Bloque treinta y tres

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A veces es mejor no dejar el corazón desprevenido, porque no sabes cuando alguien puede ser capaz de entrar en él.

Rubí miles de veces había sido rechazada por el tipo de chicos bonitos como el rubio que tenía en frente.

Siempre había terminado siendo la mejor amiga de ellos, terminando siendo traicionada y olvidada.

¿Por qué en este momento estaba en una situación incómoda con aquel rubio?

―¿Tus padres no te enseñaron que está mal secuestrar personas?―El tono de voz del rubio era hostil, sin duda el tipo de idiota que ella odiaba.

Se podía notar a distancia el odio que tenía aquel chico hasta porque respiraran su propio aire.

"¿Quién se cree? ¿Otro niño de papá que se cree dueño del mundo"

―¡Claro que sí! ¡También me enseñaron a no golpear a los animales! Por eso es que no te he roto la cara―Respondió ariscamente Rubí.

―¡Eso demuestra lo poco dama que eres! ¡Eres una salvaje!―Rubí comenzó a gritarle cualquier insulto que pasaba por su mente, pero él la ignoro.

Adrien gruño y comenzó a caminar hacía la fiesta, creía una pérdida de tiempo hablar con aquella chica que a su parecer creía tan grosera.

―¡Maldito llorón! ¡Y yo que te iba a pedir perdón por ensuciar tu feo sacó!―Adrien al escucharla desde lejos camino de regreso a ella con pasos firmes.

―¡Este sacó es Hermés! No me sorprende que no conozcas esta marca...―Rubí no aguanto su impulso y su puño termino en la mejilla del rubio.


La música en el jardín de la mansión era agradable. Las personas parecían alegres de una manera sana, pero la azabache era todo un manojo de nervios.

No estaba segura si estaba tomando la decision correcta, pronto se graduaría de la preparatoria y su sueño de entrar a la mejor universidad de modas se desmoronaría.

Gabriel Agreste golpeo su copa suavemente llamando la atención de los invitados.

―Amigos y familiares, nos sentimos agradecido de tenerlos aquí para anunciarles y compartir con ustedes este gran paso en la vida de mi hijo―Felix se levantó de su asiento tomando delicadamente la mano de Marinette.

―Quiero pedir en este momento la mano de su hija a la familia Dupain-Cheng, estando por fin seguro de mis verdaderos sentimientos por Marinette―La familia de la azabache acepto la petición del joven y una sortija se deslizo por el dedo de Marinette.

Marinette sabía que su barco estaba en medio de un naufragio.

Solo esperaba no terminar ahogando todo por lo que ella había luchado o terminar lastimando a Felix.

Dos gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora