Capítulo 2

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Me quito la mochila de la espalda y la tiro por los aires. La mañana ha sido para olvidar. Esa hora que estuvimos fuera nos la pasamos en silencio y en las siguientes horas de clase no se ha atrevido a molestarme. A pesar de eso, no puedo ni soportar tan sólo su presencia. Me irrita, me pone de los nervios, me sale toda la rabia acumulada que tengo dentro y me encantaría plasmarla en su cara.

Miro dentro de todas las habitaciones llamando a mi padre, pero como es habitual, no está. ¡Menuda familia! Nos vemos tan poco que parece que seamos conocidos simplemente. Así que como no tengo nada mejor que hacer, cojo el móvil y marco el número de teléfono de mi mejor amiga, Martina, para contarle lo que ha sucedido esta mañana y que sepa que he vuelto a encontrarme con Álex. ¡Maldición!

- ¡¿Álex?! ¡¿Álex Hidalgo?! ¡¿El de toda la vida?! –me pregunta histérica desde el otro lado del aparato.

- ¡Sí! –grito en el mismo tono que ella.

Sigo contándole los últimos acontecimientos que ha habido hoy en el instituto y llegamos a la conclusión de que el mundo está en mi contra. Se supone que he ido con cuidado, y que he elegido este instituto porque estaba segura de que él no estaría... Y no sólo hemos coincidido en esto, sino que hemos terminado en la misma clase y para rematar, Álex sentado detrás de mí.

En cuanto cuelgo la llamada, veo que tengo un mensaje de Laila en el WhatsApp. Me empieza a parecer muy pesada... No vamos a empezar bien. Necesito mi espacio personal, no me gusta la gente que me agobia. Y la verdad, no tenía planeado esto de que Laila tuviese mi número de teléfono.

En el mensaje me pregunta si quedamos esta tarde. También me quiere presentar a unas amigas suyas que se ve que también van a nuestra clase también para que conozca gente y que me adapte mejor. Sinceramente, no me creo nada. Si fuera por mí y estuviese en mi antigua ciudad, no iría con ella ni aunque me pagasen. Pero estando aquí, muerta del asco, tengo que hacerlo. Además, tengo claustrofobia estando muchas horas en casa encerrada, necesito salir a menudo para que me dé el aire. Y estar sola... Me apetece aun menos.

Así que, finalmente, acepto. No tengo más remedio si quiero conocer a gente y sobre todo, no llevarme mal con mi compañera de mesa. Podría ser un infierno... Además, de esta manera puede que también descubra más cosas de Álex, como por ejemplo qué ha estado haciendo durante estos dos años y medio que se los ha pasado sin mí.

·

- Ellas son Érica –me dice Laila señalando a la chica que es más bajita, rubia y que parece más tímida- y Rebeca –apunta a la chica de cabello rojizo y que luce una sonrisa.

Nos saludamos las tres y finjo estar contenta de haber quedado con ellas. Me encantaría tener otros planes, como ir de compras o irme a alguna fiesta llena de mayores de edad a los que tendría a mis pies en menos de diez minutos. Pero no... Nos vamos a tomar un refresco en un bar del barrio.

- Tenemos que decirte algo... -confiesa Rebeca con la boca pequeña. Mala señal... No nos conocemos, así que seguro que está referido a Álex. Segurísimo.

- ¿Qué sucede? –pregunto suspirando esperando que no sea lo suficientemente grave como para deprimirme.

- No voy a andarme con rodeos. Somos amigas de Álex... Las tres... -continúa diciendo Laila apartando la mirada de la mía-. Y... Lo sabemos todo. Absolutamente todo. Sabemos el pasado de Álex y él mismo nos ha contado su versión de lo que pasó entre vosotros -será cabrón... Así que va aireando las historietas que se monta a los cuatro vientos... ¡Qué gilipollas que es!

- Sé que es difícil... -añade-. Pero nos gustaría que nos contaras tu versión sobre esto... Somos gente cercana a él y no nos parece nada bien lo que hizo, por eso mismo queremos saber más... -¿Pero qué se han creído? ¿Que las voy a conocer de dos horas y les voy a contar toda mi vida entera, como si no me afectara? ¿Cómo si lo que pasó fuera algo de lo que estuviera orgullosa?

- No sé qué es lo que pretendéis, pero no vais a sacar nada de mí. No tengo porque contaros nada, lo que haya pasado entre Álex y yo es cosa nuestra. Si él lo va diciendo por ahí como si fuera lo más normal del mundo, a mí me la suda, pero yo no tengo por qué contarlo. No os incumbe.

- Creo que nos estás mal interpretando... –dicen riéndose mientras que a mí me ponen todavía más nerviosa... Tengo ganas de coger las cosas e irme-. Somos las únicas amigas que tiene, no te pienses que tiene muchas más. ¡No se lo cuenta a cualquiera! –responde Laila sonriendo.

Si es verdad... Aún las entiendo menos. No hay razones para querer acercarse a él, y más sabiendo sus antecedentes y cabiendo la posibilidad de que el niño de pronto tenga el capricho de jugar. Es una mala persona, una mala influencia y la humanidad debería de ser sabia y dejarle estéril para que no pudiese tener descendencia. Entonces...

- No lo comprendo. ¿Por qué sois sus amigas? –pregunto enarcando las cejas exageradamente.

- Porque ha cambiado.

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