Bloque treinta y cuatro

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Adrien estaba harto de todo el alboroto que había en la mansión por la boda de su hermano, tomó su moto y se dispuso a manejar para despejar su mente.

Pronto sería la graduación, pronto sería universitario y no estaba seguro si estaba haciendo lo correcto en su vida.

¿Valía la pena estudiar algo solo para trabajar en una empresa que sería de su hermano?

"Si tan solo fuera fácil tomar su guitarra y huir lejos"

Por otro lado no quería separarse de sus compañeros, estaba acostumbrado a verlos cada mañana. Cada tontería, reclamo al profesor y sobre todo aquella hermandad que tenían entre ellos.

¿Cómo sería posible separarse y vivir toda la Universidad sin ellos?

Ya no era un niño, pero estaba seguro que llegaría ese día en que entregaran los diplomas y por fin aquello que creían eterno llegaba a su fin.

Aquella felicidad que había pasado con un río rápido y escapado de sus manos.

Parecía ser que el cielo de nuevo hacía lo suyo...

De nuevo los sentimientos se mezclaban entre las nubes y gotas de lluvia comenzaban a correr, el viento corría fuerte intentado eliminar una que otra idea triste.

Limpiando todo a su alrededor.

Adrien dejaba que sus sentimientos guiaran su camino sin saber cuál sería el destino final.

Tal vez el ser impulsivo era su mayor defecto.

Entonces como si el destino lo predijera paro en un semáforo y caminando por la orilla se encontraba Rubí con un impermeable.

―Bestia ¿Quieres dar una vuelta?―Pregunto burlonamente.

Rubí quería negar la petición de aquel idiota chico, pero no tenía un lugar a donde ir, por lo menos hasta que su hermanastra se fuera. Se limitó a no articular ninguna palabra y subió a la moto.

El semáforo cambio y Adrien comenzó a avanzar.

―Es mejor que te sujetes fuerte―La voz de Adrien sonaba diferente, nerviosa de sentir el toque inocente de aquella chica. Rubí poso suavemente sus manos a la cintura del chico y recargo su mejilla en la chamarra de piel que él traía.

El perfume de aquel chico inundo las fosas nasales de la chica y supo que había encontrado una nueva cosa favorita.

Rubí sabia cual doloroso era amar a algo que se volvía tan cotidiano, pero al sentirse cerca de Adrien sabía que él no era un chico común.

Tal vez faltaba mucho por descubrir.

Sin darse cuenta la moto paró en aquello que parecía un auto mirador.

Ella bajo seguida de él.

Miraban como la lluvia caía por toda la ciudad.

La verde mirada de Adrien choco con la de Rubí y ella sintió un nudo en su garganta.

Tenía la sensación de decirle tantas cosas, pero no encontraba las palabras adecuadas.

"Me tomará como una loca" Pensó cuando a su mente llego la idea de hablarle de sus sentimientos.

Llevaban poco conociéndose, eran unos totales desconocidos, pero Rubí sentía como si lo conociera desde siempre.

No estaba enamorada y estaba segura que solo era una atracción momentaria, pero la vaga idea de terminar loca por él hizo que sus mejillas se tornaran rojas.

―¿Tengo algo en la cara bestia?―Pregunto Adrien arqueando una ceja.

―Si...¡Quiero decir! ¡Lo normal!―Adrien comenzó a reír y ella instintivamente también río tratando de ocultar su nerviosismo.

"Muy bien Rubí, acabas de decir la mayor tontería a un chico"

―¿Entonces quieres decir que mi cara te da miedo?

―Pues pareces violador, tal vez por eso―Habló protegiendo su orgullo.

―Awww ¡Eso es lo más lindo que me han dicho! ¿Sabes tú de que tienes cara?―Pregunto sobreactuando emocionado.

"No me sorprendería que al final fuera gay"

―No lo sé ¿De una bestia tal vez?―Respondió sarcásticamente.

―Te pareces a un perro llamado chilaquil―Ella golpeo su propia frente con los ojos cerrados y Adrien comenzó a reír fuertemente.

Pero entonces el aroma y calor de ese chico la envolvió.

Él la estaba abrazando.

Rubí pudo confirmar qué podía enamorarse fácilmente de Adrien.

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora