Bloque catorse

2.2K 202 20
                                    

Gabriel intento huir de aquel recuerdo...

Una terraza con nieve cayendo, aferrado triste y solo con la compañía de un mono de juguete con cuerda. Ese era el único recuerdo que tenía de su infancia.

Los recuerdos de una persona pueden llegar a ser una caja de pandora, un laberinto difícil de encontrar salida.

El humano se hace pedazos al no poder asumir aquel pasado, pero si no tuviéramos pasado no habría un futuro ni una historia. Obligados a crear una barrera del alma y corazón. Un mundo diferente o simplemente un personaje nuevo.

Había tenido una vida feliz con aquella amnesia del pasado, pero su mente había sido controlada por otras personas después de perder a su esposa.

Una era agresiva y aparecía en sus momentos de enojo y otra llegaba cuando se sentía al borde de la tristeza, muchos odiaban especialmente a esa personalidad, solo trataba de de ponerle fin a su sufrimiento ¿O acaso después de la muerte hay dolor?

Gabriel trataba de ser cuerdo ante aquellas personalidades, trataba de tener los pies en la tierra. Frio, hostil y calculador. Simplemente buscar su conveniencia. Seguía sin dejar de ser una mente maestra, tal como sus maestros de universidad lo llamaban.

Su adolescencia fue tan lejana hasta que aquella chica había cambiado todo por completo, pero aquella que había retenido sus akumas había muerto.

La primera vez que perdió la noción del tiempo fue aquella noche después de ver como la tierra cubría el ataúd color hueso con las palabras escritas "Ojala se volvieran a abrir aquellas esmeraldas. Con cariño tus hijos y esposo".

Ese día había tomado como nunca y solo unas lágrimas amargas habían tratado de evitar, hasta que su pecho comenzó a doler de una manera que nunca había imaginado.

Su deseo de desaparecer había sido cumplido por unas par de horas... Despertó arriba de aquella terraza que no había pisado desde niño.

Había ocultado este secreto tantos años con ayuda de su fiel secretaria y su psiquiatra.

¿Cómo lo tomarían sus hijos? ¿Valía la pena alejarse para no dañar a más personas que amaba? ¿Por qué su orgullo siempre cegaba a la razón y nunca le dijo los suficientes "te amo"? Muchas preguntan seguían sin ser resueltas, solo apresuraba el destino de su empresa.

Ta vez la mejor opción era alejar a sus dos bebés hasta que no pudieran aferrarse a aquel monstro que había creado. Pero el tiempo paso tan rápido y ya no eran bebés.

¿Podría alguien escuchar el susurro que se encuentran sellado por una caja imposible de abrir?.


La clase de ciencias de la salud estaba por terminar, pero el profesor hablaba como si su vida dependiera de ello.

―Bueno alumnos terminaremos con William Halster y Horace Wells ―El profesor anoto en el pizarrón para terminar con su línea del tiempo.

―¿Alguien sabe quiénes son estas dos personalidades? ―Alya levanto la mano y el profesor le otorgo la palabra.

―Sé que Halster creó los guantes de latex.

―Tiene razón señorita, William Halster es conocido por crear los guantes de latex y por ser de las pocas historias románticas de la medicina ―No tardo mucho para que Rose dirigiera su mirada y dejará de prestar su atención a escribir cartas a su príncipe soñado.

―El señor Halster era un cirujano que tenía amor hacia una enfermera que se había lastimado las manos debido a los líquidos que en ese tiempo utilizaban para desinfectar al operar, esta estaba a punto de renunciar a ser su compañera y él decidió crear estos guantes para tenerla siempre a su lado. ¿Alguien ha oído hablar del otro personaje? ―Todo el salón negó la cabeza.

―¿Saben quién creo la anestesia? ―Adrien levanto la mano y respondió.

―Tomas Morton creo ―Profesor parecía descontento ante la respuesta hasta que la azabache que se sentaba atrás del rubio levanto la mano.

―De hecho Horace Wells fue el primero en descubrirlo al ir a una feria y ver que las personas podían lastimarse y no sentir nada al inhalar el gas de la risa, pero al presentar su invento fue un total fracaso ya que llevo a una persona de sobre peso como su conejillo de indias y no le dio la cantidad suficiente, todos se burlaron de él y tren años después Tomas Morton volvió a presentar el invento ganándose el título ―El profesor aplaudió a la alumna y después miro su reloj en mano y se despidió rápidamente de sus alumnos, no por algo se había ganado el título de "conejo blanco" llegando tarde a todas las clases.

Los alumnos comenzaron a tomar sus cosas para salir del instituto, Adrien sentía la necesidad de esperar a Marinette para poder hablar y en ese momento se había prestado la oportunidad al ver que su mejor amiga Alya salió corriendo a la papelería escolar por un syllabus de historia universal, dejando a su amiga azabache esperando.

''¡Era ahora o nunca!'' Se acercó al puesto donde ella metía sus libros para salir del aula.

―¡Hola Marinette! ¿Cómo has estado? ―Saludo amistosamente Adrien.

―Bien - Contesto Marinette para tomar su mochila en hombro.

El cambio de ella había sido notorio que hasta Adrien que era demasiado despistado le preocupaba ¿Acaso había hecho algo malo?

―Marinette pido disculpas si hice o dije algo que te molestara ―Esas palabras hicieron que ella se exaltara.

―Tranquilo, no hiciste nada malo.

―Sé que pasa algo y me dice que tiene que ver conmigo ¿Es acaso sobre mi hermano?.

''Bingo y doblemente bingo'' Marinette pensó en que palabras usar como excusa para no revelar sus problemas.

Últimamente había dejado de ser tan obvia o por lo menos su mente divagaba en otros lugares que en su compañero rubio.

―Me importas Marinette y no quiero volver a tener un mal entendido ―Él acarició dulcemente una de las coletas de la chica y se despidió de ella.

''Justo cuando algo arrojas a la marea, este regresa a la orilla''.

Amores iba a subir este capítulo ayer como lo acordado pero no encontraba como darle un buen final, además de que estoy un poco enferma y hoy falte, tenía solo cuatro horas de las clases que menos importantes son y me quede arreglando algunas cositas :) ¡Espero lo disfruten!

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora