Sé a lo que se refiere. Antes de lo que pasó, yo era la niña más dulce del mundo. Era una delicada mariposa a la que no se le pueden tocar las alas por si la dañas, vivía en mi mundo de color, de esperanza, lleno de oportunidades, de amor... De cosas bonitas. Y ahora parece que sea todo lo contrario.
- Fui al psicólogo durante unos meses, hasta que empecé un nuevo curso y creí que lo más conveniente era que no me pudiesen pisar. Tenía que demostrarle al mundo que yo era más fuerte que nada. A partir de ahí, dejé de ir al psicólogo y fui desarrollando mi personalidad a partir de impulsos, dejando mi vergüenza a un lado, y diciendo exactamente lo que pensaba. Yéndome de fiesta, fumando y teniendo a cualquier hombre. Pensaba que era lo que debía hacer... El "amor de tu vida" no existía para mí...
- A mí me gusta tu nueva forma de ser, pero sigo encontrando rasgos de tu antigua personalidad. Como por ejemplo, la forma de sonreírme es igual que antes... O cuando me dejas hablar contigo así, tranquilos... O cuando me miras, a veces... Te veo ahí, pero no sé cómo actuar para ser tu amigo...
Me giro hacia la bolsa que he traído y cojo un cigarrillo para tranquilizarme. Estoy temblando sólo de pensar en la conversación que estamos teniendo. Agarro el mechero y poniendo la mano delante para que no me apague la llama el viento, lo enciendo. A ver si esto me ayuda a seguir con la conversación...
- Dejando de lado estar a la defensiva, quiero que sepas que me gustaría perdonarte. Lo he estado pensando mucho, ha pasado mucho tiempo y bueno, puedo entender que fuésemos pequeños y que te equivocaste. Sólo quiero saber si realmente has cambiado y si te arrepientes de lo que hiciste.
- Claro que me arrepiento, ¿cómo no me voy a arrepentir? Fui un gilipollas insensible, no pensé en el daño que podía llegar a hacerte. Y ahora, sabiéndolo, lo siento muchísimo más. Ojalá puedas perdonarme... Tengo diecisiete años y prometo que mi cerebro ha evolucionado un poquito.
Me río con su comentario y exhalo humo. ¿Qué hago? ¿Le perdono? Por cómo estuvimos el miércoles antes de acostarnos, me parece que sí que podemos llegar a caernos bien. Incluso estoy dispuesta a intentar portarme mejor. No sé hacia donde me llevará esto, pero me gusta dejarme llevar.
- ¿Amigos? –le ofrezco la mano para que me la estreche y él me la da.
- Amigos –responde con una sonrisa.
- Eso sí, no me pidas que baje la luna. Tendré que acostumbrarme a no meterme contigo –le recalco por si acaso.
- Espera, tenía que enseñarte algo –busca su teléfono móvil y se queda un rato mirando la pantalla hasta que me enseña una foto-. Me dijiste que dejarías de estar a la defensiva conmigo cuando existieran los perros verdes. Ahí lo tienes.
En su móvil, hay una foto de un perro verde y eso vuelve a hacerme sonreír. Es una de las cualidades que siempre ha tenido Álex, siempre ha sabido cómo hacerme reír.... Y tres años después, sigue sabiendo cómo hacerlo... Parece imposible. Y por cierto, se me ha olvidado comentarle un tema.
- Lo del miércoles... ¿lo olvidamos? –pregunto, aunque sé perfectamente que yo, por lo menos, no lo podré conseguir.
- Lo olvidamos –me confirma. Sin decirme nada, coge con los dedos mi cigarro y yo pensaba que iba a fumar él también, pero lo lanza con descaro al lago.
- ¡Eh! ¡¿Qué te crees que haces?! –le grito enfurecida.
- No me gustan las chicas que fuman, ya te lo dije –me guiña un ojo.
- Y a mí no me gusta la confianza esta que has cogido conmigo y sin embargo, la dejo pasar...
- Ya... Pues yo no.
- Te mato, te voy a tener que matar. ¡Los cigarros son sagrados!
Antes que pueda hacer nada, Álex se levanta y empieza a correr. Yo me pongo de pie y le persigo entre los árboles. Cuando llego hasta él, le empujo y él se cae de forma suave en el césped sin mucho esfuerzo, pero Álex me coge de las piernas y me tira con él. Giro la cabeza hacia Álex y le veo sonriéndome.
Nos pasamos hablando estirados en el césped, al menos, una hora, hasta que la empezamos a tener frío y nos vamos a la cabaña a arreglarnos para el día que nos espera. Se supone que todavía no hay planes, pero seguro que algo se nos ocurrirá. Y lo mejor, es que espero que los tenga junto a él.
Al llegar, están todos despiertos ya y cada uno está haciendo su cama. Cuando entramos Álex y yo riéndonos, se crea un ambiente extraño, como de sorpresa al ver que no nos estamos matando, aunque lo haya querido hacer hace un rato. También de tensión, porque no saben por donde van los tiros.
- ¿Me invitas a desayunar? –le pregunto a Álex sin rodeos.
- Te voy a llevar a un sitio que te va a encantar.
Cojo mi neceser con el maquillaje y me meto en el baño a delinearme los ojos. Haber pasado de odiarle tanto a querer pasar tiempo con él ha sido un cambio muy brusco, pero reconozco que me estaba autoengañando. Y después de lo que pasó el miércoles... No puedo más con esta losa.
- Vamos, que ya estoy –le digo saliendo del baño y cogiendo mi bolso.
- Estás preciosa –le hago una caricia en la cara con la que noto su barba que sobresale y nos vamos los dos hacia fuera.
- Esperaros, vamos con vosotros –interrumpe Laila.
Miro a Álex y él con los ojos me lo dice todo. Me está pidiendo que no la deje venir, que no quiere tener que estar con los demás, sino los dos solos. A mí me parece perfecto, básicamente porque paso de estar con Laila. Encima, es la que lo ha comentado... Me parece normal gustándole él que no nos quiera dejar solos.
- Lo siento, Álex es sólo mío –le respondo con mi naturaleza borde. Le doy la mano a él y lo saco de ahí dentro. Rebeca hace una sonrisa cómplice cuando voy a salir y yo le guiño el ojo en señal de astucia.
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¡FUERA!
Novela Juvenil¿Sabéis? Yo no estoy para perder el tiempo. Sé lo que quiero. A mí nadie me pisa, tengo un carácter muy fuerte. Todos a mi alrededor, obedecen mis normas. Odio las relaciones románticas y las parejas que son tan empalagosas. No creo en el amor, teng...