Capítulo 11

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Me pongo ropa de abrigo y vuelvo a salir hacia el lago. Son las siete de la mañana, por eso mismo es la hora en la que se puede disfrutar más, porque no hay nadie. Sin embargo, ya sé que va a estar Álex, no está en su colchón del suelo. A mí no me importa mientras no me moleste y vaya a lo suyo... Con lo grande que es, no deberíamos encontrarnos.

Llego a allí y me siento en el suelo, en un sitio diferente al de ayer por si acaso. Lo que me encanta de este sitio es que se nota que la gente que viene aquí, le tienen cariño, porque está todo muy bien cuidado. Seguro que cuando es verano, incluso tienen permiso para bañarse aquí.

- Buenos días, Val -me saluda. Se terminó la tranquilidad.

- No me llames así -le respondo borde. Intento relajarme, a la vez que él se sienta a mi lado. No le miro, pero de reojo le vigilo y me doy cuenta de que tampoco me está mirando a mí, sino que está contemplando el paisaje. Y me sorprende.

- ¿Cuándo vas a dejar de estar a la defensiva? -salta de repente.

- Cuando existan los perros verdes. Ese será el momento en el que deje de comportarme así contigo. ¿Lo has pillado?

- Entonces, ¿reconoces que te portas mal conmigo? -dice haciendo esa sonrisa socarrona que me pone de los nervios.

- Si con todo lo que te hago sólo me porto mal contigo, entonces deberé portarme peor hasta que me odies.

- Si llegase a odiarte, te arrepentirías de ello.

- ¿Sí? -pregunto sorprendida-. ¿Y cómo estás tan seguro? Yo ya te odio a ti, ¿sabes? Solamente falta que pongas un poco de tu parte.

- Lo sé porque tus sentimientos hacia mí son demasiado fuertes como para que no tuvieses ningún tipo de relación conmigo. Te encanta que vaya detrás de ti.

- ¿Recuerdas que no nos hemos visto en tres años? Estaba viviendo muy bien en mi ignorancia, sin saber nada de ti. No resultó muy difícil, por esos tiempos, que me dejases en paz -digo con sarcasmo intentando que se dé cuenta de ello.

- No es lo mismo, y lo sabes. Hemos crecido y ahora ya no somos niños. Tenemos las hormonas disparadas, por eso sé que te gusto.

Sin pretenderlo, miro hacia mi lado y contemplo su cuerpazo. Sólo de mirarle me entran escalofríos por todo el cuerpo y no es porque el agua esté helada, sino porqué es guapísimo... Nunca me ha gustado nadie físicamente más que él. Nadie. Ni siquiera yéndome a otra ciudad para olvidarle.

- ¿Ves? Está claro que te gusto un huevo. Vaya repaso me has hecho -dice riéndose. Yo le doy una patada en la pierna.

- Tú tampoco es que te quedes atrás -le reprocho.

- Ya...

Entonces, de golpe y sin cortarse ni un pelo, me mira de arriba abajo y me vuelve a subir un escalofrío que prácticamente me paraliza. Para disimular, le salpico con el agua. Espero que no sospeche nada... Al verle los ojos de nuevo, me acuerdo de lo que pasó la noche anterior. ¿Habrá hablado con Laila?

- ¿Y tú qué? ¿Ligaste anoche? -pregunto haciéndome la ingenua.

- ¿Estás intentando mantener una conversación conmigo? -pregunta sonriendo.

- Contesta a mi pregunta antes de que me arrepienta.

Él sonríe y mira hacia el horizonte, allá donde hay un bosque con árboles al otro lado del lago. Parece un cuadro pintado por uno de los artistas más importantes de la época. No sé cómo resistirme a él... Álex suspira y mueve los dedos dentro del agua... ¿Por qué tuvo que ser tan imbécil? Podría ser todo muy distinto.

- No lo sé, me emborraché y no tengo ni idea de lo que pasó... Tampoco he preguntado. ¿No me viste anoche llegar? Seguro que me tambaleaba de la borrachera. Me sigue doliendo incluso la cabeza de la resaca...

- Espera... ¿No te acuerdas de nada? -él niega con la cabeza-. ¿Nada de nada? -vuelve a negar-. Joder... -digo sonriendo.

- ¿Qué pasa? -me interroga contagiándose de mi risa.

- Algún día lo sabrás...

Álex se levanta del suelo, se sacude la tierra que puede haber ensuciado su pantalón y se empieza a ir, supongo que a la cabaña. Por primera vez desde que estamos aquí, me siento abandonada por él... Abandonada. ¿Por qué cojones se ha ido? Ahora que nos estábamos comportando mínimamente como personas humanas.

- ¡¿Dónde vas?! -chillo para que me escuche.

- Como no me lo quieres contar, me vuelvo a la cabaña.

Y eso es lo que hace... ¡No sabe nada! ¡Qué fuerte! Entonces, Laila, sí que se aprovechó bien de él, porque estaba muy borracho. Tan borracho como para desear que la chica a la que estaba besando fuese yo o como para confundirla a ella conmigo... Ay... Esto significa que la chica que le gusta a él soy yo.

Si no llego a estar ahí, no sé qué hubiera pasado. A lo mejor le hubiese llegado a violar. He vuelto a ser un estorbo para ella, he vuelto a molestarla y a fastidiarla. Sonrío por ello. Me alegro de no haber ido a la fiesta, porque claramente, les habría dejado solos y hubiesen tenido la cabaña libre. Me alegro de que no se hayan acostado.

¡FUERA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora