Bloque treinta y siete

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Marinette comprendió la acción de Adrien, había acabado aquel baile, había acabado su tiempo en la vida de los hermanos. Deseaba permanecer más tiempo, pero eso era imposible.

Él se había ido, había tomado la decisión de alejarse, aunque fue difícil y dolió, él estaba en lo correcto al alejarse.


¿Cómo irte sin lastimar a alguien?

Esa tarde regreso Felix con una caja de chocolates en la mano. Marinette con sus maletas fuera de la mansión, esperándolo. Solo quedaba un día para irse y quería estar con sus padres.

Felix la miró con atención en sus expresiones, en aquellos ojos azules tristes.

―Lo siento―La voz delgada de Marinette llegó en lo más profundo del rubio. El asintió y camino derecho a su habitación dejando a la azabache. Pudo escuchar quejidos y llantos, pero no se detuvo. No la iba a detener... porque la amaba.

Marinette camino con sus maletas, en ningún momento dejando de soltar todas la lagrimas esperando que los recuerdos se fueran con ellas.

¿Cómo podía despedirse de recuerdos que no quieren irse?

Felix lo supuso tiempo atrás, sentía como ella comenzaba a despedirse alejándose, guardando secretos. Pero nadie le advirtió que era tan poco el tiempo que quedaba.

Aquellos bloques que construyo para sí mismo, para no lastimarse, para no llorar, fueron derrumbados hace tiempo. Había sido suave por primera vez, pero ahora no le quedaba nada para que el dolor entrara en su interior. Recostado en su cama, abrazando su almohada, llorando en silencio por amor. Esa era la primera vez que tuvo claro que los bloques nunca fueron lo suficiente fuertes y era imposible volver a construir de nuevo, porque ya la amaba y tal vez ese era su mayor error.


Marinette sostenía fuertemente sus maletas. Ninguno de los dos era valiente para mirarse a los ojos.

No se puede bailar con la suerte, ella sabía que necesitaba caminar hacía su propio futuro.

Había miedo. Miedo de no volverse a ver. No volver a encontrar a esa persona que se convirtió en necesario como el aire de sus pulmones.

Pero él no estaba dispuesto a esperar.

No había planes, no había un destino para dos jóvenes obligados a amar. Hasta que se encuentren lo suficientemente maduros.

Amar sin el corazón tan roto.

Amándose a ellos mismos.

Dos almas que estén dispuestas a reflejar su amor de verdad.

Ella sabría que correría entre la multitud buscando aquellos ojos azules y abrazarlo de nuevo fuertemente.

¿Será que en unos años Felix le dirá "aún te quiero"?

Pero el único consuelo es que fueron algo antes que nada.

―Creo que es hora de que nos despidamos―Marinette se despidió del hermano menor, sus padres y mejor amiga.

Miro a Felix por última vez. No había palabras. Le tendió su mano y él la estrecho. Ella entro al vagón. Un nudo en su garganta amenazaba con salir, las lágrimas caían por más fuerte que cerrara los ojos. Quería decirle algo; pero era demasiado tarde. Las puertas se cerraron. Felix comenzó a correr detrás de ese tren.

<<Por alguna extraña razón tenía miedo de que te fueras, sabía que algún día todo esto se acabaría, pero me hacías dudar de que lo nuestro tuviera un mal final. Te doy gracias Felix Agreste, por demostrarme que hasta para esta chica torpe existe alguien que puede amarla.

Tal vez en un futuro seamos dos viejos conocidos, dos personas que fueron parte de un contrato, pero de alguna manera se volvieron cercanos. Gracias por todo familia Agreste>>

Al sentarse en su lugar asignado y abrir su bolsa de mano se encontró con un gato negro de felpa.

―Ahora seremos solo tú y yo pequeño amigo.

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora