Capítulo 1

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Llego al instituto. Este es el primer día de curso en este nuevo centro para mí, pero para los demás es otro como cualquiera. Resulta que me he cambiado de instituto a mitad de curso, en pleno marzo. La empresa en la que trabaja mi padre se ha tenido que traslsdar, y nosotros con ellos detrás. Al final, lo que empezaba siendo un simple cambio de casa ha acabado siendo una desgracia: he vuelto a Barcelona.

Este es el mismo lugar donde vivía antes, donde pasé toda mi infancia hasta hace tan solo dos años.  Cursé toda la primaria y los dos primeros cursos de secundaria, pero si por mí fuera, no hubiese vuelto jamás. Tuve suficiente en su momento y siempre ha sido mi lugar prohibido para viajar, estaba tachado. Sin embargo, lo he tenido que volver a incluir en mi lista.

Me ha recibido en su despacho un tal Tomás, que dice ser mi tutor. Este hombre es alto, corpulento y se le ve formal. Debe de ser uno de esos profesores a los que no se les puede hacer muchas bromas, debe de ser bastante estricto. Aunque tengo comprobado que las apariencias engañan. Por como se ha presentado, parece que ya le empiezan a pesar los días encerrado en este centro. En un suspiro, cambia su expresión de fatiga y me acompaña a la que será mi próxima clase durante los meses restantes, que espero que se me pasen volando. No me gusta nada estudiar y sin embargo, como mi padre me obliga a seguir, ya he llegado a primero del Bachillerato del Humanístico.

Cuando llegamos por el pasillo al aula, resoplo. No es fácil adaptarse a un sitio y yo no tengo intención de cambiar por nada ni por nadie. Sé que gracias a mi personalidad no puede haber obstáculo que se interponga en mi camino. Por eso mismo, no me importan las dificultades que se me puedan presentar porque voy a afrontarlas sin ningún pudor. 

Los dos entramos dentro de la clase y todos mis futuros compañeros levantan la vista de los apuntes donde en ese mismo instante estaban escribiendo, miran a Tomás y a continuación, desvían la mirada hacia mí. Lo hacen como si lo hubiesen practicado más de una vez. Su expresión es de desconcierto, de no saber lo que está pasando. Y sí, ha sido muy brusca mi incorporación. Además, tiene pinta de que no les habían informado aún.

- Chicos, a partir de ahora se incorporará Valeria Díaz a nuestras clases. Sed buenos con ella -echa un vistazo a la clase-. Acompáñame -dice llevándome por el brazo hacia mi mesa.

Las mesas se encuentran de dos en dos en tres columnas, así que debe de haber unos 24 alumnos en esta clase. Miro a mi alrededor buscando a chicos que sean guapos y por lo que veo, no hay demasiados para mí desgracia... Era una mínima esperanza que tenía para que mejorara mi estancia en este zulo, aunque siguen quedándome unos cuantos cursos más por comprobar. Será más difícil poder conocerles, pero hay posibilidades. ¿Por qué no?

- Te sentarás aquí, con Laila -añade Tomás-. Laila, tú lo que tienes que hacer es mostrarle el horario, enseñarle las clases a las que tiene que ir y mostrarle el instituto: serás su guía. Tienes que echarle una mano para que se integre con los compañeros y ayudarla en lo que necesite, ¿de acuerdo?

Laila es una chica con el cabello larguísimo, castaño y que está maquillada bastante bien. A mí parecer, es mona. Sin embargo, a pesar de lo que pueda aparentar, me produce desconfianza a primera vista... Así que iré con cuidado con ella. Igualmente, le daré una oportunidad porque no quiero etiquetarla negativamente tan pronto. Tener que pasar tantas horas aquí dentro, hace que tenga más importancia de la que me gustaría. 

- Encantada -me saluda sonriente. Yo, por cortesía, le respondo lo mismo.

- Ahora, ya puedes presentarte -sugiere Tomás. Pensaba que me iba a librar de la presentación delante de mis compañeros, pero no he tenido tanta suerte.

Me levanto de la silla y me sacudo la ropa. Siempre intento estar perfecta para gustar a todos los chicos que pueda. No es algo que haga a propósito, sino que es como mi esencia. No puedo salir a la calle sin estar impecable. Por eso, me he arreglado bastante, para dar una buena impresión desde el principio.

- Buenas, soy Valeria. Estoy encantada de deciros que no me toquéis las narices y yo no os las tocaré a vosotros. Dejádme en paz, yo iré a mi aire y nos llevaremos bien -digo sonriendo al final de mi exhibición.

Vuelvo a sentarme en mi sitio y observo como los demás se han quedado mirándome extrañados. Es así, hay que seguir mis normas. Y si no quieren, sufrirán las consecuencias. Estoy segura de que en no habían pensado que la nueva sería dura de roer y lo siento por ellos, pero es lo que hay.

La clase empieza en el momento en el que entra la profesora de matemáticas por la puerta. Se presenta para que yo pueda conocerla y después, ya tenemos que abrir la libreta y empezar a coger apuntes inmediatamente. A las ocho de la mañana... Debería de ser ilegal que nos obliguen a esto...

- ¿Tienes novio, Valeria? -oigo que dice una voz detrás de mí.

Me giro para responder con una sonrisa a quién sea que me ha preguntado, pero me encuentro con la última persona con la que quería encontrarme aquí, en Barcelona... ¡No puede ser! ¡¿Cómo hemos acabado en el mismo instituto?! ¡¿Y por qué cojones me tiene que pasar a mí esto?!

- ¡¿Qué coño haces aquí?! -grito en medio de la clase.

- ¿Así me recibes después de dos años? -responde él con una sonrisa burlona. No salgo de mi asombro. ¡Es él!

- ¡Ese vocabulario, Valeria! Tengo que advertirte que no puedes decir ni hacer lo que te venga en gana -me regaña la profesora pero yo no la escucho, la oigo de fondo.

- Mira, imbécil... No te atrevas a hablarme. Eres un gilipollas que no merece ni la basura -le escupo las palabras.

- ¡Como sigas así, te voy a tener que echar de clase! -grita acercándose a mí la profesora de matemáticas.

- Vaya... ¿Te haces la dura? -pregunta de nuevo de la misma forma que antes.

- Eres escoria, Álex -le insulto otra vez.

- ¡Fuera de clase! ¡Los dos! ¡Ahora mismo!

Miro a la profesora con cara de mala hostia. Odio que me digan lo que tengo que hacer, pero ella sigue con la misma mirada de enfado. Cojo mi móvil, que estaba encima de la mesa, me levanto arrastrando la silla haciendo ruido a propósito y salgo pisando fuerte de la clase cerrando de un portazo. Vuelve a abrirse la puerta al cabo de unos segundos y sale Álex. Encima, ahora tengo que soportar una hora en el pasillo con él... A solas.

- ¿Vas a reconocer que te gusto o vas a fingir como las demás? -se apoya de manera seductora en la pared, cruzando los brazos.

Me fijo en él... Ha dado un cambio bastante visible desde la última vez que le vi. Le ha cambiado la voz, se ha rapado y se le intuye un cuerpo de escándalo... El azul de sus ojos contrasta perfectamente con su color castaño de cabello. Además, sigue siendo muy guapo, mucho más que antes... Si no hubiese pasado lo que pasó, seguramente ya estaríamos enrollados. Yo, por mi parte, también he cambiado muchísimo. No tengo nada que ver con la persona que era antes y es culpa de Álex.

- Escúchame... -digo acercándome a él-. Me parece que no te ha quedado muy claro lo que te he dicho antes -Álex lo niega y sonríe de manera traviesa-. No me hables -le ordeno-. No me mires. Finge que yo no existo porque yo lo voy a hacer contigo. No intentes respirar el mismo aire que yo porque te vas a arrepentir.

- ¿Ah sí? -me interrumpe-. ¿Y qué me vas a hacer?

- Te vas a quedar estéril, te lo aseguro. Las tijeras se me dan bien -le amenazo dejándole sin esa sonrisa odiosa.

Me siento en el suelo y cojo el móvil para hacer cualquier cosa que no sea hablarle. De esta forma, intento que pase más rápido el tiempo. No puedo soportar el simple hecho de pisar el mismo suelo que está pisando él. Me da mucho asco y lo único que deseo en estos momentos, es que suene el timbre del cambio de clase.

¡FUERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora