Nos hemos pasado el día en una terraza y ha habido un momento en el nos hemos escapado de la vista de Almudena y he querido enseñarle cada uno de mis rincones favoritos de los de aquí. Me han encantado las reacciones de Álex, que se quedaba con la boca abierta mirando cada uno de los detalles.
Ahora, nos hemos ido hacia mi habitación, con la que Álex se ha quedado boquiabierto también. No me puedo quejar, es muy grande. Si comparo la habitación que tenía cuando era pequeña y la de ahora, no hay color. Siempre ha sido un sueño para mí, y tengo la suerte de tenerla.
La habitación posee de una cama de matrimonio sólo para mí. Está muy bien acolchada y la adoro. También tengo un baño particular, un vestidor enorme, un sofá, una mesita de noche, una televisión, un escritorio con un ordenador de mesa y estanterías llenas de libros que me he leído.
- La buena vida –comenta él. Álex sigue mirando la habitación y al final, acaba sentado en la cama.
Yo saco la cabeza y veo a Gabriel, el "mayordomo". En realidad, es como uno más de la familia también, nos llevamos muy bien y no me gustaría nada perderle. Le llamo y se acerca para atenderme. Gabi es bastante alto, siempre va vestido con smoking y pajarita. Debe de tener alrededor de treinta años, es muy estricto con su trabajo. Es ordenado, escrupuloso y muy profesional.
- ¡Valeria! ¡Niña, cómo has crecido! Estás preciosa.
- Hola Gabi –le doy dos besos y le presento a Álex-. Cuando puedas, ¿podrías prepararme ya la cena? Bueno, para los dos. Tenemos ya hambre.
- Sí, claro. Ahora mismo.
Cierro la puerta y me quito la ropa delante de Álex. Él, primero, se queda anonadado, pero después sonríe de esa forma tan socarrona que tiene él. Sin embargo, yo cojo el albornoz rosa palo que tengo guardado en el armario y me tapo para que no pueda aprovecharse de las vistas que tiene.
- Eres un mirón –le acuso frunciendo el ceño-. Voy a ducharme, luego vas tú. Haz lo que quieras por aquí, ponte la tele o lee o lo que te venga en gana. No tardaré mucho, lo prometo.
Me voy hacia el baño, cierro la puerta y me meto dentro de la ducha. El agua caliente sirve para deshacerme de la capa fría que tenía sobre la piel a causa del frío. No me puedo creer todavía que esté en casa. En esta casa, que es la más imponente de todas las que tengo. Nunca traigo visitas, solamente sabe de su existencia Martina, y porque es mi mejor amiga. Escucho un ruido procedente de la puerta y veo como es Álex el que la abre y se mete dentro del baño.
- ¡¿Qué haces aquí?! ¡No mires! ¡Fuera! –le grito.
- ¡¿Te me vas a poner escrupulosa ahora?!
- No –contesto riéndome-. Es broma, amor.
- ¿Puedo ducharme contigo?
Abro la puerta de la ducha y le hago una señal con la que le indico que pase. Él se quita la ropa lo más rápido que puede y se mete dentro conmigo. Entonces, me coge de la cintura y me acerca a él, estando sus labios a dos centímetros de los míos, y subiendo sus manos por mis costillas.
- Echaba de menos tus "fueras" –me confiesa.
No aguanto más la distancia que nos separa, me pego a su cuerpo y nos empezamos a besar con una pasión que nos desborda por todos los poros de nuestra piel. De mientras, el agua procedente de la alcachofa cae encima de nuestras cabezas y, Álex y yo, nos fundimos en una de las veces más especiales en la que hemos hecho el amor.
·
Salimos de la ducha, cenamos y nos vamos a dormir sin tan sólo vestirnos. Mi cama se acopla perfectamente a nosotros dos y dormimos mucho mejor que la noche anterior en la biblioteca, evidentemente. Teníamos sueño acumulado, y además, estamos bastante cansados por todo este ajetreo, así que dormimos como niños.
Cuando me despierto al cabo de unas horas, me giro y contemplo a Álex. Siempre, al abrir los ojos, rezo para que sea verdad mi relación con él, por eso siempre compruebo que la persona que se encuentra abrazándome, sea él y que no me lo hayan cambiado. Y por el momento, tengo la suerte de que sea Álex.
Me pongo las bragas y camino hacia el ventanal que ocupa una de las paredes. Desde ahí, se pueden observar paisajes preciosos de un río, montañas y muchísima vegetación. Pocas personas pueden ver el amanecer mejor que yo y estoy agradecida a ello. Por eso escogí este cuarto en su momento.
Aparto mi pelo de la espalda, dejando ver mi tatuaje. Cierro los ojos recordando cada uno de los momentos que he pasado con él, y noto unas manos que me acarician las caderas. Él, termina rodeándome por la cintura y escucho su respiración a mi lado. Álex también mira el paisaje fascinado.
- ¿Sabes? Empiezo a pensar que esto es el paraíso -yo me limito a asentir. Tiene toda la razón del mundo, no puede haber nada más perfecto que vivir en una casa así y tenerle a él. Parece sacado de un cuento de hadas-. Me vuelves loco –me susurra al oído.
Me doy la vuelta y nos besamos. Nos besamos intentando olvidar el pasado que nos perseguía, habiendo superado los obstáculos más difíciles, intentando ser un poco menos yo para poder comprender lo que significa el amor. Para recordar lo que se llega a sentir por otra persona cuando estás enamorado. Para poder avanzar, evolucionar y volver a ser yo misma.
Desde que le conocí, ya supe que era él. Lo sabía. Él iba a ser la persona que me hiciese feliz, tenía que serlo, porque si no, mi vida no tendría sentido. Porque la sensación que tengo es la de encontrar mi otra mitad, esa que me complementa, aunque discutamos como si nos odiáramos... No lo podemos ocultar. Ya no.
Y le quiero. Le quiero a pesar de todo. Yo, Valeria Díaz, la persona más insensible que se puede conocer, he aprendido lo que es amar. He aprendido a estar dispuesta a olvidar, a perdonar y a darlo todo. Lo dejaría todo por tenerle a él. Y es que, tengo la sensación, que estamos destinados a pasar juntos el resto de nuestra vida.
Nos besamos y caemos encima de la cama.
FIN.
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¡FUERA!
Teen Fiction¿Sabéis? Yo no estoy para perder el tiempo. Sé lo que quiero. A mí nadie me pisa, tengo un carácter muy fuerte. Todos a mi alrededor, obedecen mis normas. Odio las relaciones románticas y las parejas que son tan empalagosas. No creo en el amor, teng...