Capítulo 7

132 6 0
                                    


Cuando llegamos a la cabaña, me adelanto a todo el mundo para poder ir al baño la primera, desmaquillarme, lavarme los dientes, ponerme el pijama e ir a la cama a dormir ya. Álex ha tenido que venir antes para ducharse y limpiarse después de lo que ha pasado. Mea culpa, me declaro culpable.

Ha sido un día muy largo... Larguísimo. Le he visto prácticamente a todas horas... Estoy bastante deprimida y no me puedo permitir ningún momento de debilidad con él. Jamás. Por eso necesito renovar fuerzas lo antes posible, para que no pueda atraparme sin las defensas activadas como ha pasado hace un rato.

Pongo el móvil a cargar y me meto dentro de la cama. Miro al techo intentando dejar la mente en blanco y olvidarme de todo, aunque es imposible con el escándalo que están haciendo los demás. Caminan de un lado para otro y como hay poco espacio, aún es más agobiante. Parecemos sardinas enlatadas, y la única forma de no estar apretados, es estando encima de las camas.

Álex coge el colchón de la cama de debajo de la litera y lo tira al suelo con pocos esfuerzos. Luego, dándole patadas, lo pone al lado de mi cama y se sienta en él, además, apoyando su cabeza encima de mi cama, como si le hubiese dado permiso para acercarse a mí o para ponerse a mi lado.

- Eh, ¡¿qué haces?! –grito.

- Estirarme a tu lado.

- Ni hablar. ¡Aléjate de mí o pon el colchón donde estaba, pero tú no te quedas aquí! ¡Fuera!

- Es mi colchón y hago lo que quiero –responde-. Además, eres la novata aquí, no tienes la suficiente autoridad para ordenarme nada.

Suspiro y le doy la espalda en la cama. No hay nada que hacer, no tengo fuerzas. Quizá mañana le obligue a moverse de sitio, pero ahora no. Estoy rendida y me quedan dos días aquí... Me quiero ir a mi casa... Quiero perderle de vista... Ojalá no nos hubiésemos mudado y ojalá no hubiese sido tan ingenuamente estúpida como para aceptar venir aquí.

Siento como alguien se sienta a mi lado en la cama, porque el colchón se hunde detrás de mi espalda. Me giro y es Álex mirándome con esos ojos azules que parece que hipnotizan... Y yo, he perdido la capacidad para saber controlar sus miradas. Así que vuelvo la cabeza y evito que siga ganándome estas batallas.

- Déjame, ¿vale? Estoy harta.

Me incorporo, cojo un abrigo que tenía a los pies de la cama y me llevo el paquete de cigarros conmigo fuera de la cabaña. En cuanto salgo, suspiro de una forma ruidosa. Hay una tensión ahí dentro que no se puede ni sostener. A continuación, me siento en los escalones del porche y me enciendo uno.

Miro el cielo, concretamente las estrellas más brillantes y más grandes que se ven desde donde me encuentro. A pesar de mi carácter, lo estoy pasando mal. Enfrentarme a mi pasado está siendo muy duro para mí. Lo que he hecho durante estos años ha sido básicamente ignorarlo, pero ahora lo tengo plantado delante de mis narices. En un momento, se me hace un nudo en la garganta y suspiro teniendo ganas de llorar.

Escucho el sonido de la puerta abriéndose y alguien que se sienta a mi lado. Vuelve a ser él, cosa que no me asombra. Nos quedamos en silencio unos cuantos minutos, sin decirnos nada. Está siendo, para mi sorpresa, un momento cómodo entre los dos. Inspiro humo del cigarro mientras miro a ningún lado.

- ¿Desde cuándo fumas? –me pregunta en tono pacífico. Debería de estar a la defensiva con él... Es lo que tengo que hacer para que no se confunda.

- ¿Desde cuándo te importa lo que hago?

- No me gustan las mujeres que fuman –comenta mirándome con cara de fastidio.

- Claro, espera un momento... ¡Yo sé cómo te gustan! Inocentes, pequeñas, dulces, amables y... ¡Vírgenes! –le grito. Tiro el cigarrillo ya casi acabado y vuelvo a entrar en casa. Me estiro, de nuevo, en la cama y me quedo medio dormida mientras escucho a los chicos hablar sobre la acampada que van a hacer esta noche.

·

Me despierto en medio de la noche. En realidad, no es tan tarde, lo que ha pasado es que me he quedado dormida por culpa de lo agotada que estaba. Los chicos no están, se deben de haber ido ya hacia un lugar desconocido. Hay que estar mal de la cabeza para irse... Yo en la vida me la jugaría teniendo una cama.

- ¿Alguna está despierta?

No responde nadie y resoplo, sin embargo, en el momento en que intento volver a probar a dormirme, oigo una voz que  me responde un "sí". Es Rebeca... No sé qué hacer... Pero necesito desahogarme... Necesito explicarle a alguien lo que siento estos momentos... Y tiene que ser alguna de ellas, porque son personas que voy a ver en mi día a día. No hace falta decir que Laila está descartada.

- Necesito hablar –empiezo a explicarme- de lo que pasó con Álex... Me está matando por dentro, necesito contárselo a alguien y aliviarme. ¿Podemos salir y sentarnos en las escaleras?

-Sí, espera un momento que cojo un abrigo.

Hago lo mismo que Rebeca y me preparo psicológicamente para volver a explicarlo. Lo he contado pocas veces... Como mucho lo saben, cinco personas: mi padre, mi madre, mi psicólogo, Martina y Álex. No me gusta contarlo, porque no me gusta que la gente sepa cosas así de mi vida y que sepan que existen situaciones en las que he sido débil. Cuando salimos, nos sentamos como lo hemos hecho Álex y yo antes, una al lado de la otra.

- Tú dirás...

- Verás... Siento que debo explicarle a alguien lo que me pasa... Lo que me está pasando estos días que estoy cerca de él... 

- Me parece bien que quieras contarlo... ¿Qué pasó exactamente?...

Suspiro... Cierro los ojos e intento concentrarme en mi pasado, hace varios años... Aunque duela en lo más profundo de mi corazón, ha llegado el momento de volver a hacerlo. Sin duda, no puede ser más duro que cuando lo conté por primera vez. Así que me armo de valor y le empiezo a contar lo que me tortura.

- A ver... Primero me tienes que imaginar muy distinta. Antes era gordita, tenía el pelo corto por los hombros, con flequillo, con granos... Y sobre todo, muy inocente. E inexperta. Era una niña de trece años, así que ya te lo puedes imaginar...

Ahora llevo el pelo oscuro, largo y planchado. No tengo flequillo. He adelgazado y no tengo granos. He hecho un cambio físico espectacular, la gente no me reconoce... Y por eso me siento tan segura de mí misma, porque lo tengo que aprovechar. Porque cuando me miro en el espejo, me veo a mí, no a otra persona.

- Álex consiguió enamorarme –añado-. Hace unos cuatro años, íbamos al mismo colegio. Él empezó a prestarme atención, a reír conmigo. Ya lo sabéis, Álex es muy guapo y tiene ojazos azules... Pues hace años también era guapo. Aunque más niño. No le resultó difícil que me fijara en él, y en cuando me pidió salir, no dudé ni un instante. No podría ser más feliz teniendo un novio como él.

Un día... fuimos a su casa y lo hicimos. Yo, al menos, le estaba haciendo el amor y pensaba que él también a mí. ¡Éramos unos críos! Pero es que ahora, la juventud está tan fuera de lugar que me parecía lo correcto en esos momentos. Le quería y él me quería a mí... Y las personas, cuando se quieren, hacen el amor. Yo vivía en mi cuento de hadas, todo era perfecto y no había disfrutado tanto en toda mi vida... Pero, al día siguiente, me enteré por un amigo que todo era un estúpido juego y que no me quería. Había jugado con mis sentimientos sólo para demostrar que podía acostarse conmigo.

¡FUERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora