Capítulo 30

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Me despierto calentita al tenerle tan cerca y estar con varias mantas encima. Solamente despertarme, me incorporo y le contemplo. Es guapísimo... No he visto nunca a un chico tan guapo como él. Le acaricio la mejilla y abre los ojos dando un bostezo y estirando los músculos. Esos ojos... No los soporto.

- Buenos días, preciosa –dice haciendo fuerza alrededor de mi cintura con sus brazos.

Apoyo mi frente en su mejilla cerrando los ojos. No creo que exista un lugar en el mundo en el que esté mejor que aquí, entre sus brazos... Me empiezo a dar cuenta de hasta dónde llegan mis sentimientos, muy lejos, demasiado lejos. Y no podía creerme que hace tiempo le hubiese querido tanto... Ahora me doy cuenta de que eso no era nada en comparación a ahora.

- ¿Me confiesas algo si yo te confieso algo? –le pregunto.

- Trato hecho.

Me incorporo, pero acabo cayendo tumbada encima de él. Álex simplemente se dedica a sonreírme de esa manera tan especial y a mí me pone más nerviosa de lo que ya estoy. Sí, yo, nerviosa... Lo nunca visto. Supongo que está aflorando la Valeria de antes al estar tantas horas con él.

- Verás... Me gustaría saber... ¿Qué significaba para ti... ese "te quiero" que me dijiste el otro día?... ¿Lo recuerdas?... –él asiente-. Si era verdad... pero no como amigos, sino como algo más... -él se queda unos segundos pensando.

- Te lo dije porque realmente lo siento, no como amigos... Sino como pareja. Ya te lo expliqué, cuando nos acostamos, yo te hice... -susurra estas últimas palabras.

- Ya... -interrumpo.

- Entonces, ¿qué es lo que me tienes que contar?

- No me gusta andarme con rodeos, ya lo sabes... Por eso quiero que sepas que me gustas –él sonríe-. Pero no como los demás chicos... Sino para algo más que lo del miércoles. Siéndote sincera... Al principio no, sin embargo, al final... Yo también... Hice el amor.

El corazón me palpita un millón de veces por minuto. No tengo ni idea de cómo todavía me mantengo consciente después de todas estas declaraciones... Él... Está enamorado de mí. Y yo de él... Cosa que no me ha pasado nunca. Jamás que sea recíproco, jamás tan fuerte... Jamás de esta forma.

- Necesito tiempo –añado-. Afrontar esto se me hace una montaña de un grano de arena. No estoy acostumbrada y no sé cómo llevarlo, aunque quiera hacerlo... ¿Puedes esperarme hasta que esté preparada?

- Lo que haga falta –me responde sonriendo.

Me acerco otra vez a él, le abrazo y le doy un beso en la mejilla que Álex me devuelve. Vuelvo a acomodarme encima de él durante unos minutos. Quizás, este sea mi lugar en el mundo. Yo con la cabeza apoyada en su pecho, con su aroma invadiéndome por todas partes, con la tentación de que sea para mí...

- Ay, amor... -empieza a cantarme-. ¿Qué nos está pasando? Qué sinvivir... Antes todo era blanco, y ahora gris -juega con mis dedos-. Se encienden las alarmas y el temor... Qué pena, amor... -canta juntando su frente con la mía-. Caemos en la trampa otra vez... ¿Por qué no lo arreglamos de una vez? Y no le hacemos daño al corazón... Si no podemos... Vivir el uno sin el otro.

Le miro a los ojos y él me sonríe... No, yo no puedo ni he sabido nunca vivir sin él. Ando perdida, desorientada sin tenerle a él. Siempre he buscado a alguien que llegue a asemejarse algo a Álex, pero nunca ha sido suficiente, nunca me he conformado... Porque Álex, es Álex... Y es el único hombre que está hecho para mí con todos los detalles.

- ¿Dónde vamos esta mañana? –me pregunta él.

- Donde quieras, aunque si tengo que elegir... Escojo la playa.

·

Álex y yo estamos tumbados cada uno en su toalla que ha ido a buscar él a la cabaña. Por lógica, nos hemos alejado de la zona a la que vamos siempre. Llevamos puestas las gafas, una gorra, y estamos sentados mientras contemplamos las olas romperse en la orilla. Todo empieza a cobrar sentido...

- Algo que se me olvidaba decirte sobre lo que te conté anoche de Laila... -comenta Álex-. Si se lo quieres contar a Dani, yo no me opongo. Haz lo que quieras o lo que creas conveniente.

- Vale.

En ese preciso momento, pasa andando un chaval que debe de ser unos pocos años más mayor que yo, y se me queda mirando sin ningún disimulo. Me susurra asquerosidades que me haría en la cama si él y yo tuviésemos algo, cosa que me provoca mucha vergüenza ajena... ¿Cómo se atreve?

- ¡Vete a la mierda, gilipollas! ¡Ojalá te la corten! –le grito. Él me devuelve una mirada de desprecio.

Álex se da la vuelta y me observa, incluso se baja las gafas para poder mirarme mejor. A mí me encanta verle el color de sus ojos y me las quito yo también para poder contemplarle sin ningún obstáculo. Son tan azules como el mar que tenemos delante... Y no veo la hora de perderme en ellos.

- ¿Qué? –le pregunto sonriendo.

- ¿He visto lo que me ha parecido ver? ¿Acabas de rechazar a un tío que te lanza piropos?

Me quedo pensativa unos segundos. Sí, es justamente lo que acabo de hacer... Madre mía... Nunca pensé que volviera a hacer algo parecido, porque llevaba tantos años siguiendo el rollo a los salidos. Solamente respondía mal si no me gustaba, o si tenía un mal día... Pero hoy no me he parado a pensar nada, simplemente me niego.

- Eso creo –contesto riéndome.

Álex me ayuda a levantarme de la toalla y me coge de la mano hasta llevarme directamente a la orilla del mar. Allí, se moja las manos y se pone delante de mí. Su cara está a mi altura al estar inclinados hacia abajo. Entonces, me hace una caricia con la punta de sus dedos en mis mejillas. Las gotas de agua resbalan...

- ¡Está helada! -sin embargo, él no contesta, sólo me mira. Yo le sonrío.

Cuando se hace más tarde, tenemos una discusión sobre cómo vamos a volver a casa. A hurtadillas, cogemos nuestras cosas de la cabaña y volvemos en tren hacia nuestros hogares, porque yo no estaba dispuesta a volver a la ciudad yendo en el coche del padre de Laila y Álex ha querido ir conmigo para acompañarme.

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