La Barbie con sus lacayas me echan del vestuario con tan sólo la toalla que llevaba y la bolsa se la quedan ellas dentro. El vestuario da al gimnasio y hay muchos chicos que ya han terminado de ducharse, incluido Álex, y algunas chicas como Laila. Todos se me quedan mirando incrédulos.
- Dejadme entrar –insulto con palabras soeces.
- ¿Qué ha pasado? –dice acercándose Álex. ¡Tenía que ser él!
- ¡Esto es por tu maldita culpa, déjame vivir ya! –grito desesperada.
- ¡¿Cómo que por mi culpa?! ¡Será de la de las que estén ahí metidas! –coge el pomo e intenta abrir-. ¡Abrid! –grita-. ¿Quiénes son?
- Las tres Barbies despeluchadas –a Álex le hace gracia el mote que les he puesto, aunque sigue intentando abrir.
- Sonia –la llama Álex, así se llama la rubia-, ¡abre la condenada puerta de una vez! Como no abras...
- ¿Qué? ¿Cómo no abra qué vas a hacer? –se la escucha detrás de la puerta.
- Como no abras, aparte de decírselo a nuestra queridísima profesora y directora, yo dejo de dirigirte la palabra. A las tres –puñeteras amenazas... No sé cuántas van ya en este día.
La Barbie abre la puerta con la bolsa en la mano. Yo se la arranco y le hago una mirada que podría tumbar a cualquiera. Me meto dentro del vestuario, intentando alejarme de ellas por si me la vuelven a jugar y desde allí escucho la conversación que tienen. Se hacen las víctimas... Qué vergüenza me daría tener que arrastrarme de esa manera para atraer a un chico.
- ¡Fuera de aquí! –grita él. Ya me copia las frases incluso-. No me esperaba esto de ti...
- Espera, Álex, yo...
- Vete –la interrumpe. Escucho pasos que se van-. Me quedo vigilando que no venga nadie -dice dirigiéndose a mí.
- ¡Vale! –grito para que me oiga.
Me visto y pongo la toalla y las chanclas dentro de la bolsa. Me voy al baño que da al vestuario y me mojo la cara. Nada más hacerlo, cojo un pañuelo y me sueno la nariz. ¡Cómo me haya resfriado les arranco la silicona! Son más tontas... Es que no se me ocurre una estupidez más grande que echarme del vestuario... Como si me importara.
Cojo la bolsa de nuevo y me voy hacia la puerta. Allí está Álex esperándome. Es la última hora de clase y por eso, ya no queda nadie aquí. Todos nuestros compañeros se han ido, pero claro... ¡Ninguno se ha perdido a Valeria con sólo una toalla y mojada! Paso por el lado de Álex y me marcho sin decirle nada.
- ¡Eh! ¡Espera! –se pone delante de mí y barrándome el paso-. Me debes una explicación sobre esto.
- ¿Yo? ¿Yo que te tengo que justificar a ti? –pregunto.
- Lo de "¡esto es por tu maldita culpa, déjame vivir ya!" –dice intentando imitar mi tono de voz. Yo me río de lo ridículo que ha sido.
- Déjame irme, anda –le respondo con buenas intenciones.
- ¿Puedo acompañarte a casa?
- ¿Cómo? Tú estás loco –en mi cabeza, él responde que "sí, por ti". Sin embargo, eso no sucede.
- No, es ser temerario. Me gusta el riesgo –dice haciendo esa sonrisa seductora y picaresca. Yo pongo los ojos en blanco y finalmente, me acompaña a casa.
Hemos estado hablando por el camino sobre lo que llego a odiar a esas tres sin haberlas conocido aún. Sin ir más lejos, esta es la primera vez que hablo con ellas... Él me ha dicho que esa muchacha lo acosa desde hace mucho tiempo, y nunca le ha dado motivos para que ella siga tan obsesionada por él.
- Y ahora, ¿me vas a decir por qué te han echado del vestuario sin ropa? –pregunta mientras saco las llaves del portal.
- ¿Tenías que recalcar que estaba desnuda? –le contrarresto.
- Es la parte más importante de la situación –responde con una sonrisa. Seriamente, sí que lo es. Abro la puerta.
- No, no te lo voy a decir –la cierro en sus narices, pero pone el pie y me sigue hasta casa.
Cuando llego, sí que cierro la puerta. Ha estado todo el camino repitiendo la palabra "dímelo". En estos momentos no me está pareciendo tan insoportable, sino que estoy sintiendo un sentimiento distinto. Ahora, detrás de la puerta, sigue diciéndolo. Yo sonrío. No se va a rendir con facilidad...
No está mi padre, como de costumbre. Me hago algo de merendar, pensando todo el rato si estará aún detrás de la puerta o si se habrá ido. Pero para mi sorpresa, escucho una canción que me resulta algo familiar. Cojo mi trozo de pastel y abro la puerta principal para ver qué hace con la música a todo volumen.
Me encuentro a Álex sentado en el suelo, cantando una canción que se reproduce por el móvil. Esa canción es "Tu jardín con enanitos" de Melendi. En verdad, no canta tan mal. Esto me recuerda a la vuelta del camping que nos la pasamos cantando los dos. Y no fue desagradable... Está siendo muy extraño.
- ¿Qué haces aún aquí? Ha pasado media hora.
- ¿Me dejas entrar? –pregunta mirándome con ojitos de pena.
- ¡Ni hablar! –vuelvo a cerrar la puerta.
Me voy hacia el sofá cogiendo por el camino un vaso de chocolate caliente que tengo hecho. A pesar de que está puesta la calefacción, aún estoy destemplada. Pongo la tele en silencio con los subtítulos para poder escucharle cantar. Lo más gracioso es que vivo en un primero sin ascensor, así que los vecinos deben de estar flipando en colores con él.
- Valeria, sé perfectamente que estás sentada detrás de la puerta escuchando como canto.
- No exactamente –le grito desde el sofá.
- ¡Tengo hambre y frío! -me levanto del sofá, cojo un plato y le corto un cachito de pastel. Me dirijo hacia la puerta, la abro y le muestro el plato. Él sonríe de una de esas maneras en las que te deja paralizada.
- ¿Quieres? –pregunto. A él le suenan las tripas de forma ruidosa.
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¡FUERA!
Fiksi Remaja¿Sabéis? Yo no estoy para perder el tiempo. Sé lo que quiero. A mí nadie me pisa, tengo un carácter muy fuerte. Todos a mi alrededor, obedecen mis normas. Odio las relaciones románticas y las parejas que son tan empalagosas. No creo en el amor, teng...