Capítulo 32

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La Barbie y yo hemos acabado en urgencias. Claramente, a mí no me ha pasado prácticamente nada, sólo me duele el tobillo. Simplemente, me ha pisado y me lo ha torcido, nada del otro mundo.No tengo ni un moratón, ni tengo ningún dolor extraño... Así que estoy bastante tranquila.  Han tenido que hacerme una radiografía, y estoy esperando los resultados. Lo tengo hinchado, pero no me han podido decir exactamente lo que tengo hasta que obtengan los resultados.

Ella, sin embargo, está más grave. Yo no la he visto, pero tenía rasguños y se quejaba bastante. Juan, mi doctor, me ha dicho que Sonia tiene un esguince en la muñeca y va a tardar unas cuantas semanas en recuperarse. Al menos, ahora ya sé que no volverá a decirme nada. Es la parte positiva que he sacado de todo esto. Va a tener en cuenta que no soy una niñata caprichosa como ella y que me puedo defender perfectamente sola.

Veo como Álex entra en la habitación y me ve con el pie en alto. Suspira y se lleva las manos a la cara. Cierra la puerta y viene despacio hasta donde está mi cama. Luego me mira a mí con la boca abierta y después, se acerca a mí enfadado. Yo hago una mueca y frunzo el ceño. ¿Por qué...?

- ¿Se puede saber qué te ha pasado? –me pregunta.

- No podía dejar que se saliese con la suya. Al fin y al cabo, esto es culpa tuya.

- ¡¿Mía?! Perdona, pero si viste como me metía mano, también viste como le dije en toda la cara que me dejara en paz, Valeria. Te has pasado.

- Ya...

- Tienes que disculparte. Lo hizo mal, pero lo que tú le has hecho a ella tampoco está nada bien –tiene razón.

De repente, se vuelve a abrir la puerta y aparecen un montón de caras conocidas. Son todos miembros de clase que se han molestado para venir aquí y preocuparse por verme. Lógicamente, no están todos, pero a mí me sirve que haya una mayoría representando a los demás.

- Venimos a preguntar cómo te encuentras –habla Rubén.

- Estoy bien. Sólo me he hecho daño en el tobillo. Gracias por haber venido, chicos –les agradezco con una sonrisa.

- Creo que hablo en nombre de todos –comenta Rubén- cuando digo que estamos de tu parte. Se cree la reina del país y lo que no sabe es que pasamos mucho de ella. Ojalá le baje el ego, estamos contigo.

Les doy las gracias una vez más y le doy dos besos a cada uno. En realidad, nunca me hubiese esperado algo por el estilo. Habiéndome metido con ellos, y sin haber dado nada... Me sorprende que no pasen de mí. Y algo me llama la atención, y es que detrás de ellos, hay una persona con la que debo de aclarar las cosas inmediatamente.

- ¿Os podéis ir un momento? Tengo que hablar con Carlos –ellos se van-. Tú también, Álex. Luego nos vemos.

Él me sonríe y se va de la habitación sin decir palabra. Entonces, me muerdo el labio inferior... ¿Por qué nos ha costado tanto tiempo estar juntos? De mientras, Carlos se acerca y se sienta en una silla que hay al lado de mi camilla. Sinceramente, me alegro mucho de que haya venido, es alguien importante para mí.

- Lo siento –le digo sin rodeos-. Siento mucho lo que te dije, a veces se me va la olla y no tengo en cuenta los sentimientos de los demás. Sé que me comporté muy mal contigo y lo lamento. Espero que puedas perdonarme.

- ¿Sabes, Valeria? A mí no me dolió el hecho de que fuera uno de esos chicos que tienes en tu particular lista de sólo una noche –explica con una sonrisa-, sino que me molestó porque me confirmaste que el que te gustaba verdaderamente, era Álex, aunque te hubieses acostado conmigo.

- Ya... Cuanto más lo pienso, más me arrepiento, Carlos. De verdad. Es que estaba hecha un lío y...

- Lo sé –me interrumpe-. Te perdono, pero tienes que conseguir salir con él. Al menos, tendrás excusa.

- Me parece bien –nos damos un abrazo-. ¿Quieres venir mañana a mi fiesta de cumpleaños? Eso sí, vas a tener que venir guapo.

- No me lo perdería por nada del mundo.

Entra mi doctor junto con Álex y Carlos se despide de mí. Juan me da el alta médica porque no tengo nada roto, ni tengo esguince, ni nada. Lo que ha pasado es que como me he torcido el pie, se me ha hinchado. Me ha recomendado que me ponga hielo y me ha dado unas pastillas para calmar el dolor. También, me ha dicho que mañana me molestará, pero ni siquiera me dolerá. Eso será perfecto para poder ponerme taconazos en mi fiesta de cumpleaños.

Álex me ayuda a levantarme y me dirijo sola hacia la habitación de Sonia. No sé cómo disculparme, ni cómo empezar la conversación, ni como se lo tomará... Voy a la aventura, como siempre. Asomo la cabeza y la veo con la mano en alto. La cara la tiene toda llena de cortes y está con los ojos cerrados. Me da miedo lo que he llegado a hacerle yo sola... Y me arrepiento.

- Sonia... -susurro. Ella abre los ojos.

- ¡Tú! ¿¡Ves normal lo que me has hecho!? Eres una niñata que no va a poder conmigo. ¡¿Me oyes?! Como vuelvas a acércate a mí o a Álex, lo llevas claro. No voy a permitir que le hables, ni que le toques, ni tan sólo que estéis en la misma habitación. ¡Ojalá vuelva a dejarte abandonada y desvirgada como lo hizo hace tres años! ¡Sólo eres una zorra que no se merece ni agua! - me quedo boquiabierta. ¡¿Cómo cojones se ha enterado de eso?! No me puedo creer que me haya dicho algo así, se ha pasado mucho. Y a mí, nadie me pisa. Eso es por regla general.

- Escucha, rubia polioperada –digo en modo amenaza-. No sé si te has dado cuenta, pero por si acaso te lo aclaro: la persona que está en una camilla de hospital, eres tú. Como te atrevas a volver a amenazarme, a respirar el mismo aire que yo o tan siquiera, a mirarme, no voy a ser tan buena contigo. Como te atrevas a nombrarme otra vez a Álex, te arranco todas tus putas extensiones una por una. ¿Capisci?

¡FUERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora