette. Se dio cuenta de la posición comprometedora en la que se encontraban.

Sin en cambio ninguno de los dos hacían lo posible por separarse.

Felix no podía apartar su vista de los labios de Marinette.

La azabache cerró los ojos al sentir la respiración del rubio arriba de ella y él termino con aquellos centímetros que los separaban.

El rubio había extrañado los labios de su prometida, sin duda sus vacaciones habían sido eternas sin aquella azabache que lo hacía comportarse como un tonto enamorado.

Marinette disfrutaba torpemente de aquel beso, llevo sus manos hacía el cabello de Felix y él no desaprovecho la oportunidad para dar algunos leves toques a la piel de su prometida.

No importaba los problemas que estaban en su alrededor, simplemente los sentimientos se encontraban a flor de piel.

Felix mordió delicadamente el labio inferior de la azabache y Marinette juraría que su corazón había comenzado a palpitar de una manera inexplicable.

Los dos se habían separado y aún sus miradas seguían fijas sobre el otro.

―No creí que terminarían llevándose bastante bien―Dijo el señor Agreste llamando la atención de los dos jóvenes.

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora