Bloque veintiséis

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Bridgett se encontraba atendiendo la pequeña cafetería de sus padres. Frente a ella, justamente en la mesa número siete se encontraba aquel chico del cual juraba estar enamorada tiempo atrás.

Parecía que Felix seguía con el mismo hábito de sentarse junto a la ventana, sin embargo ella ya no tenía los mismos hábitos cuando lo miraba. Su corazón no se encontraba emocionado y su voz se sentía segura al tomar su orden.

―¿Puedo tomar su orden?―La de cabello largo se dirigía hacia el rubio como si fueran dos completos extraños. Felix parecía no haber notado a Bridgett y se encontraba muy ocupado mirando la sección de postres de la carta.

―¿Seguirá siendo la tarta de manzana la especialidad de tu madre?―Felix soltó aquella pregunta mientras una sonrisa parecía en sus labios. Bridgett se mostraba un poco sorprendida, sin en cambio se había propuesto actuar de manera fría tal y como hace tiempo él se comportaba con ella.

Si tan solo supiera que sus padres ahora estaban en Francia.

―Te recomendaría su café cargado, pero odias el café―La de cabello largo trataba de sonar tranquila y darle una lección a aquel chico, pero este no paraba de reír como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo.

―Entonces sin duda alguna quiero una tarta de manzana―Felix había puesto sus ojos en su celular y Bridgette pensaba que era el momento ideal para escapar de las garras de su primer amor.

―Es agradable volver a verte Brid―Escucho la de cabello largo a sus espaldas.


La habitación de Chloe parecía haber sido atacada por un remolino de ropa. En todas partes se encontraban millones de prendas botadas y una rubia con ojos azules no paraba de quejarse al no saber que ponerse para ir a su encuentro con el pelirrojo.

Algo dentro de ella sabía que esa salida le rompería aún más su corazón, sin embargo de eso se trataba el amor; las personas dejan de pensar en si mismas y caminan directo a aquel hermoso dolor que ven como lo más grandioso de este mundo.

Por primera vez había mentido con irse a dormir temprano y había huido de casa para tomar un café ayudando con sus problemas a Nathaniel.

Nunca se imaginó que tomar el tren se le haría costumbre, al igual que nunca pensó que en sus pensamientos aparecería aquel pelirrojo.

Había llegado a aquel café y sin embargo no estaba aquella persona a la cual ella esperaba ver con tantas ansias.

Pasaban las horas y en aquel restaurante se podía ver a una triste Chloe recargando los codos sobre la mesa.

"¿Acaso debí hacerle caso a mi conciencia? ¿Es que acaso fui tan tonta que sigo imaginándome tener un final feliz con un chico ordinario? ¿Cómo es que pense que alguien me amaría? ¡Caí de nuevo como la tonta que soy!"

No quedaba nadie más en aquel lugar y la rubia se encontraba lamentándose mientras sus manos se aferraban fuertemente del mantel de la mesa.

En sus ojos no paraban de brotar lágrimas.

Una mesera al darse cuenta del estado lamentable de la chica dejo de arreglar las últimas mesas y se le acerco a aquella chica.

"¿Las villanas siempre fueron de corazón de piedra o eran princesas que fueron plantadas esperando aquel rescate? ¿Acaso yo tendré que ser mi propia heroína y escapar de toda esta horrible vida?"

-¿Se encuentra bien señorita?-Pregunto la mesera con una voz dulce tratando de no abusar del espacio personal de la cliente.

Chloe levanto la cabeza con una mirada triste y trato de limpiar algunas lágrimas con el suéter que combinaba con su vestido favorito, embozó la sonrisa más falsa que podía hacer.

Ya estaba acostumbrada a ser la princesa de la falsedad.

―Claro, solo son mis hormonas del periodo-Chloe quería golpearse fuertemente la frente con tan mala excusa que dio.

Pero la mesera supo que aquella chica estaba mintiendo y la abrazo intuitivamente. Chloe comenzó a llorar más fuerte que nunca al sentir la calidez de aquel abrazo.

―No llore, tengo fe en que esa persona la ama de verdad―Dijo aquella mesera acariciando la cabeza de la rubia tratando de tranquilizarla.

―Si tan solo eso fuera verdad, nadie es capaz de amarme―La mesera deshizo aquel abrazo. Esa chica le recordaba a su pequeña hija.

―Permítame cerrar y podremos platicar todo lo que desee, le traeré un chocolate caliente ¡Seguro que eso la hará sonreír de nuevo! ¡Yo siempre hago que Brid deje de llorar con una tasa de chocolate!―Chloe solo asintió.

El teléfono sonó mostrando el nombre de aquel pelirrojo por el cual su café se había enfriado después de tres horas.

"Lo siento, tuve que realizar algunas cosas ¿Nos vemos otro día?"

Su corazón se encontraba estrujado, su garganta guardaba un sabor amargo por aquellos sentimientos de coraje y desilusión que guardaba.

El reloj marcaba las doce y Cenicienta ni siquiera había bailado el vals con el príncipe, el príncipe no se había enamorado de la pobre chica y aquella zapatilla no podía ser de nuevo una excusa para ser buscada por él para tener un felices por siempre.

Tal vez aquel cuento de hadas había terminado o ni siquiera pudo comenzar.

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora